Juan de Lillo presenta su último libro: "En Alemania gané madurez, pero casi pierdo el control del tiempo"

"La huella de aquel viaje me acompañará durante el resto de mi vida", dice el periodista y escritor sobre su libro "1959: de Asturias a Baviera"

Por la izquierda, Carlos del Cano, Juan de Lillo y Javier Cuervo, ayer, en el Club LA NUEVA ESPAÑA.

Por la izquierda, Carlos del Cano, Juan de Lillo y Javier Cuervo, ayer, en el Club LA NUEVA ESPAÑA. / Irma Collín

El periodista y escritor allerano Juan de Lillo presentó ayer en el Club LA NUEVA ESPAÑA el último eslabón de su extensa bibliografía. Su último libro, "1959: de Asturias a Baviera (una aventura europea en autoestop)" habla de la huella de un viaje, que según el autor, le acompañará "durante el resto de su vida". En la obra se relata un viaje de verano a una Europa "mucho más desconocida" que ahora, que estuvo lleno de circunstancias diversas, curiosidades y alguna inconsciencia propia de tener veinte años entonces. "En Alemania gané madurez y fue una escuela para el futuro. Pero me gustó tanto que casi pierdo el control del tiempo", dijo el propio De Lillo sobre aquellos meses de 1959.

En la presentación de su libro, el vigesimoctavo con su firma, le acompañaron Carlos del Cano, el empresario y escritor que lo edita; y Javier Cuervo, redactor jefe de LA NUEVA ESPAÑA y autor del prólogo del mismo. Cuervo entró por primera vez al diario para hacer prácticas en 1982, cuando el puesto de redactor jefe en esta casa lo ocupaba precisamente De Lillo. "En 1959, Juan estudiaba Derecho sin ganas porque quería ser escritor y soñaba con una Europa que era vista con envidia. Cuando lean el libro comprobarán que su protagonista se parecía a la España de la época", destacó Cuervo en la presentación del acto.

Su destreza en el fútbol le abriría a De Lillo las puertas del mundo. Tras viajar con una selección universitaria para jugar un torneo de fútbol de tres partidos, uno en Mainz (Alemania) y dos en Burdeos (Francia), el gusanillo de conocer lo que había más allá de los Pirineos le picó definitivamente. "Contagié a mi amigo José Antonio González Fernández-Nespral, compañero de colegio de los jesuitas, para irnos en verano a la ciudad de Schweinfurt, donde vivía un amigo mío de Mieres", explicó. Con 8.000 pesetas que se hicieron escasas, se plantaron en la frontera con Francia para viajar a Alemania en un medio de transporte aún más insólito que su viaje: el autostop.

Un sacerdote francés que sabía español y había leído "La Regenta" fue su primer aliado como chófer, antes de que un matrimonio joven los llevase a París. "Vimos a Bahamontes ganar el Tour, pero lo más conmovedor fue hablar con un exiliado de Turón que no volvía a España desde el final de la Guerra Civil. Nos dijo que aquello era una condena", recordó. El germen del libro de De Lillo son las primeras notas que tomó durante el viaje, en especial de nombres de personas y lugares. Su memoria de elefante hizo el resto tras ser animado por Del Cano a que los recuerdos pasasen al papel. Lo único que lamenta el autor es que su compañero de aventuras "ya no esté entre nosotros", ya que falleció durante la pandemia.

El equipo de fútbol local le pidió ser su portero para la liga regional, pero el autor regresó a Asturias porque empezaba el nuevo curso universitario. Dos años después, llamó a la puerta de LA NUEVA ESPAÑA, donde puso en práctica la audacia y la determinación tomadas de aquel verano de aventuras. Desde entonces, en papel o en tapa dura, nunca dejaría de escribir. El periodismo lo recuerda con mucho cariño, aunque lamenta que la verdad y la libertad "sus utensilios de trabajo" no vivan su mejor momento. Y en su faceta de escritor, aún le queda cuerda para rato. "Mientras mi cabeza tenga buen uso, mi pluma estará firme. Siguen brotando ideas que me estimulan", zanjó el autor.

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