El largo viaje de la fabada: de alubias con tocín y morciella a plato burgués
Un libro editado por Alicia Álvarez y David Guardado descubre los entresijos del icono gastronómico de Asturias, que ganó fama con el "boom" turístico del siglo XX

Por la izquierda, David Castañón, David Guardado, Arantza Margolles, Alicia Álvarez, Xuan F. Bas Costales y Lluis Nel Estrada, ayer ,en el Club. / Fernando Rodríguez

En poco más de un siglo la fabada, o mejor, las alubias con tocín y morciella, pasaron de ser alimento de labradores a plato imprescindible en las mesas burguesas, con entidad propia y atributos que van más allá del puro guiso. Así lo explicaron ayer en el Club LA NUEVA ESPAÑA los autores de "Fabada", el libro editado por Alicia Álvarez y David Guardado (La Fabriquina), que desentraña los secretos y avatares del icono gastronómico asturiano.
"Los labradores cultivaban para comer y para pagar las rentas. La fame era compañera habitual y fabes y boroña eran dos elementos fundamentales", explicó el historiador Xuan F. Bas, que colabora en el libro. A partir del siglo XVII se aclimatan las nuevas variedades llegadas de América y en la segunda mitad del XIX llegan nuevas formas de consumo ligadas al mundo urbano. "Para entender lo que significa la palabra fabada es necesario saber que en principio fueron fabes, tocín y morciella, un plato pobre que empieza a ser identitario en el XIX con referencias de Jovellanos y Riego", señaló David Guardado, proyect manager en Prensa Ibérica. "La receta que conocemos es de los años 80", añadió. Campanal hizo la primera fabada en lata en 1925 y a lo largo del siglo el plato cobró presencia en la publicidad. "Iberia sacó una colección de postales", indicó Alicia Álvarez, periodista y compositora. La historiadora Arantza Margolles abundó en esa presencia de la fabada en la publicidad, desde Primo de Rivera, promotor de la red de Paradores, a Manuel Fraga en el Ministerio de Información y Turismo. "La lata de fabada se promocionó como un producto turístico que podían llevarse a casa los visitantes", agregó. El gastrónomo Lluis Nel Estrada precisó que la receta canónica de la fabada no lleva pimentón, ajo, cebolla ni aceite: "Esos componentes ya van en el compango", remarcó. "Hoy comemos una fabada estandarizada de Ibias a Peñamellera, y muchas veces a un precio muy barato, con legumbre de fuera", precisó David Castañón, comunicador y divulgador gastronómico.
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