Opinión

Esas pequeñas cosas que siempre nos acompañan

Uno se cree que el tiempo y la vida se llevan los recuerdos, que aquello que alguna vez nos marcó desaparece  con los años.

Pero, como canta Serrat, esas pequeñas cosas permanecen, escondidas en algún rincón de nuestra memoria, listas para aparecer cuando menos lo esperamos.

Ahora que está próximo otro fin de curso es un momento de despedida y transición, pero también de reflexión sobre esas huellas que quedarán en nosotros de todo lo vivido .

En apenas dos meses , se cierran las aulas y nos marchamos con  conocimientos y objetivos conseguidos, pero también con esas miradas cómplices en los recreos , las risas entre clases y las emociones de las últimas horas compartidas.

Quizá dentro de unos años, al escuchar una canción, o al encontrar un viejo cuaderno, regrese la nostalgia de aquellos días. Nos daremos cuenta de que todo aquello que pensamos que quedó atrás, en realidad sigue con nosotros, haciéndonos  como somos.

Porque la vida se construye con momentos, con gestos y con emociones que, aunque pequeñas, terminan siendo eternas.

Hoy que el tiempo nos empuja hacia lo nuevo sin borrar lo antiguo, que aprendimos a adaptarnos a la incertidumbre, hoy cada despedida es también una invitación a recordar.

El fin de curso no es sólo el cierre de un calendario escolar, es la despedida de una etapa marcada por desafíos, por momentos que pusieron a prueba nuestra resistencia, por cambios que nos obligaron a reinventarnos.

Dejamos atrás no solo días de clases y tareas, sino un periodo en el que nos debatimos entre la nostalgia del papel y la inmediatez de la pantalla, entre el trazo imperfecto del lápiz y la precisión digital. Aprendimos que el conocimiento no solo se mide en bytes y megapíxeles, sino en las vivencias compartidas, en los lazos que se crean . Y como dice Antoine de Exupery en el Principito: “ Eres responsable para siempre de lo que has domesticado “

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