Langreo, P. CASTAÑO

La ingeniera agrónoma Raquel Montón es la responsable de energía y cambio climático de Greenpeace y coordinadora de la edición española del informe «Falsas esperanzas, por qué la captura y almacenamiento de carbono no salvará el clima», un documento basado en estudios científicos presentado esta semana en Madrid.

-Afirman que la captura y almacenamiento de CO2 es «una estafa», ¿por qué?

-Porque no es una solución que evite a tiempo un cambio climático peligroso, porque es una tecnología que despilfarra energía y que además es carísima y porque el almacenamiento subterráneo de carbono es arriesgado y entraña riesgos significativos en materia de responsabilidad civil al no estar claro quién se hace responsable de las posibles fugas.

-Dice que no llegará a tiempo. ¿No confían en el progreso técnico?

-No se prevé que la tecnología de captura y almacenamiento de carbono (CAC) esté disponible para las compañías eléctricas antes de 2030, y para evitar los peores impactos del cambio climático las emisiones globales de gases de efecto invernadero deben reducirse a partir de 2015. No llegará a tiempo para salvar el clima. La CAC consta de tres procesos: captura, transporte y almacenamiento, y ninguna está disponible actualmente. Además, proyectos estrella como «FutureGen» en EE UU, que arrancó en 2003 con inversiones de 1.300 millones de dólares y exenciones fiscales y de responsabilidades en caso de liberaciones imprevistas de CO2, han fracasado.

-¿Por qué supondría un despilfarro de energía?

-Porque esa tecnología utilizaría entre un 10 por ciento y un 40 por ciento de la energía producida por una térmica; es decir, acabaría con las ventajas en eficiencia logradas en los últimos 50 años y aumentaría un tercio el consumo de recursos.

-Hablan de riesgos, pero lo que se almacena es CO2, no sustancias peligrosas o radiactividad...

-El CO2 es un gas inocuo, no es nocivo, pero en grandes concentraciones es muy peligroso. El ser humano nunca ha logrado almacenar algo eternamente y, aunque las fugas fueran muy reducidas, estaríamos contrarrestando los esfuerzos para combatir el cambio climático. Además hay riesgo de contaminación de las aguas subterráneas, lo que afectaría a la flora y a la fauna.

-La captura y almacenamiento de CO2 se hace para evitar daños ambientales...

-No nos oponemos a que se estudie, pero que no se utilice como excusa para construir más centrales de carbón. Detrás de todo esto están las grandes empresas carboneras, como Endesa en España.

-El Gobierno de Zapatero apuesta por esa tecnología.

-Hay un desequilibrio en la inversión prevista en investigación de la CAC con respecto a las renovables. Además, el Gobierno en seguida ha seleccionado once posibles emplazamientos para almacenar carbono, algunos en zonas sensibles, mientras que la selección de emplazamientos para aerogeneradores marinos se mantiene bloqueada.

-¿Qué papel debe desempeñar el carbón en el futuro energético de España?

-Cero. El 60 por ciento del CO2 procede de la quema de combustibles fósiles y el carbón es el más contaminante. Debemos ir hacia un modelo de «descarbonización», que en 2050 todas las energías sean renovables. En las zonas mineras de Asturias o de León dirán que se pierde empleo, pero lo cierto es que ahora mismo ya hay en España 188.000 empleos ligados a las renovables. O acabamos ya con el carbón o será él el que acabe con el planeta.

-Pero es la única fuente autóctona y es constante...

-El 80 por ciento es carbón importado y el de aquí se consume porque está subvencionado. La intermitencia de las renovables se supera con la dispersión de las plantas y con combinaciones. Por ejemplo, las centrales solares termoeléctricas tienen capacidad para calentar fluidos cuya temperatura se puede mantener quemando biomasa.

-Veremos a activistas de Greenpeace en las centrales de carbón como en las nucleares.

-Haremos campañas más visibles, pero el propio cambio climático hará evidentes nuestras reclamaciones.