Madrid, Efe

El 3 de abril de 1979 Luis Partida tenía 32 años y ninguna experiencia política. Ese día, en las primeras elecciones municipales de la democracia, fue elegido alcalde de Villanueva de la Cañada (Madrid), un cargo para el que fue reelegido de forma ininterrumpida hasta hoy. En aquella fecha Adrián Barbón tenía apenas tres meses. Hoy, y desde 2008, es el alcalde de Laviana. Éstas son las experiencias de un hombre que lleva treinta años como alcalde y de un alcalde de 30 años de edad. Ambos se reunieron, hace unos días, en Madrid, en un acto organizado por la agencia «Efe».

«Portavoces de sueños e ilusiones». Así se definen Luis Partida (PP) y Adrián Barbón (PSOE). Uno con la seguridad que dan los años, y otro con la fuerza del que empieza su camino. Partida empezó en la política, como «un juego», en 1979. «Un grupo de amigos que jugábamos al mus me dijo que me presentara. Dije que no, pero a los quince días me dieron la lista hecha y yo la encabezaba», recuerda el regidor madrileño. La vocación política de Barbón estuvo ahí siempre. Hijo y nieto de mineros y nacido en un concejo con tradición «muy combativa», entró en política de la mano de su «maestro» Pablo García, el primer alcalde democrático de Laviana, a los 15 años, cuando concedió su primera entrevista. «La palabra es al político lo que la pistola al guerrillero», dice Barbón, parafraseando a su «maestro». Ambos dirigentes defienden la política municipal como «viva, cercana». «Sería muy bueno que todos los políticos hubieran pasado por una etapa municipal, sobre todo porque el contacto con la gente es diferente, diario, desde que sales de casa», apunta Barbón. El joven alcalde lavianés confiesa que a él le han «picado» en casa a la una de la madrugada. «Alguna vez, en pijama, llamé a las barrenderas». Las reclamaciones de los vecinos no incomodan ni a Partida ni a Barbón, que también coinciden en que «una de las cosas que más molestan, y mucho, es que cuando algún alcalde aparece imputado en casos de corrupción, se juzgue por igual a los 8.000 regidores de este país». Los domingos, Partida va a misa, pero no repite parroquia dos veces seguidas porque cuando lo hace corre el riesgo de encontrarse con un vecino que le dice: «Hombre, ya que te veo...». «Sí, ésa es la frase: ya sé que no te lo tendría que decir aquí, pero...», corrobora Barbón, que incluso relata cómo una noche creyó que había ligado, hasta que descubrió que la otra persona lo que quería en realidad era que le arreglaran una carretera.

Barbón terminó el encuentro con Partida rindiendo un homenaje a los alcaldes de hace treinta años, que pusieron «cara a la democracia porque las ideas están bien, pero necesitamos rostros».