Los días van pasando lentamente, pesados y plomizos por este calor que te hace sudar a todas las horas del día, pero ineludiblemente pasan y pasan. Tratamos de aprovechar el tiempo que nos queda lo más posible, pero nuestra forma occidental de ser nos lleva a un ritmo distinto; para ellos la vida discurre de otra forma, el tiempo y las prisas no marcan sus ritmos de vida, al final todo llega cuando tiene que llegar y no cuando tú quieres, por eso te acabas dando cuenta de que tú también tienes que seguir este ritmo, simplemente esperas y todo acaba llegando, no hace falta mirar el reloj, ni imponer la hora, como les digo todo se acaba produciendo por un discurrir natural.

Éste ha sido el caso del contenedor enviado desde Asturias; llevaba 25 días en el Puerto de Cotonou y de nada servía desesperarse, al final todos sabíamos que llegaría a Bembereké, pero en este caso tropezamos con la otra África, la que no es natural y humana como aquí en Bembereké, sino la que quiere occidentalizarse, copiando nuestros malos modos de vida, la que quiere enriquecerse rápido y con el menor esfuerzo y en ella aparece lo peor de todos los hombres, las trabas administrativas y las corruptelas y todo para al final arreglarse como siempre, con dinero, que no sabes a quién se lo das ni por qué, pero sí tienes claro que lo has de dar. En fin, algún día les contaré más detenidamente este infame mercadeo que impera en todos los lugares del mundo.

En cualquier caso, me quedo con lo bueno: la llegada del contenedor a Bembereké, a la misión, que fue toda una explosión de alegría, todos los chicos de las casas de acogida y todo el mundo colaboró en sacar y colocar las casi 7 toneladas de material escolar, deportivo, sanitario, herramientas, comida, ropa... que todos vosotros habéis contribuido a que estén aquí.

Al acabar, después de horas de intenso trabajo, una fiesta con arroz cocido y una salsa especial con algo de carne, y quiso la casualidad que la última caja en colocar fuera del Ayuntamiento de Sobrescobio con camisetas de San Ginés que repartimos entre todos y que hizo que Bembereké pareciera, en aquel mágico momento, que estaba en la Gira de Rioseco.

No quiero olvidarme de nadie, pero es imposible. Han sido tantas las aportaciones que sería injusto nombrar a unos sí y a otros no; para todos los que habéis contribuido en este pequeño milagro, gracias, y a Cajastur, que con su Obra Social ha fletado el contenedor, también.

Más fácil ha sido lo del instituto, pues ya están acabadas las cuatro aulas y el equipamiento interior se pondrá en estos meses de verano.

En los próximos días la dirección del centro, la APA y las autoridades harán el acto oficial de inauguración, yo sólo entregaré las llaves de las cuatro aulas y todo el material escolar que ha enviado en el contenedor la APA de Laviana. Aún recuerdo una carta que una niña de Laviana dejó en una cartuchera repleta de sus lápices y bolis en la que además mandaba a los niños de aquí un montón de besos, la he traído y la leeré muy orgulloso en nombre de todos los niños de Laviana que han hecho posible que aquí, en un lugar perdido del mundo, puedan disfrutar un poco de lo mucho que nos sobra a nosotros.

La esperanza es lo último que podemos perder, pues en un mundo como el actual en donde sólo se desea, codicia, reivindica y exige todo lo que no se tiene, aunque no haga falta, los niños de Laviana han dado un ejemplo de que se puede esperar mucho de ellos.

El mundo vive demasiado aprisa, no nos damos tiempo ni para esperar o pensar, la vida interior del hombre moderno tiene un ritmo frenético al cual llegamos a rendir culto y pleitesía (el tiempo es oro, llegamos a decir ), y todo ello nos lleva inexorablemente a vivir aislados y alejados los unos de los otros.

Por eso cuando vi todo el material del contenedor y vi en las nuevas aulas del instituto cómo se alegraban con el material escolar enviado, me di cuenta de que en el fondo hay un ser humano tierno y justo en todos nosotros, y de forma especial en los niños, por ello a todos gracias nuevamente.

Por otra parte, la vida continúa y Woru, aquel joven de 15 años que conocí en mi primera visita y que acababa de perder a su madre y se tenía que hacer cargo de sus 8 hermanos, continúa luchando todos los días por sacar adelante a su familia.

Guno Tomas, aquel hombre que estuvo dos años en prisión injustamente, ya está libre y disfrutando con su larga familia; y Claude, su hijo, que quería estudiar en la Universidad, lo sigue haciendo gracias a la ayuda de buenos amigos que lo hacen posible.

Hamadu, un joven Peel que hace tres años encontramos al llegar a la misión en un avanzado estado de malaria, continúa acogido aquí siendo musulmán y conviviendo con otros 49 amigos que son acogidos de todos los poblados para que puedan estudiar, sin distinción de razas (los hay Gando; Bariba; Peel?), credos (católicos, musulmanes o tradicionales) o clases (eso sí, son todos pobres a conciencia).

Bake sigue en su poblado de Teure y aquel niño que nació el año pasado, estando aquí nosotros, es un auténtico milagro de la naturaleza, a diferencia de ella, que una enfermedad en la piel casi la consume. Su marido, como preveíamos todos, en cuanto vio que sólo se iba a ayudar al niño y a la madre la abandonó a su suerte, que es mucha al tener la misión cerca.

El rey de Bembereké nos ha recibido nuevamente y nuestro abrazo, además de cariñoso, ha sido realmente fraternal. Le hemos entregado otro presente de la Guarnicionería JJ y del Negro de Laviana y lo ha recibido con auténtico orgullo.

El Real Oviedo, el Alcava y el Titánico tienen nuevos equipos filiales aquí gracias a su aportación de material deportivo.

En fin, no es mucho, pero hace que uno se sienta un poco mejor, cansado, pero un poco mejor al ver aquí todo el material del contenedor, cuatro nuevas aulas para que estudien dignamente, equipos deportivos que lucen nuestros colores y llevan con tanto orgullo estos chavales, una granja que con el dinero aportado por las mujeres de Laviana hace posible que las mujeres de Bouanri vivan un poco mejor o la aportación de este año de los ayuntamientos de Candamo, Grado, Las Regueras y Pravia para poner maquinaria para el tratamiento del karite, el maíz y otros cereales en varios poblados de aquí.

Tantas y tan buenas cosas sólo me obligan, una vez más, a daros las gracias a todos los que lo hacéis posible. Gracias.