Situaciones o hechos que para la mayoría de las personas que escucho o trato resultan insignificantes o son «pijaes» a mí me producen malestar. Llego a sentirme raro y se manifiesta en mí cierta angustia al considerarme demasiado insignificante para abordar sus soluciones. Y todo porque casi siempre proceden de personas que deberían tener como oficio ejercer la responsabilidad. Me refiero a políticos, empresarios, banqueros, sindicalistas y otros que dicen estar ocupados en el bienestar de los demás. Sufro con ello porque en demasiadas de sus acciones u omisiones son irresponsables; a veces, observo en ellas engaño con descaro y que se juega con las ilusiones de las personas. Hay quien lo achaca a «la condición humana», pero sólo lo comparto si eso significa decir que cada uno tenemos una escala de valores y, sobre todo, el orden que cada uno ocupa en ella. No será igual encontrar la honestidad en la cima de la tabla, en la cola, que no hallarla. No lo he intentado, pero estoy convencido de que no podría asimilar esa extendida expresión -que lo dice casi todo- de «a ti qué más te da».

No puedo ser prolijo y entrar en la profundidad que requeriría este tipo de reflexiones. La limitación de espacio así lo impone. Por ello, aunque sea de forma deslavazada, trataré de comentar «algunes de eses pijaes» que den reflejo del comportamiento y el trato que tienen con nosotros. Sé que muchos convecinos, quizás ante la impotencia, ya adquirieron la cultura de «mejor algo que nada» y hace tiempo que abandonaron la sana idea de que aquello que pagamos debe hacerse bien, de forma correcta. Seguro que no calzan el zapato que menos «le manca». Algún ejemplo de lo que planteo:

Hace demasiados meses se inauguraba el paseo Lada-Sama (o viceversa) en la vereda derecha del río Nalón. A fecha de hoy ese tramo resulta un engaño, donde la desvergüenza e irresponsabilidad se pone de manifiesto de forma palpable. Veamos unos cuantos detalles que se suman para sostener estas afirmaciones:

A pesar de haber realizado varias obras de señalización, nos encontramos con que las señales verticales de entrada en el mismo dicen lo contrario que las pintadas en el suelo. El tramo de paseo, que se dice, se corta en su recorrido al indicarlo así un par de señales que sólo permiten el paso por debajo del puente de Renfe al personal de mantenimiento. La falta de protección del río supone que cualquier persona (incluyendo carrito de bebé en algunos casos) pueda precipitarse y caer al mismo. Decir que los/as que han elaborado el proyecto, quienes han inaugurado la obra y conocen la situación creo que practican la desvergüenza, la desconsideración y nos faltan al respeto. Sólo deseo que nadie caiga al río por falta de una simple barandilla. Si algo de eso sucediera, que vayan rezando lo que sepan porque es posible que puedan pasar un tiempo entre rejas. Curioso resulta que en el paseo de enfrente -señal vertical- se nos encomiende «cuidar el medio ambiente». Me parece una provocación de mal gusto, cuando la indicación está próxima a las chimeneas de la central térmica, en Lada.

Otra: corriendo y de prisa se realizó el paseo que va a Riaño. Se admitió bien, por aquello de su necesidad y novedad, pero su construcción y el abandono que sufre resulta lamentable. Los bancos y mesas se divisan como manchas negras debajo de la hierba. Tramos de barandillas, empujadas por el aire, están a punto de tomar la horizontal. Se observa su lamentable sujeción (el ahorro sería descomunal) y un largo etcétera.

Una más: la construcción de las autovías de entrada a la comarca han dejado el polígono de Riaño cercado y casi vallado. Ha supuesto una merma de su superficie en la que se encontraban zonas ajardinadas y aceras. Pues bien, las empresas se fueron. Tal parece que nadie supervisó las obras. Ahora se espera a que la maleza vaya tapando todo lo que dejaron sin hacer. Y, claro, ahora se están haciendo, de nuevo, las necesarias aceras. Al cabo de poco tiempo podemos observar cómo son los fondos públicos los encargados de subsanar el deterioro. Es decir, alguien «se lo lleva» y nuestros impuestos cubren el hueco.

Aplauden la decisión al «ampliarse en el tiempo productivo» la vida del Grupo Lada III (esa chimenea vieja, de apariencia roñosa que da «fumo de calidad»), en tanto se sitúa un gran depósito con riesgo -no es para almacenar agua- a tres metros de la acera. Es más desvergüenza que se haya permitido eso que la propaganda en TV de la empresa (campeona mundial de las renovables, la verde, etcétera, dicen).

Reitero mi denuncia (LA NUEVA ESPAÑA 28-11-2001): Tenemos dos captaciones propias de agua y son importantes, El Raigoso y Coruxera. De una nos corresponden 100 litros por segundo, de la otra 1.000 litros por segundo. Con poco más de 400 litros por segundo (entrada en los depósitos de Ciaño) tenemos bastante para nuestro suministro. Según estos datos, podemos vender agua y regar «media Murcia», por suerte. Bien, pues como consecuencia de que se tiene que actuar en un tramo del antiguo canal en San Martín, por estar en estado de casi ruina y amenazar peligro, se exige su lógica retirada (a mi me pareció en la observancia de los medios un tanto despótica). Un par de cosas: seguimos regalando (que no vendiendo) a ese Ayuntamiento los 100 litros por segundo todos los días del año. Calculen el regalito en millones. Con los datos que aporto, sigo entendiendo que, cuanta más agua se gastase (dentro de los límites potabilizables), mejor hubiera sido para las arcas municipales. ¿Entonces por qué nos dicen que nos modifican las tarifas para ahorrar en el consumo? Pues, como los ciudadanos carecen de información, se aprovecha para recaudar más (los privados se frotan las manos).

Hace unos años escribía en LA NUEVA ESPAÑA sobre la burrada del presidente del Gobierno y dirigentes municipales que apoyaban la instalación de un Centro de Nuevas Tecnologías («lo más de lo más», venían a decir) en la zona de Nitroastur. Como se sabe, contaminada, rodeada de chimeneas y humo. El que conozca un «pelín» dónde se ubica ese tipo de edificios en otros países ya se consideraría engañado. Han perdido tiempo para cambiarlo de sitio. ¿No lo sabían? Claro, que sí.

En fin, no hay espacio para más. Es claro que existe una falta de sinceridad en demasiadas cosas que se hacen, nos cuentan o prometen. Podíamos seguir un largo rato añadiendo «más pijaes»: la Mancomunidad, el Ayuntamiento único, zonas deportivas rodeadas de cables de alta tensión, los salmones, las escombreras, el cuartel, las alturas del Sutu, etcétera.

Añado y finalizo sugiriendo que no deben tomarse estas reflexiones y denuncias desde ninguna posición política, pues confieso que hace unos años que dejé todo tipo de militancia política y que tampoco he encontrado papeleta de voto coincidente con mi forma de pensar ni, sobre todo, de actuar. Además, en la mayoría de las denuncias, hay demasiados implicados por acción u omisión. Son mis opiniones y no me toca a mí juzgarlas; pero no creo que sean «pijaes».