Mieres del Camino,

Antonio LORCA

Cuando los divorcios se convierten en un conflicto, empiezan los problemas para los hijos. «Comienza la guerra psicológica», que suele traer graves consecuencias en el futuro de los descendientes: «Depresión, ansiedad, problemas de autoestima, con las relaciones de pareja, de sociabilidad», explica Asunción Tejedor, psicóloga en Mieres y experta mediadora en divorcios en los que hay por medio hijos.

Las separaciones poco amistosas suelen desembocar en actitudes como «poner trabas a las visitas, desaparecer y mudarse a más de 1.000 kilómetros del otro progenitor, cortar las llamadas telefónicas, intentar que se rompa el vínculo con la otra parte y que el hijo se ponga en contra del padre o la madre que no está con él». Y una vez que los padres deciden separarse es muy importante la forma en que «se comunica la ruptura», explica Tejedor. «Lo más importante es no involucrar a los hijos en la decisión del divorcio y comunicar la noticia a los dos progenitores juntos, cuando la decisión este ya tomada». Es fundamental que los hijos sepan que aunque no vayan a ser pareja «continúan siendo sus padres»,

La psicóloga explicó en el IES El Batán de Mieres, en el transcurso de una de las charlas de la Escuela de Padres, organizada por el instituto, casos que había conocido en su ya dilatada experiencia como profesional y como mediadora en divorcios conflictivos. «Uno de los hijos decía que su padre le había pegado cuando él estaba tomando el pecho y aseguraba que aún se acordaba». Lo habitual es que los hijos comiencen a ver «en una de las partes todo bueno y, en la otra, todo malo». Ese odio empieza a extenderse a toda la familia, «utilizan los defectos y los exageran». El progenitor que sufre este ninguneo por parte del hijo y que a todas luces está perdiendo la guerra psicológica, «se siente impotente porque sólo puede luchar a través del juzgado». De esta forma, «se vuelven un poco paranoicos, frustrados e impotentes».

Es antes de llegar a los tribunales cuando «sería ideal resolver estos problemas». Para ello está la figura del mediador familiar que intenta poner paz entre las partes. «De lo que se trata es de que cuando una pareja va a separarse ninguno de los progenitores pierda ningún derecho con respecto a los hijos». En cuanto a la edad, ninguna edad es buena para vivir un divorcio conflictivo, pero lo cierto es que «a los cinco años no les afecta tanto porque se acostumbran rápido a la situación. A los que han vivido más tiempo en una familia unida les puede afectar más». Aunque la realidad es que el problema, más allá de la edad, «viene cuando no se resuelven los conflictos entre la pareja y llega las acusaciones, las denuncias y los juzgados».

En sus conferencias las preguntas de los padres rondan en torno a «si hay muchos casos en los que conseguía una separación de mutuo acuerdo, cuáles son los efectos que podía tener en los hijos un divorcio y si es conveniente hablar con ellos del tema».

En el 2008, hubo 2.793 divorcios en Asturias, en el conjunto de España han pasado de los 36.101 divorcios de 1999 a los 110.306 del pasado año. ¿Cómo afectan estas separaciones a los hijos? ¿Qué repercusiones puede tener en su futuro y en la forma en la que se van a relacionar con sus semejantes? A que la respuesta a estas preguntas sea lo menos traumática posible se dedica desde hace más de 20 años la psicóloga Asunción Tejedor, que en la actualidad realiza esta labor en Mieres, en una consulta por donde pasa gente de toda España, «de Palma de Mallorca, de Madrid, de todos lados», explica. Además de la consulta de Mieres, Tejedor es coordinadora jurídica del colegio de psicólogos del Principado y ha escrito un libro titulado «Síndrome de alienación parental».

Recomendaciones

Es muy importante no involucrar a los hijos en la toma de decisión que desemboca en el divorcio. Una vez se ha tomado, por ambas partes y de mutuo acuerdo, la decisión de cesar la relación matrimonial con total seguridad y sin posibilidad de vuelta atrás, lo más conveniente es comunicar la decisión los dos progenitores juntos y hacer entender a los hijos que sus padres dejan de ser pareja pero bajo ningún concepto dejan, los dos, de ser sus padres.

Cosas que no hay que hacer

Por muy distante y tensa que sea la relación de los padres hay que evitar caer en ciertas actitudes que pueden perjudicar la estabilidad de los hijos. Es importante no poner trabas a las visitas, no trasladar el núcleo familiar demasiado lejos del progenitor que no tiene la custodia. En definitiva, intentar que no se rompa el vínculo con ninguna de las partes. Lo ideal en los procesos de divorcio es evitar que el proceso llegue hasta los tribunales.

Consecuencias

En el caso de que el divorcio se convierta en una guerra psicológica entre los padres las consecuencias para los hijos pueden ser muy graves. Pueden llegar a sufrir depresión, falta de autoestima, llegado el momento tener relaciones de pareja conflictivas y hasta problemas de sociabilidad. Además, en estos casos el hijo suele tomar partido por el progenitor con el que convive y acaba viéndolo todo positiva en éste y todo negativo en la otra parte.