Era una costumbre muy antigua situar los templos parroquiales no tanto en el medio del bullicio cotidiano donde las gentes vivían, sino en las colinas y oteros en donde las dispersas poblaciones astures pudiesen otear, nunca mejor dicho en el caso de Laviana, su iglesia. Tiernamente, en el caso de la Puebla de Laviana, una tradición explica esta ubicación, además, con un verso: «no pudieron los señores tener iglesia en el pueblo, que la quiso la Virgen en la campa del Otero». Sin embargo, el siglo industrial quiso que los templos se acercasen a las poblaciones más habitadas y por eso los lavianeses quisieron también su iglesia en el valle, al lado del Nalón que tanto carácter da a este pueblo. Así lo percibió el obispo Martínez Vigil, que en la visita pastoral que realizó en 1884 estimuló al entonces dinámico párroco, D. José del Rosal para que construyese un nuevo templo. No tardó el párroco en hacer deseo las indicaciones del obispo recogiendo el donativo que el prelado le hacía y en 1895 es colocada la primera piedra del nuevo templo parroquial. Bastaron cuatro años para que el proyecto del templo, ingeniado por Luis Bellido, tuviese su realización completa. Efectivamente, el 13 de mayo de 1899 fue consagrado el templo parroquial siendo dedicado a la Madre de Dios en el misterio de la Asunción. Resulta este un detalle importante, pues no todos los templos son consagrados con la solemnidad que lo fue la iglesia de la Pola. Veamos. La celebración, presidida por el obispo que tanto amor tuvo por Laviana, comenzó a las siete de la mañana y terminó a la una de la tarde. Largo tiempo en el que el prelado dedicó el espacio que habría de ser sagrado inscribiendo en el suelo con su báculo y sobre una cruz de ceniza el alfabeto griego y latino, después purificó el templo con la llamada «agua gregoriana», agua bendita mezclada con sal, ceniza y vino, que se esparció sobre las paredes y sobre unas cruces, signo de consagración del templo, que hoy vuelven a lucir radiantes para recordarnos que estamos en un espacio sagrado, «puerta del cielo» para los lavianeses. También el templo, como si fuese un niño en el bautismo, fue ungido con el santo Crisma en su cabeza, el altar, y con el óleo de los catecúmenos las cruces de la consagración y las jambas de la puerta principal. También se quemó incienso para recordar que es en el templo en donde tenemos la seguridad que nuestra oración sube como suave aroma a Dios. Otro rito importante fue la introducción en el altar de las reliquias de los santos Vicente, Feliciano, Aurelia y Tecla, sobre las cuales aún hoy celebramos la eucaristía. Fueron seis horas para significar la destinación perpetua y definitiva de este templo a la alabanza divina, y de ahí que el rito se completase con la celebración de una solemne misa en donde el predicador fue D. Maximiliano Arboleya, paradigma del catolicismo social español. Fueron días de gozo para todo el pueblo de Laviana, que contribuyó a hacer realidad un templo que sigue confromandose, por su antigüedad y significación, como uno de los iconos más importantes de nuestra Pola de Laviana.

Decían los clásicos que algo es viejo cuando tiene menos de 100 años y antiguo cuando los supera. Por eso, al cumplirse el 111 aniversario del templo parroquial, que es el edificio decano de la Pola, me gustaría llamar la atención sobre esta edificación que forma parte ya del patrimonio cultural asturiano. En el templo de Pola de Laviana se encuentra una parte importante de nuestra historia que es necesario desempolvar de vez en cuando porque aún hoy él siguen formando parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo. ¿Cómo podrían entenderse Laviana sin la las fiestas de agosto, cuando la Virgen del Otero visita nuestra villa? ¿Cómo no recordar que nuestro Jesús Nazareno, preciosísima talla que ya supera los 100 años, fue el origen de las hoy llamadas fiestas de La Pontona? Pues junto con esas fechas significativas también el 13 de mayo se confirma como otra fecha propicia para la fiesta, pues nos recuerda que las aspiraciones comunes pueden hacerse realidad cuando todos aunamos esfuerzos y voluntades. Por eso, ¡felicidades Laviana!, porque nuestra parroquia aún sigue siendo un espacio abierto a todos. Abierto a todos para encontrase con ese Dios que continua queriendo estar en medio de su pueblo, en medio del pueblo de Laviana.