El primer martes de agosto es día grande en Saldaña. Se celebra el mayor mercado del año, que atrae a gentes de la comarca, la provincia, así como a casi todos los turistas recién llegados. Además, se ha convertido en un acontecimiento intercultural de primer orden. Años atrás, los forasteros venían, como mucho, desde los términos municipales vecinos. Hoy atestan las calles las minifalderas descendientes de los que emigraron al País Vasco, y que regresan presumiendo de su perfecto acento del centro de Bilbao, los marroquíes que trabajan en el campo y las granjas, los europeos del este a los que la crisis del ladrillo ha pillado a contrapié, así como turistas patrios y extranjeros que se salen unos pocos kilómetros del camino de Santiago atraídos por el museo de arte romano y el mercado grande de agosto.

Camino con dificultad en medio del gentío, entre los tenderetes de ropa, utillaje y embutidos. Delante de mí, un par de hombres árabes conversan en correcto castellano sobre sus asuntos laborales. El más joven trabaja en una vaquería, pero las vacas le dan miedo y, además, el olor no se quita así como así. El mayor asiente pensativo. Paso ante un puesto de marroquinería cuyo titular, un negro enorme de ojos como el azabache, sonrisa noble y dentadura perfecta asegura a una señora de cabellera escarolada que el próximo martes volverá «si Dios quiere».

Es curioso que expresiones que nosotros vamos abandonando sean practicadas por los africanos. Quién sabe; quizá un día haya que viajar a Tombuctú para aprender correctamente el idioma de Cervantes. Un grupo de tipos flacos, espigados y rubios como el trigo curiosea en el puesto del chamarilero. Son alemanes y están fascinados con los viejos molinillos de café.

El sol aprieta pero el aire aún se conserva fresco. Me aparto del torrente humano y busco una sombra bajo los soportales de la plaza. A mi lado están un padre y su hijo pequeño. Ambos en pantalón corto, chanclas y camiseta sin mangas. El niño está en plan revoltoso. «Cago'n tu má. Para quietu» -exclamó el hombre, acabando con cualquier duda sobre su procedencia.