Fuente Dé (Cantabria),

Andrés VELASCO

Hace casi 45 años se ponía en marcha uno de los mayores atractivos turísticos del norte de España: el teleférico de Fuente Dé. Por aquel entonces, la población de la localidad cántabra era escéptica ante la apertura de esta infraestructura, pero el paso de los años ha demostrado que, en la actualidad, el teleférico es no sólo el motor económico de la zona, sino el corazón que mueve el ritmo de vida de los habitantes del pequeño municipio de Camaleño, donde se ubica. Un espejo donde Morcín puede mirarse para echar a andar su proyecto para el Monsacro. El alcalde morciniego, Jesús Barbao (PSOE) propone un remonte hasta la mítica montaña. La propuesta es rechazada por IU, mientras el resto de grupos de la oposición, Foro, PP y la Agrupación Independiente podrían estudiar su viabilidad.

El teleférico de Fuente Dé fue inaugurado por Francisco Franco el 21 de agosto de 1966. En aquella época, la actividad económica preponderante en la comarca cántabra de Liébana era la ganadería, un sector que, tras la apertura del remonte, se fue abandonando poco a poco para dar paso a una tremenda reconversión, de la que se ha beneficiado especialmente el concejo de Camaleño, cuyas localidades más próximas al teleférico, como Espinama o Cosgaya, han sabido aprovechar el tirón turístico para convertirlo en su modo de vida. Además de la actividad ganadera, también la minería tenía una gran importancia en la comarca, con las explotaciones de Áliva, cuyo castillete se divisa hoy desde las cabinas del teleférico. Unos antecedentes que, curiosamente, coinciden con la historia de Morcín, también municipio minero y ganadero.

La construcción del teleférico supuso para el valle de Camaleño «un tremendo impacto». Son palabras del director de la instalación, Antonio Marcano, que además destaca la rentabilidad que ofrece, dejando en torno a 1,5 millones de euros de beneficios anualmente. Marcano El responsable del complejo añade que «comparando este valle con los otros dos más cercanos, el crecimiento ha sido brutal, se ha desarrollado una infraestructura turística que antes del teleférico no había, y que ha diversificado la economía de la zona, que antes dependía casi en exclusividad de la explotaciones ganaderas».

La media anual de visitantes del remonte de Fuente Dé asciende a 250.000 personas. El 20 por ciento de los usuarios acuden durante el mes de agosto, con unas 60.000 visitas. «Es una pena», indica Marcano, que «con la capacidad que tenemos ahora solamente podemos transportar 2.500 personas al día, porque durante el mes de agosto podríamos llegar a las 5.000 que son las que visitan la zona diariamente».

La falta de capacidad del remonte tiene su origen en que, «se hizo muy humildemente, y con el rumor de que el teleférico iba a ser la ruina de la Diputación Provincial de Santander». La consecuencia fue que sólo se instalaron dos cabinas con capacidad para 20 pasajeros cada una. Esta capacidad no se puede modificar al encontrarse el remonte en el Parque Nacional de los Picos de Europa, y al tener que cumplir unas estrictas restricciones ambientales, que en su construcción no tuvo que superar al no existir una normativa. Pese a las limitaciones, «el teleférico fue rentable desde el primer año».

La normativa de impacto ambiental es uno de los escollos más importantes que el proyecto para el Monsacro va a tener que superar, y que no afectó a la construcción del equipamiento en Fuente Dé, que como recuerda el propio director de la instalación, «se inauguró en período franquista y entonces la normativa no era la que es».

Por otra parte, el éxito del teleférico cántabro y su rentabilidad, analiza Antonio Marcano, reside en la «singularidad» del entorno. «Muchos usuarios vienen a la zona a hacer escalada, senderismo, rutas en bicicleta de montaña o, simplemente, a pasear y hacer rutas, lo que supone una variada oferta de actividad que atrae clientes». El perfil de visitantes, según explica el director del teleférico, es variado, sobre todo según la época del año. «En los meses de temporada baja, la mayoría son estudiantes, viajes organizados o viajes de jubilados, y en los meses de verano los clientes más habituales son las familias».

El teleférico de Fuente Dé genera empleo directo e inducido. Solamente su puesta en marcha requiere de un mínimo de seis personas. «En plantilla fija somos 10 trabajadores, aunque en la época de verano se contrata más personal para reforzar el servicio», indica Antonio Marcano. Sin embargo, la propia empresa gestora del teleférico tiene dos cafeterías, una tienda y un hotel rural que elevan la plantilla a 30 empleados fijos, más el refuerzo en época de verano que eleva a casi el doble el número de empleos. La gestión del remonte corre a cargo de Cantur, una sociedad pública del Gobierno de Cantabria, que además gestiona otros equipamientos como campos de golf o la estación de esquí de Alto Campoo.

Precisamente para Cantur y en el hotel Áliva, a 40 minutos andando desde la estación superior del teleférico, trabaja el nuevo alcalde de Camaleño, Óscar Casares, del Partido Regionalista de Cantabria (PRC). El regidor del concejo en cuyo territorio se levanta el remonte coincide en el análisis de que «el teleférico ha cambiado radicalmente el valle y, pese a la pérdida de población que hemos acumulado en los últimos 50 años, sin el teleférico hablaríamos de una caída mucho mayor e incluso de pueblos que hoy no existirían».

Al conocer el proyecto de Morcín para instalar un teleférico en el Monte Monsacro, Óscar Casares se muestra optimista con la iniciativa. «Mal se tiene que dar para que no tengan gente», indica el regidor, que añade: «Lo más importante es que tengan buenas comunicaciones y atractivos turísticos además del propio teleférico para completar una oferta seductora para los potenciales clientes». «Desconozco la inversión que supondrá el de Asturias, pero en cualquier caso el nuestro ha sido una bendición para toda la comarca», asegura.

Prueba de ello, explica el alcalde de Camaleño, es que, «en los años setenta, apenas había cuatro o cinco bares en todo el valle y, ahora, como ya he dicho, hablamos de más de medio centenar de negocios, un crecimiento muy importante que permite crear riqueza en la zona». Al Ayuntamiento, el teleférico no le deja dinero directamente en sus arcas ya que está gestionado por el gobierno de Cantabria. Sin embargo, la actividad y el número de puestos de trabajo directos e indirectos suponen un aumento indiscutible de ingresos.

A poco más de tres kilómetros de la base del teleférico se encuentra la localidad de Espinama, una de las más beneficiadas por la presencia del teleférico de Fuente Dé. Pegada a la carretera general se encuentra la posada Casa Máximo, en sus orígenes un bar-tienda, que ha tenido que adaptarse a los tiempos y a la construcción del remonte para seguir adelante.

Este pequeño negocio es uno de los más veteranos del valle y ha crecido conforme lo ha hecho el teleférico. «Antes de tener el remonte, aquí había otro tipo de vida, no había turismo y subsistíamos de los ganaderos y de los mineros que trabajaban en las minas de Áliva», recuerda Emilia Salceda, primera dueña de Casa Máximo hasta su jubilación hace unos años, cuando el negocio pasó a manos de su hija y su yerno, Santos del Hoyo, quien asegura que «ahora estamos muchísimo mejor que entonces, y pese a que en estos últimos años la crisis se ha dejado notar en cierta manera, el teleférico se ha convertido en nuestro motor de vida».

Emilia Salceda explica que «cuando vimos el impacto turístico que estaba teniendo el teleférico, decidimos darle un giro al negocio, y de eso hace ya 30 años». Se refiere la mujer a la primera remodelación del local, que pasó de ser un pequeño bar-tienda a ofrecer habitaciones y un restaurante. Diez años después, el turismo seguía creciendo, y este negocio, como otros muchos, no podía quedarse atrás, así que amplió comedor y número de habitaciones y se estableció como la posada que es hoy en día. Reconocen sus propietarios que los puntos fuertes de turismo son los meses de julio y agosto, y especialmente los que coinciden con el año jubilar lebaniego.

«El teleférico es nuestro motor, y sin él está claro que un negocio de hostelería no daría la rentabilidad que te puede dar ahora», indica Del Hoyo, que añade que tanto su negocio como los de localidades vecinas aprovechan para cerrar y coger vacaciones el mes que lo hace el remonte para su revisión anual, generalmente en enero o febrero. «Sin el teleférico no tenemos casi actividad, y por lo tanto es él el que marca nuestros ritmos de apertura o cierre», aseguran en Casa Máximo, donde a la hora de las comidas, tal y como sucede en la mayoría de establecimientos del valle, apenas se encuentra una mesa libre, incluso en los días de menor afluencia del teleférico.

No solo en el valle de Liébana se ven beneficiados por el turismo que mueve el remonte de Fuente Dé. Localidades algo más alejadas como Potes o Panes también recogen buena parte de los visitantes. Lara Rabanal, que trabaja en una tienda de regalos en Potes, explica que «para nosotros la presencia del teleférico incrementa las ventas, y eso que desde que empezó la crisis la gente para menos y el gasto es menor». Paradójicamente, si el teleférico tiene su punto álgido de visitantes en los días más soleados, en el que desde la estación superior se pueden contemplar maravillosos parajes, las localidades más al interior como Potes hacen su «agosto» los días de mal tiempo. «Cuando llueve o hay viento, los turistas vuelven de Fuente Dé y aprovechan el día aquí para comer, dar un paseo y hacer diferentes compras», asegura Rabanal.

Así las cosas, el concejo de Camaleño ha sabido aprovechar el «boom» que hace 45 años se produjo con la construcción del teleférico de Fuente Dé, un equipamiento que debe ser referencia para Morcín a la hora de desarrollar su proyecto para acceder al monte Monsacro.

El teleférico de Fuente Dé puede transporta a 2.500 personas por día, una cifra que se queda escasa a tenor de las largas colas de visitantes que se producen durante los días de más afluencia, como muestra la imagen superior. De hecho, sus responsables afirman que la instalación podría acoger el doble de visitantes durante el mes de agosto. Pero la limitación de contar con dos cabinas con capacidad para veinte pasajeros y la imposibilidad de ampliarlas, truncan este crecimiento.