La cifra impresiona. Casi 30.000 vecinos menos en 20 años, el equivalente a la población actual de Castrillón y Cangas de Onís. La sangría demográfica de las comarcas mineras es más bien una hemorragia en toda regla y lo más preocupante es que no ofrece síntomas de que vaya a detenerse a corto plazo. El éxodo de jóvenes en busca de mejores perspectivas laborales, el escaso atractivo para captar nuevos residentes y un saldo vegetativo claramente negativo son algunas de las causas que explican la caída exponencial de vecinos en las últimas dos décadas. En concreto, se ha pasado de 184.707 habitantes en 1991 a 154.935 el año pasado. No sólo se trata de números. La pérdida también es cualitativa. La población que queda está más envejecida y, entre los que se han marchado, figura un segmento demográfico con amplia cualificación y una capacidad de dinamización social difícilmente reemplazables.

Así lo interpretan los expertos consultados por este periódico. «En general están abandonados el territorio las personas más jóvenes y más cualificadas, lo que supone menores tasas de natalidad y la pérdida de dinamismo en el mercado de trabajo», explica el geógrafo José Prada. En una línea similar se pronuncia Holm-Detlev Köhler, sociólogo y profesor titular de la Universidad de Oviedo. «Hay que valorar quiénes se quedan y quiénes se van. La juventud se marcha porque no tiene futuro, lo que genera una sociedad cada vez más envejecida e inactiva y una falta de dinamismo, iniciativa y creatividad en todos los aspectos».

La comparación con el conjunto de la región enmarca el calado del descalabro poblacional sufrido por las Cuencas. Desde 1991, Asturias también ha perdido habitantes, 9.596 en concreto, lo que representa un 0,8 por ciento. En el mismo período las comarcas del Nalón y del Caudal se dejaron en el camino 29.772 vecinos, un 16 por ciento. Esta tendencia a la baja ha provocado que los valles mineros reduzcan su peso demográfico en la región. Actualmente representa el 14,2 por ciento de la población asturiana, casi tres puntos menos que hace dos décadas.

La población de las Cuencas se mantuvo estable, incluso con ligeros repuntes, en los primeros años noventa. En la segunda parte de la década -una vez metabolizado el severo ajuste minero y antes de que se empezara a percibir el efecto paliativo del primer Plan de la Minería (1998-2005)- el padrón de las Cuencas se desplomó. De esta forma, en 2000, el censo de las comarcas carboneras había caído hasta los 171.741 habitantes. Hasta 2007, el ritmo de la caída ha sido de unos 2.000 personas por año, aproximadamente. Desde entonces, la cifra se ha estabilizado en un millar por ejercicio.

La progresión en la pérdida de vecinos de los valles mineros excede, por su calado, el marco regional. Según un estudio elaborador por la Fundación BBVA que fue hecho público el pasado año, tres concejos del Nalón y el Caudal están entre los municipios españoles que más población perdieron en la primera década del presente siglo. Se trata de Mieres (que ocupa el cuarto lugar de la lista), Aller (noveno) y San Martín del Rey Aurelio (undécimo). El listado también incluye a Cangas del Narcea, Tineo y Valdés dentro de las primeras quince posiciones.

La alta tasa de paro juvenil ha sido un notable acicate para la emigración en los últimos años. La estrategia de captación y asentamiento de empresas a través de las ayudas de fondos mineros que restituyeran el tejido económicos perdido no ha dado los frutos deseados. Tampoco han sido un imán suficiente poderoso para retener o atraer residentes el precio de la vivienda (más asequible que en otros concejo de la zona central de Asturias), las reformas urbanas o la mejora de las comunicaciones.

Las Cuencas están en el centro geográfico de la región, pero parecen haber quedado desplazadas del núcleo económico y poblacional del eje metropolitano, según los expertos. En el estudio «Población, administración y territorio en Asturias», publicado por el Consejo Económico y Social (CES) en 2007 y coordinador por Aladino Fernández, geógrafo y ex alcalde de Langreo, ya se apuntaba que «las cuencas mineras han quedado excluidas de este funcionamiento metropolitano y vienen a sustituir a los espacios rurales y de montaña en la transferencia de efectivos a las ciudades definitivamente hegemónicas y a su ámbito de interrelación (los municipios de Siero, Llanera, Carreño y también Corvera)» por lo que «de yacimiento hullero pasan a ser yacimiento demográfico». La tendencia no ha conseguido revertirse en los últimos años.

El mismo estudio, que señala que las comarcas mineras bajarán hasta los 136.000 habitantes en 2025 de seguir con la merma actual, destaca que la «promiscuidad» en los usos del suelo, industrial y residencial, favorece el éxodo por el rechazo que genera entre la población.

En cualquier caso, no es la emigración la única causa que justifica la merma demográfica tan acusada de los últimos años. La baja tasa de natalidad unida al alto índice de envejecimiento deriva en un saldo vegetativo altamente negativo. La estadística del último año revela que las defunciones duplicaron a los nacimientos en las Cuencas, 2.001 frente a 963. La pirámide poblacional arroja, además, que el grupo de vecinos menores de 15 años representa un 9,7 por ciento del total, un punto por debajo de la media asturiana, mientras que los mayores de 65 suman el 23,4 por ciento, dos puntos superior al promedio regional.

Para el geógrafo José Prada -último Premio de investigación del Consejo Económico y Social (CES) de Asturias por un trabajo sobre la reconversión en la comarca del Nalón- «hay una menor masa poblacional que consume servicios, trabaja y vive en zona, por lo que aspectos como los impuestos o la actividad comercial se resienten. El precio de la vivienda se abarata, lo que bien gestionado podría resultar atractivo para atraer nueva población, pero eso conllevaría previamente una mejora ambiental y de la oferta residencial». Y añade: «Al final es la pescadilla que se muerde la cola; si hay menos gente, la zona es menos dinámica, pierde atractivos y esto hace que otras personas emigren y que en paralelo no se atraiga a nuevos residentes, por lo que la situación se agrava».

Por su parte, el sociólogo Holm-Detlev Köhler considera lógica la pérdida de población sufrida ya que no era posible mantener las cifras de la época dorada de la siderurgia y la minería. «Las Cuencas llegaron a rondar los 200.000 habitantes gracias a la autarquía franquista y a la dependencia del carbón como fuente autóctona. Eran unos números hinchados y lo normal era que se produjera una caída». En opinión de Köhler esa merma demográfica era «inevitable» aunque quizá «se podría haber evitado que el declive fuera tan duro».

El profesor de la Universidad de Oviedo señala que la falta de trabajo «empujó» a los jóvenes a emigrar, aunque también hubo otros factores. «No se pusieron en marcha iniciativas culturales juveniles, espacios de creación, música, arte o deporte que vincularan a la juventud con el territorio. Creo que con actuaciones así se habría logrado un mayor arraigo social, pero todos los recursos se destinaron al cambio de modelo económico que, obviamente, era muy importante».

Para Köhler la merma del padrón de las Cuencas es un proceso que no ha tocado fondo y que durará «años y décadas incluso, aunque sea a un ritmo menor y no como en los años noventa». «Lo más preocupante es que las grandes inversiones de fondos mineros no van a volver. Se ha dejado pasar la ocasión», concluye.

«El éxodo juvenil está generando una sociedad más envejecida e inactiva, y una falta de dinamismo, iniciativa y creatividad»

<Holm-Detlev Köhler >

Sociólogo, profesor de la Universidad de Oviedo

«El precio de la vivienda, más barato, supone un atractivo, pero hace falta una mejora ambiental y de la oferta residencial»

<José Prada Trigo >

Geógrafo