El Real Titánico de Laviana cumplirá 100 años el próximo mes de abril. Fue el primer equipo de fútbol importante que se organizó en esta cuenca del Nalón. Su nombre fue tomado del trasatlántico inglés «Titanic», que se hundió en abril de 1912 frente a las costas de Terranova, pereciendo en el naufragio más de 1.500 personas.

Nos referiremos, sobre todo, a los orígenes del club poleso. En esta comarca el fútbol es también producto de la primera revolución industrial. Lo introdujeron jóvenes universitarios, hijos de la burguesía local. Ángel Álvarez, «Angelín», que perteneció al primer Titánico, declaraba a Carlos Cuesta hace veinticinco años que «en el verano de 1910 José Gutiérrez, "Chepe", que estudiaba en Pamplona y solía ir de vez en cuando a Inglaterra, apareció en Laviana con un balón de cuero que "nos dejó a todos anonadados: aquel verano no se hablaba de otra cosa en la zona"».

En 1885 el ferrocarril de Langreo empieza a transportar carbón y pasajeros desde Laviana hasta el mar. Por eso no es casual que el Titánico se vista de rojiblanco como el Sporting, según Germán Ojeda. Tampoco es mera coincidencia que el Titánico juegue en un campo que se llama Las Tolvas, nombre de los depósitos utilizados para almacenar y cargar carbón.

La historia del Titánico estuvo unida desde un principio a la del Racing Club Langreano de Sama, fundado en 1914 y desaparecido en 1961 para fusionarse con el Círculo Popular de La Felguera, surgiendo el actual Unión Popular de Langreo. Antes de que ambos clubes se constituyeran formalmente, aprovechando las vacaciones veraniegas, muchachos de Sama y de Laviana organizaban partidos amistosos con motivo de las fiestas de Santiago Apóstol y de la Virgen del Otero, cruzándose apasionadas apuestas entre los aficionados de los dos pueblos: tal era el interés que ya suscitaba el fútbol.

Asimismo, destacados jugadores del Titánico se incorporaron al Racing desde un principio. Angelín manifestaba en la citada entrevista que, para fichar por el equipo langreano, le habían ofrecido un trabajo en una sucursal bancaria. Su ficha era de siete duros por temporada -poco más de dos euros- , «una cantidad nada desdeñable en aquellos tiempos». Antonio Pérez Hidalgo (abuelo del eurodiputado ovetense Antonio Masip) era entonces el presidente racinguista y también director del Banco Herrero de Sama.

Además de Angelín, en distintas etapas llegaron al Racing procedentes del Titánico: Máximo, Luis y Graciano García-Ciaño, Moreno, Aníbal, Manolín, Botero, Daniel, Tani, Vidal, entre otros. A propósito: en 1954 Botero era traspasado al Valencia, que militaba en Primera División. Y con motivo de ese traspaso Valencia y Racing jugaron en Sama un partido amistoso, registrando el Torre de los Reyes una de las mejores entradas de su historia.

Los éxitos de un club de fútbol suponen siempre un orgullo para sus socios, su público, su pueblo. Fue en el decenio de los noventa del siglo pasado y principios del actual cuando el Titánico logró clasificarse en cuatro ocasiones para disputar la fase de ascenso a la Segunda División B: una auténtica proeza para un club de sus características.

Se dice que el fútbol es un lujo vital. Una pasión inexplicable. Uno de los protagonistas de la película «El secreto de sus ojos» declama con vehemencia que «un tipo puede cambiar de todo, de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de Dios, pero hay una cosa de la que no puede cambiar. No puede cambiar de pasión». De la pasión por su equipo favorito. El Real Titánico es ya una pasión centenaria, además de una ineludible referencia deportiva e histórica para su pueblo. Sólo nos queda desear lo mejor a los que en el presente aún mantienen viva esa pasión futbolística en Laviana.