La sidra y la mina tienen una larga tradición de maridaje, por más que una mente cantarina trate con sus exabruptos de avinagrarla. El concejal de Foro en Gijón, el cantante Carlos Rubiera, critica los millones que se llevan las minas cuando van a ser cerradas y apunta en su desafinada partitura que mejor hubiera sido destinarlos, por ejemplo, a la sidra, campo en el que los vascos avanzan con ventaja. ¿Por qué tienen que ser excluyentes la manzana y el carbón? Máxime en unos territorios que gozan del honor de ser punteros en su consumo y tienen en la plaza Requejo de Mieres uno de los monumentos de la bebida asturiana. Si recurrimos a las expresiones sidreras, podemos afirmar que la declaración de Rubiera «¡tira p'atrás!»; «ye de fondones», hecha con mezclas de sobrantes de otras botellas; «ye de nisu o piescu», tan mala que no tiene ni fruta; o «ye puxarra», fabricaba con la magaya del prensado de la manzana. El asturianista Rubiera debería escanciar mejor sus ideas, para que no lleguen al vasu muertas y puedan tragarse.