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La fantasma del zapato rojo

La muerte de Eugenia Ríos a manos de Anisia Álvarez, "La Antroxina", en el cementerio de Mieres, un suceso real que acabó convirtiéndose en leyenda

La fantasma del zapato rojo

Uno, al que como saben los más cercanos, le gustan las historias de fantasmas, guarda en su memoria el reparo a acercarse al cementerio civil de Mieres en las vísperas de la festividad de Todos los Santos, porque allí -según se contaba hace ya demasiados años- al llegar esa fecha había quien podía oír entre los susurros del viento los lamentos de una mujer pidiendo socorro. Hasta aquí la cosa no parece nada original ya que seguramente esta combinación de voces misteriosas, cementerios y fechas señaladas se repite por otros lugares, pero el asunto ya toma otro matiz si les digo que los más audaces sabían explicar que las quejas procedían del espíritu de una mujer a la que habían matado en la vía de Baltasara y que desde entonces buscaba a su asesina siguiendo los raíles con un zapato rojo en la mano.

Es una escena terrible, pero hay que reconocer que cumple con todos los requisitos que se buscan en este tipo de historias que nos acercan al mundo de los espíritus. Ahora, cuando ya casi la tenía olvidada, la casualidad o lo que quiera que haya sido me ha hecho encontrar en las páginas de un viejo periódico la noticia del caso real que dejó su huella en la memoria colectiva, con fecha, nombre de sus protagonistas e incluso la mención al zapato rojo.

Y para contarlo debemos situarnos en el camposanto mierense y remontarnos a las primeras horas de la tarde del 1º de noviembre de 1911 cuando, siguiendo la tradición centenaria que acompaña a ese día, estaba abarrotado. Dice la crónica que de pronto, sobre el rumor de las plegarias, empezaron a oírse con claridad los gritos desgarradores de una mujer que pedía socorro desde la vía carbonera que baja paralela al riachuelo que recorre el valle de San Juan.

Unos muchachos fueron los primeros en pasar el pequeño puente que atraviesa el río y al otro lado se encontraron con una joven tirada en un charco de sangre, que hacía esfuerzos sobrehumanos para incorporarse ayudada por quienes habían presenciado el crimen, pero cuando quisieron ponerla en pie perdió la vida en sus brazos. Mientras tanto, los visitantes del cementerio empezaron a aglomerándose en el lugar, hasta el punto de que cuando se presentó allí el médico llamado por el juzgado para certificar la defunción, la Guardia civil tuvo que intervenir para despejar el escenario del suceso.

La muerta se llamaba Eugenia Ríos y presentaba numerosas heridas por arma blanca, entre ellas una en el bajo vientre con salida de los intestinos, fatal de necesidad y su cadáver fue conducido al depósito judicial, que está en el mismo cementerio, a pocos pasos del sitio donde se desarrollaron los hechos.

Pocas horas más tarde fue detenida su asesina, Anisia Álvarez, conocida como "La Antroxina", en el lugar de El Corión, entre Ablaña y Loredo, cuando se encaminaba junto a su novio a la casa de sus padres que vivían en La Pereda. A la mañana siguiente prestó declaración ante el juez municipal y por la tarde la repitió a instancias del juez instructor de Lena, quien permitió que contestase a las preguntas de un periodista que salieron publicadas en la edición del día 3 de noviembre.

En la entrevista se mostraba una evidente simpatía por Anisia, definida como una muchacha bajita, pero muy simpática, que se mostraba bastante serena, aunque se notaba en sus ojos que había vertido abundantes lágrimas. La joven tenía entonces veinte años y solo llevaba tres meses casada, aproximadamente el mismo tiempo de enfado con su víctima con la que había mantenido buena relación hasta el día en que discutieron porque se interpuso cuando estaba golpeando a una niña.

Según ella, desde entonces sufría sus insultos y la tenía miedo por que era más fuerte y además la protegían sus hermanos; por ello había empezado a llevar un cuchillo escondido entre sus ropas para protegerse de una posible agresión. Hasta que pasó lo inevitable: las dos acabaron encontrándose aquella tarde junto al cementerio; discutieron; ella posó en el suelo un cabás con castañas y un cesta vacía que llevaba y se enzarzaron en una pelea que las hizo rodar por el terraplén de la vía. En medio de su ofuscación cuando quiso darse cuenta se encontró clavándole el cuchillo.

Luego, la dejó allí dando voces, olvidando en el lugar con las prisas uno de sus zapatos rojos y con el cabás y la cesta siguió su camino hasta El Polear, donde mantuvo una breve conversación con la guardesa y se dirigió por medio de la villa hasta la farmacia de los hijos de Palau. Su relato seguía contando que cuando llegó al establecimiento, la dueña, que estaba sola, se extrañó de verla un tanto agitada y con manchas de sangre en la cara y manos, y la preguntó qué había sucedido. Anisia contestó primero que se había caído y luego, ante la insistencia de la farmacéutica, confesó que había tenido una pelea, enseñando su cuchillo, entonces la señora de la casa, asustada, la ordenó que se marchara y así lo hizo, después de dejar la nota que traía con las castañas en el patio que hay detrás de la casa y esconder el cuchillo entre las barreduras.

Al poco llegó el dueño don Higinio Blanco, quien puso en conocimiento de las autoridades y de la Inspección municipal lo que acababa de ocurrir. Mientras tanto, la asesina ya había tomado por las calles de la Vega hasta salir a la vía carbonera del grupo Mariana, siguiendo por ella hasta la Camposagrado, donde se encontró con un guardia civil que era conocido suyo; le contó que iba a casa de un vecino que vivía por allí, pero en cuanto se escapó por el ferrocarril del Norte hasta que fue detenida.

En primavera se celebró la vista de la causa instruida por el Juzgado de instrucción de Lena contra "La Antroxina" ante una verdadera multitud que se había dado cita en la Audiencia para presenciar la vista del curioso caso. Formaban el Tribunal de Derecho tres magistrados, uno de ellos como suplente, y a la fiscalía del Ministerio público se sumó la acusación privada ejercida por el letrado D. Juan Fernández de la Llana, mientras de la defensa de la procesada se encargó el abogado D. Pedro Rodríguez Arango.

En las conclusiones del fiscal se resumieron los hechos de esta forma: "Entre las tres y tres y media de la tarde del 1º de noviembre de 1911, la procesada Anisia Álvarez (a) "La Antroxina", que tenía resentimientos anteriores con Eugenia Ríos Huelga, a la que en distintas ocasiones había ofrecido rematar con un revólver que al efecto traía consigo, se encontró con esta que regresaba de la villa de Mieres para su casa, en el punto llamado La Pedrosa, cruzándose ambas en el camino sin decirse palabra alguna, y a los pocos pasos, yendo ya la Eugenia de espalda, posó la Anisia un cesto que llevaba en la cabeza. Del expresado cesto sacó la procesada un cuchillo de 32 centímetros de largo, por cuatro de ancho, que a prevención llevaba para agredir a la Eugenia, y abalanzándose sobre ésta súbitamente, y de un modo inesperado, por la espalda, la hizo caer al suelo, en cuyo momento y sin poder la Eugenia defenderse, le clavó el cuchillo múltiples y repetidas veces?"

Por su parte, la defensa salió al estrado para calificar el hecho realizado por la procesada como un delito de homicidio, pero apreciando a su favor la eximente de legítima defensa y se pasó a escuchar a la procesada, quien explicó como días antes había tenido una riña con la Eugenia y desde entonces entre las dos existían algunos resentimientos, y la Eugenia cuando veía a la Anisia la apedreaba y la dirigía amenazas de muerte, siendo esta la causa por la cual llevaba el cuchillo en la cesta el día del crimen. Añadió que el día 1º de noviembre se encontró con la interfecta, quien la insultó; agregó que entonces ella la reprendió, diciéndole que la dejase en paz, pero lejos de hacer caso, lo que hizo fue darle una bofetada. Entonces posó la cesta en el suelo, y luchando cayeron las dos, y en esta situación y ciega de furor, sacó de la cesta el cuchillo y con él asestó varios golpes a la referida Eugenia, sin saber lo que hacía.

Acto seguido los testigos presenciales del crimen manifestaron que vieron a la procesada hundir repetidas veces el cuchillo sobre el cuerpo de la víctima, la cual no cesaba de gritar "por Dios, déjame ya", y ella, a pesar de esta súplica, continuó dando cuchilladas a la Eugenia con gran ensañamiento, hasta que vio a esta completamente exánime.

No queda espacio para más detalles, pero les diré que el veredicto del Jurado fue de culpabilidad, apreciando las atenuantes de la defensa y Anisia Álvarez, fue condenada a doce años de reclusión.

Como verán el asesinato del zapato rojo existió, lo que resulta más difícil de demostrar es que la víctima aún se pasee por las proximidades de nuestro camposanto pidiendo justicia, pero si tienen razón aquellos que dicen que los espíritus solo descansan cuando alguien les hace caso, espero que la publicación de este relato pueda ayudar a nuestra fantasma a recobrar su paz.

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