La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Velando el fuego

Los vientos de la vida

La resistencia de los trabajadores en el conflicto de Felguera Melt

Los vientos de la vida

Así como resulta imposible ponerle vallas al campo, así también parece una aventura fallida la de intentar colocarle un freno a ese caballo desbocado que es el tiempo. Si nada hay que no pueda sobrevenir, como dijo Sófocles en la parte final de una de sus citas, tampoco hay nada que no pueda solucionarse si estamos dispuestos a resistir hasta las últimas consecuencias, como nos anima la letra de una canción del Dúo Dinámico.

Quienes vivimos esa época mágica o dorada de los años sesenta, sabíamos que las canciones ye-yé y el pop británico y francés andaban de la mano, y también éramos conscientes de que los niños no colgaban del pico de las cigüeñas, más allá de las mentiras interesadas que nos contaban pero que nosotros estábamos aprendiendo a desvelar. Todo era posible, nos decíamos, así que, al modo de entonces -música, ropa y estilo nuevo-, aguardábamos la llegada de esa gran revolución que iba a cambiar los pies y la cabeza del mundo, y a la que nosotros estábamos a punto de asistir como testigos privilegiados. Más cerca del corazón, había siempre unos ojitos negros que nos miraban (o al menos así nos parecía), y por eso buscábamos en una muchacha como ella el duplicado de nuestra identidad. Éramos jóvenes, sin duda, teníamos a veces quince años y, en todo caso, los vientos de la vida nos eran favorables. Podíamos permitirnos lanzar al aire los dados de la suerte, sabedores de que siempre tendríamos una nueva oportunidad.

Pero, oculto en algún rincón de nuestro inacabable optimismo, latía la sensación de que el tiempo era también un material maleable, y que, por tanto, el pasado, el presente y el futuro estaban destinados a reciclarse en cada instante.

Esa sensación de vuelta atrás, de entender que el porvenir cuelga siempre de un hilo y de que nosotros somos los encargados de mantenerlo bien ajustado, fue la que me embargó cuando asistía a las concentraciones de apoyo a los trabajadores encerrados de Felguera Melt. Y, sobre todo, se me ponía una piedra en la garganta cuando escuchaba, desde el altavoz que estaba instalado en el balcón del ayuntamiento, la música y la letra con la que el Dúo Dinámico nos transmitía un mensaje de esperanza, a poco que nosotros estuviéramos dispuestos a resistir erguidos frente a todos. Aunque se nos cierren las salidas y nos pongan contra la pared, o, incluso, cuando nos amenace la locura o en nuestra moneda salga cruz.

Es sabido que, en la actualidad, los vientos de la vida se parecen más a un ciclón desenfrenado que se está llevando todo por delante. Y, en el caso de la empresa Duro Felguera, lo hace además sin importarle para nada los destrozos humanos que va dejando a su paso. El ejemplo del actual conflicto resulta a las claras revelador de cómo esta empresa, y desde hace ya muchos años, ha formado una espiral que golpea sin piedad en el centro de gravedad económico de los trabajadores, y todo para así aumentar la intensidad de su cuenta de resultados.

Para los descreídos, de buena o de mala fe: no hay nada que hacer, no merece la pena luchar?, sirvan los casos recientes de los conflictos del Metro o de la huelga de la limpieza de Madrid. En ambos, a pesar de tantos vientos huracanados como soplaron contra los trabajadores, el junco consiguió permanecer en pie.

Resistir para seguir viviendo. Algo más que una frase.

Compartir el artículo

stats