La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Historias heterodoxas

La hija del administrador

La pintora Concha Mori pasó sus mejores momentos en Mieres y mantuvo una estrecha relación con la villa hasta su fallecimiento, en 1972

Concepción González Morí y Martínez nació en Oviedo en 1883 y falleció en Gijón en agosto de 1972, también vivió en Madrid, pero puede considerarse una pintora mierense porque aquí pasó los mejores momentos de su vida, se casó y obtuvo la inspiración para sus obras más conocidas, que firmaba simplificando su nombre como Concha Mori.

No era habitual en su época que una mujer pudiese dedicarse con algún éxito a la creación artística, pero Concha pudo hacerlo gracias al ambiente familiar que rodeó su infancia: uno de sus abuelos también había sido pintor y su padre, Nicolás, heredó la misma afición que compartía con la música. Siguiendo un modelo que se encuentra con más frecuencia en centroeuropa que en España, al hombre le gustaba pasar algunas tardes tocando el violonchelo acompañado por su mujer, Martina, y sus hijos Concha y José, ella al piano y él con el violín.

Por eso, cuando se hizo patente que la pequeña tenía una habilidad especial con los pinceles, en casa decidieron costearle los mejores maestros de la capital. Así se puso primero en manos del prestigioso Alejandro Ferrant, director del Museo de Arte Moderno de Madrid y miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, quien entonces daba clase también de acuarela en la sección que la Escuela de Artes y Oficios tenía abierta en la calle de Marqués de Cubas y luego, en 1905, entró en el taller del asturiano Luis Menéndez Pidal junto al gijonés Manuel Medina para preparar la Exposición Nacional de Bellas Artes que se iba a celebrar al año siguiente. Ella presentó tres cuadros y obtuvo una mención honorífica, que volvió a repetir en 1908.

De Menéndez Pidal ya hemos contado algo en otras ocasiones. Nacido en Pajares, era habitual del Museo del Prado donde se había formado como copista de los clásicos, aprendiendo unas técnicas que luego reprodujo magistralmente en sus propias creaciones. Su modelo preferido fue Velázquez, sobre él versó su discurso de ingreso en la Academia de San Fernando y en marzo de 1899 participó en la Comisión que se encargó en El Prado para conmemorar el IV Centenario del nacimiento del sevillano.

Llegó a estar tan influido por el pintor sevillano que cuando presentó su obra "El espejo del bufón", algunos críticos la consideraron un plagio de los personajes velazqueños. Luis Menéndez Pidal supo inculcar sus preferencias a Concha Mori, quien fue depurando su técnica hasta que también pudo trabajar en el Museo del Prado como copista. Allí lo hizo con tan buena maña que el cronista Patricio Adúriz, conocido por el rigor y la exactitud de todos los datos que fue publicando sobre los personajes de su villa, contó la anécdota de que la crítica de entonces dijo que la asturiana había robado el natural de "Los borrachos" a su autor, que como ustedes saben fue el mismo Velázquez.

Concha Mori vivió en Madrid en el número 11 de la calle Churruca y en esta época pintó sobre todo tipos gitanos y escenas familiares como el retrato de su madre, en 1906. En aquel ambiente pudo conocer a otros jóvenes de su misma generación que empezaban a destacar en los concursos y certámenes que en aquellos años formaban parte de la vida social del país y eran seguidos de cerca por un amplio público gracias a las revistas gráficas e ilustradas que reproducían habitualmente las novedades del mundo artístico.

En la capital de España se daban cita entonces, compartiendo aulas y aprendizaje, algunos debutantes contra los que tuvo que competir en alguno de aquellos galardones a los que era forzoso concurrir si se quería ser alguien en el mundo de la pintura y que llegarían a ser figuras de primer nivel. Hablamos por ejemplo de los vascos Ramón de Zubiarre, Ignacio Zuloaga y Elías Salaverría o el extremeño Eugenio Hermoso, con los que ella nunca perdió la relación a lo largo de su vida.

Concha fue una pintora polémica: para Patricio Adúriz la pintora fue "una excelente retratista", sin embargo el crítico Jesús Villa Pastur, fallecido en 2001 a los 90 años, mantuvo otra opinión muy diferente que también debemos recoger.

Él la incluyó en la primera promoción de pintores asturianos del siglo XX, donde figuran algunos de los mejores artistas que ha dado esta región como Evaristo Valle, Nicanor Piñole o José Ramón Zaragoza, el mismo grupo donde cita también a Manuel Medina Díaz, Ángel García Carrió, los hermanos Nicolás y Florentino Soria y otra pintora mierense muy poco conocida: Adela Yoli Álvarez. Sin embargo la consideraba como una pintora de segunda fila y dejó escrito que "de ella se recuerda algún retrato sin gran interés y de escaso relieve artístico", llegando a dudar incluso de su presencia en las exposiciones de 1906 y 1908. El crítico, famoso por su carácter adusto y la firmeza con que mantuvo siempre sus opiniones, creó el Certamen de Pintura de Luarca y mantuvo años después una polémica en su seno cuando se pensó en convertirlo en una convocatoria específica para mujeres.

El hecho es que parece indudable que en esta ocasión se equivocó tanto al expresar sus reparos sobre la presencia de nuestra pintora en las muestras de la primera década del siglo como al limitar su producción al campo de los retratos y aún más al menospreciar su calidad en este campo.

En 1907 Concha Mori dejó Madrid y retornó a Asturias para establecerse en el domicilio familiar, que por aquel entonces estaba en Mieres. Su padre trabajaba como administrador de la sociedad anónima "Unión Asturiana", dedicada a fabricar mercurio y arsénico, dueña de las minas de cinabrio de La Peña que al entrar el siglo estaban compuestas por las concesiones "Asturiana", "Confianza", "Peregrina" y "Santa Bárbara", con cuatro pertenencias cada una; "Esperada" y "Gallarda" con tres y "Felicidad" con ocho, que en conjunto abarcaban unas 340 hectáreas.

En aquel momento la villa del Caudal se encontraba en plena expansión, atrayendo a multitud de trabajadores que se acercaban a estas minas pero sobre todo a las de carbón y a los hornos de la fábrica que seguía en manos de los Guilhou. A la vez crecía una pujante clase media formada por comerciantes, industriales de todo tipo y mandos de las empresas. Allí encontró Concha a sus amigas: Magdalena y Carmen Alperi; Rosario Cuesta, Pura Menéndez y sobre todo su sobrina Rosario Álvarez.

Esta se casaría con Faustino Fernández Gutiérrez, quien iba a pasar a la historia como alcalde de Aller y que protagonizó en 1940 la triste denuncia de los miembros de la última corporación republicana, quienes fueron condenados a pagar 5.000 pesetas y las costas, dándose el caso de que como algunos ya habían fallecido o estaban en rebeldía, fueron sus descendientes quienes tuvieron que asumir la multa.

Pero esta es otra historia. El caso es que la pareja vivía en aquellos años en el Palacio de Piñeres y allí pasó Concha Mori algunas temporadas, descansando y completando algunos apuntes que había tomado primero en Mieres entre los paisajes y las minas de La Peña. De estos años son también los retratos que la dieron más fama en Asturias y en los que plasmó -siguiendo la costumbre velazqueña- a dos de aquellos personajes populares que se dejaban ver por los mercados y las fiestas de las cuencas mineras: Xuaquín de Cenera y Elías "Tiruliru".

Concha se casó el 20 de enero de 1919 en el Santo Cristo de La Peña con Rómulo Álvarez Rodríguez, autor de muchas de las fotografías por las que hoy conocemos el Mieres de los años 20. Su marido era hermano de "Benxa", el autor del Laminarium al que desde aquí prometo dedicar otra de estas historias. La pareja no tuvo hijos y acabó asentándose definitivamente en Gijón cuando él empezó a trabajar en la empresa "Iglesias Blanco S. L.". Fueron buenos viajeros, frecuentaron San Sebastián y nunca se olvidaron de la Montaña Central. En la posguerra volvieron frecuentemente a sus escenarios preferidos: Mieres, Piñeres y el Pajares de su maestro Menéndez Pidal, que fueron inmortalizados por Rómulo con su cámara.

En noviembre de 1960 Concha Mori se quedó viuda y se refugió aún más en la pintura. Dos años después realizó un gran lienzo de tema religioso que donó a la Comunidad de Begoña. Siguió viviendo en el segundo piso del número 30 de la calle Calvo Sotelo, en Gijón, pero hasta el momento de su muerte estuvo relacionada con Mieres y sobre todo con el círculo que alrededor de Luis Fernández Cabeza y del semanario "Comarca" convocaba todo tipo de actividades para mantener la cultura del concejo.

Concha Mori tuvo una larga vida y siguió pintando y exponiendo casi hasta el momento de su muerte. Su nombre figura en el callejero de Gijón; en Mieres apenas se la recuerda.

Compartir el artículo

stats