Ignacio Patac Pérez-Herce fue un buen ingeniero, investigador y escritor, conocido sobre todo porque sus estudios geológicos condujeron a la puesta en marcha de la emblemática mina La Camocha, que comenzó a producir carbón en 1932 de la mano de los hermanos Felgueroso, y también por haber comercializado un encendedor para lámparas mineras que llevaba su apellido.

El "encendedor Patac" obtuvo la patente por 20 años en 1911. Según dicen los expertos en lámparas mineras, tenía la ventaja de que la mecha apenas sobresalía del contenedor, no viciaba el aire de su interior y se prendía rápidamente gracias a un chisporroteo intenso y de poco recorrido; además podía regularse a gusto del usuario y de paso evitaba el peligro que siempre traían los que usaban tiras de algodón parafinado.

El único problema para su implantación vino de una competencia muy próxima, los modelos equipados con encendedores verticales u horizontales tipo Koch fabricados por Adaro, que gustaron más y se comieron el mercado. De modo que el 1 de Enero de 1916 Patac perdió los derechos sobre su patente al dejar de pagar la anualidad que le exigía su mantenimiento.

Ignacio Patac Pérez-Herce había nacido el 27 de Marzo de 1875 en el seno de familia gijonesa que dio varios prohombres a esa ciudad. En Gijón hizo sus estudios en el Instituto Jovellanos antes de viajar a Madrid para obtener su licenciatura de minas. Cuando consiguió su titulación pudo trabajar en varias empresas asturianas y en 1911 -el mismo año en el que andaba a vueltas con su mechero- ingresó en el Cuerpo de Ingenieros de Minas y fue destinado al distrito de Palencia. Allí estuvo siete años hasta que en el curso de 1919 fue nombrado profesor de Geología y Yacimientos de la Escuela de Facultativos de Minas de Mieres.

En 1927 dirigía la Revista Industrial-Minera Asturiana y acababa de ingresar en el Instituto Geológico y Minero de España, donde prestó servicios hasta 1935. Pero el ingeniero era además un prestigioso divulgador científico acostumbrado a impartir conferencias por toda España.

El 24 de mayo de aquel 1927, el diario El Imparcial se refería a una de esta charlas públicas mediante una carta dirigida al director de ABC firmada por un seudónimo que nos hace imposible conocer a su autor, pero que muy bien pudo haber salido de la misma redacción del periódico para poder criticar de esta forma la calidad de las informaciones que su rival ofrecía a los lectores.

"El abajo firmante", que ese era el nombre que figuraba al final de la misiva, se extendía explicando una duda que le había surgido tras leer la crónica de las conferencias dictadas en el madrileño Instituto Católico de Artes e Industrias por Ignacio Patac sobre las minas de Asturias. Allí el ingeniero había afirmado que la potencia de las minas asturianas era superior a las belgas pero que no podían competir con ellas por la mala gestión de las explotaciones, mientras "el abajo firmante" aseguraba que esta opinión era un error puesto que el atraso económico del carbón asturiano se debía a la topografía del terreno y la verticalidad de las capas que hacían imposible aplicar los modernos sistemas de laboreo.

Pero el objeto de la carta estaba centrado en criticar un error concreto. En el ABC se explicaba que Ignacio Patac era profesor de Geología en un lugar que no existía: la Escuela de Minas francesa de Mieres: "He preguntado a medio mundo -se leía en la carta- y resulta que nadie tiene noticia de semejante Escuela francesa en Mieres, población de 28.000 habitantes, donde no podía pasar desapercibida. En cambio me ha dicho un ingeniero español que existe en Mieres una Escuela Nacional de Ayudantes de Minas, honra y prez de la ciencia española, pues los técnicos españoles la dirigen y explican sus cátedras, por las cuales han desfilado sabios como Adaro, Orueta y otros. Salen de dicha Escuela facultativos que con el modesto título de Ayudantes son más ingenieros que la mayor parte de los extranjeros que así se titulan?"

Efectivamente, en Mieres funcionaba la Escuela de Capataces, o para ser exactos con la denominación que había estrenado en 1925, la Escuela de Maestros Mineros y Ayudantes Facultativos de Minas, con un prestigio que se conocía hasta en las últimas explotaciones de país y que además en aquel momento se encontraba en pleno proceso de ampliación debido tanto al crecimiento demográfico de Mieres como a la demanda de matrícula de la propia escuela.

La villa del Caudal estaba viviendo sus mejores tiempos y todo se quedaba pequeño. La vorágine del progreso se llevó por delante aquel año gran parte de su pasado, incluyendo -como saben- una iglesia románica, que fue derruida para construir en su lugar otro templo que albergaba a más gente. En medio de esa actividad, el arquitecto municipal José Avelino Díaz Fernández-Omaña había presentado su proyecto de obra para la escuela en octubre de 1926 y estaba pendiente de su aprobación, que no llegaría hasta el 15 de marzo de 1928 con un presupuesto que superaba las 227.000 pesetas y que se repartían el Ayuntamiento, la Diputación provincial y el Estado.

Consultando la hemeroteca para ver lo relativo a la conferencia que criticaba El Imparcial es cierto que Ignacio Patac Pérez-Herce dio dos conferencias en días sucesivos en el Círculo Católico de Artes e Industrias madrileño. ABC cubrió la información de ambas en la misma columna el 22 de abril de aquel 1927. Según el periodista, la primera tarde la había dedicado efectivamente al escaso rendimiento de las minas asturianas y fue en este comentario donde se escribió lo de la Escuela francesa.

No sabemos de donde pudo proceder su error, tal vez alguien le informó de lo que la industria local debía al capital galo y en particular a la familia Guilhou y el hombre se lió con los datos.

La segunda charla también fue curiosa, pero como tuvo un carácter más técnico, El Imparcial no se atrevió a buscar errores en la reseña. Patac la dedicó al carbonífero superior marino en España, seguramente porque en aquel momento andaba empeñado en la búsqueda que iba a concluir con la puesta en explotación de La Camocha, esa que "dicen que va baxo el mar".

El ingeniero, siempre a la última, acompañó su discurso con la tecnología de la época y el público pudo ver proyecciones con los cortes estratigráficos de las diferentes cuencas españolas señalando la importancia económica que podía deducirse del estudio sistemático de su naturaleza, a la vez expuso un interesante plano geológico en el que se podía apreciar como hubo un tiempo en el que el mar cubría las dos terceras partes del territorio peninsular.

Entre la atenta concurrencia se encontraban el presidente del Consejo de Minería don José María Rubio; el Vicepresidente del Congreso del Combustible, señor Artigas; militares, ingenieros y empresarios interesados en uno de los sectores que en aquel momento era fundamental para la estrategia del Estado.

A lo largo de su vida Ignacio Patac Pérez-Herce compaginó sus actividades académicas con el desempeño de puestos de responsabilidad en diferentes instituciones públicas y privadas que fueron creciendo en importancia con los años. Su actividad fue reconocida con numerosos premios y condecoraciones e incluso una calle de Gijón lleva su nombre. Falleció en 1967 y su hijo Ignacio Patac García continuó su labor. En Mieres la Escuela de Capataces siguió su propia historia y por sus aulas pasaron los profesores más prestigiosos que ha dado esta región, pero franceses... pocos.