"Este año no habrá jira en el 'prau'. La organización no se hace cargo y queremos que se realice en las calles de Sama". Con esta rotundidad se refirió la Asociación de Hosteleros con respecto al cierre de las fiestas de Santiago. Por primera vez desde que se celebran, la organización corrió a cargo de los hosteleros como solución de emergencia dada la complicada situación que atraviesa "Festejos Santiago", en proceso concursal por sus deudas. Pero los participantes más jóvenes decidieron hacer oídos sordos a la recomendación y mantener la Joécara como lugar predilecto para reunirse en torno a la comida y sobre todo a la bebida.

La idea de los hosteleros fue casi unánime: "La gente es libre de jirar donde quiera, nosotros mantenemos que no nos hacemos responsables". Los participantes, por su parte, fueron mucho más benévolos, y mantuvieron el hecho de que "hay gente que siempre merendó en los bares y para ellos eso no cambia". Otros incluso no eran ni siquiera conscientes del cambio de programa y su intención inicial ya era la de "jirar en las terrazas". Quienes decidieron salir a la calle para disfrutar de la última jornada festiva se dividieron entre los establecimientos y el mercado tradicional situado en la Plaza de España, que llevaba abierto desde por la mañana. El Parque Dorado tampoco se quedó atrás, pero estuvo ya más alejado de la comida campestre. Algunos de los locales ambientaron sus terrazas con música, manteniendo la esencia de lo que es una verdadera jira. "Está claro que no hay por qué jirar en los 'praos', alejados de la civilización", apuntaron de forma irónica. La costumbre de apostar por los bares y establecimientos para la merienda final no es algo nuevo, pero esta vez en Sama si se ha tomado como la única opción controlada por los organizadores.

La Joécara, lugar habitual de la jira, quedó reservada en esta ocasión para los "guajes". Fuera del jaleo palpable en las calles de Sama los más jóvenes apostaron por la bebida en un encuentro más propio de un fin de fiesta. El agua corrió a gran velocidad por unos jóvenes sumidos en el calor. Juegos, risas y baños improvisados con botellas que hacían de duchas fueron lo más destacado de la "segunda" jira. El papel secundario de la fiesta de "prau" propiamente dicha quedó palpable en la ausencia de familias. No hubo encuentro entre personas de las diferentes edades; unos apostaron por lo llano, sentados en las terrazas alrededor de una mesa llena de comida, mientras que los otros fueron mucho menos cuidadosos en una jornada diferente.