Orgullo, lágrimas contenidas y un silencio roto únicamente por una gaita que interpretaba "Santa Bárbara bendita". Más de trescientas personas se congregaron ayer en el pozo San Nicolás (Ablaña, Mieres) para homenajear a los catorce mineros que, en 1995, perdieron la vida en la octava planta. Fue un acto sencillo, pero muy emotivo. En la plaza del pozo se descubrió una placa con los nombres de los fallecidos en la explosión de grisú: Eugenio Martín, Francisco Javier González, Jesús Trapiella, José Ignacio del Campo, Juan Manuel Álvarez, Eduardo Augusto Alves, Elías Otero, Manuel Ángel Fernández , Anatolio Lorenzo, Luis Antonio Espeso, Miroslav Divoly, Michal Klenot, Vlastimil Havlik y Milan Rocek.

Las familias, las de casa y la minera, acudieron al acto organizado por Hunosa en el vigésimo aniversario de la mayor tragedia de la minería moderna en España. Ablaña amaneció ayer, como todos los 31 de agosto de las últimas dos décadas, un poco más oscura. Como si el castillete recordara aquel trajín silencioso, aquellas camillas cubiertas con mantas que salían de la jaula.

Algunos extrabajadores volvieron al mismo lugar, pero pocos hablaron. "Aquello fue muy duro", destacó el alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez, antes del acto. El regidor trabajó en Nicolasa pero, en 1995, era el delegado estatal de seguridad de CC OO: "Me llamaron bien temprano para avisarme del accidente y me empezaron a decir nombres", explicó. Con muchos había compartido tajo, fútbol y felicitaciones por el nacimiento de "los guajes". "Fue un horror", zanjó Vázquez, antes de que la emoción le quitara las palabras.