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El legado de los catorce de Nicolasa

El accidente de Ablaña provocó una mejora inmediata de las medidas de seguridad en los pozos, aunque las causas de la explosión nunca se aclararon completamente

Sobre estas líneas, los mineros sacan tuberías de ventilación del pozo durante el rescate de los 14 fallecidos. A la izquierda, el traslado de una de las víctimas. ARCHIVO LNE

El accidente del pozo Nicolasa, que dejó catorce muertos y del que el pasado lunes se cumplieron 20 años, siempre se ha considerado como un punto de inflexión en lo que a seguridad minera se refiere. Lo atestiguan los expertos, que afirman que, aunque no suficientes porque en esa materia nunca será bastante, los cambios sí favorecieron evitar nuevas catástrofes como la de Ablaña. Los avances más notables fueron los referentes a la ventilación en los pozos, cuya normativa se endureció.

El actual secretario de Salud Laboral del SOMA-FITAG-UGT, Andrés Avelino Gutiérrez, era por aquel entonces un picador en el pozo María Luisa, donde ejercía como primer secretario de la sección sindical. Recuerda la catástrofe de Nicolasa como quizá el peor momento para la minería del carbón en muchas décadas. Ahora, 20 años más tarde, y con una dilatada trayectoria en lo que a Seguridad Minera se refiere, analiza cual fue el legado que en esta materia dejaron los 14 mineros que perecieron aquel día.

"Fundamentalmente hubo cambios en la normativa para que se acotasen los límites que se permitían en la ventilación en los fondos de saco, que fue precisamente donde se produjo el accidente. Además, también se puso en marcha otra Instrucción Técnica Complementaria (ITC) para limitar la concentración de grisú con la que se apagaban los aparatos mecánicos y eléctricos", explica Gutiérrez, que agrega que "realmente se reforzó mucho la seguridad".

Huyendo de lenguajes técnicos, el responsable sindical del SOMA-FITAG-UGT explica que la primera de las nuevas normativas sirvió para que "si antes en la mina había una ventilación 'x', la normativa se cambió para que se ventilase '2x', es decir, para que hubiese un mayor flujo de aire". Un ejemplo sería que en un vehículo, en vez de llevar un cinturón de seguridad, el conductor llevase dos para dificultar que saliese despedido en un accidente.

Además, por otra parte, también se redujeron los límites que estaban establecidos en lo referente a la concentración de grisú. A través de otra ITC, las autoridades rebajaron el 1,5% máximo al 0,5% como límite para que automáticamente se apaguen todos los sistemas eléctricos y mecánicos. Esto se hizo con el fin de evitar que cualquier chispa producida por el material pudiese causar una explosión.

Además, es evidente que los avances tecnológicos han permitido mejorar la precisión y sensibilidad de los grisómetros, que son los dispositivos que controlan la concentración de este gas en las minas. "Ahora hay muchos más que antes y también más modernos", afirma Gutiérrez. Este sistema de seguridad permite que si el grisómetro detecta una cantidad superior al 0,5% de grisú, se apaguen los aparatos eléctricos y mecánicos para evitar que puedan causar una chispa.

Otro de los mayores expertos en Seguridad Minera en Asturias es Jesús Ángel Sierra, jefe de la Brigada de Salvamento Minero de Asturias cuando se produjo el accidente de Nicolasa. A su juicio, en el propio pozo mierense se produjeron avances tras el trágico siniestro: "Cuando entré, vi que había un sistema de ventilación que me sorprendió bastante, ya que no entendía que tuviera que estar sacando una turbina el grisú o el aire viciado del fondo de saco". "Lo más lógico es que la turbina estuviera metiendo aire, como en otros pozos. Yo trabajaba en Samuño, donde había unos fondos de un kilómetro de profundidad, lo que se hacía era meter el aire limpio hacia allí", afirma, para agregar que tras el accidente del 31 de agosto de 1995, en Nicolasa cambiaron los sistemas de ventilación.

Las causas

Lo que aún sigue siendo un misterio fueron las causas de aquel fatal siniestro. "Los accidentes son causales, no casuales, siempre hay una causa", afirma Sierra. Hubo tres informes diferentes, con tres conclusiones diferentes, aunque ninguna de ellas coincidente ni definitiva. Sierra, ya jubilado, se inclina por descartar dos de ellas, y abogaría por la explicación que dio en su momento la Dirección General de Minas: la explosión de un cartucho de dinamita pudo ser la causante de la chispa que provocó el caos. "Es la que más me puede llegar a cuadrar", asegura Jesús Ángel Sierra, que a su juicio también descartaría por completo las conclusiones ofrecidas tanto en el informe de la empresa pública Hunosa, que hablaba de una fallo de un electroventilador -sin descartar otras hipótesis-, como el informe particular de Comisiones Obreras, que achacaba el suceso al minador. "Fui yo mismo quien apagó los ventiladores, y el minador estaba parado cuando bajamos a rescatar a nuestros compañeros. Por ello, puedo asegurar que ninguna de esas dos hipótesis son buenas", afirma Sierra. La ausencia de una conclusión definitiva sobre los motivos del accidente también fue objeto de numerosos pleitos entre la empresa y las familias. Además, cuatro viudas pelearon y lograron incrementar en un 50% las pensiones de viudedad.

Dos décadas después, las incógnitas permanecen. Las familias de las víctimas siguen sin saber que ocurrió aquel 31 de agosto. Algunos hijos de mineros bajan cada día al pozo donde murieron sus padres. Se preguntan porqué y nadie les ha dado aún una respuesta. Una explicación que por fin permita pasar una página de uno de los capítulos más dolorosos de sus vidas.

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