Jaëlle Accard estaba saltando a la comba con sus amigas en el parque de Cabañaquinta. Era la una y veinte de la tarde, había muchos niños porque acababan de salir de la escuela de la capital allerana (situada en un edificio anexo a la zona de juegos). De repente, sintió que una fuerte ráfaga de viento le revolvía el pelo. Casi le soltó la goma que anudaba su coleta. Lo siguiente que recuerda es un estruendo, gente moviéndose rápido y rostros pintados de pánico. Un árbol de más de cinco metros se había desplomado sobre los columpios. "Pensé que mis amigas estaban debajo", aseguró ayer la pequeña Accard, de siete años. Lo que pudo terminar en tragedia se quedó en un gran susto y cinco personas heridas: cuatro niñas, de entre siete y nueve años, y el joven Sergio Afonso. de veintiuno. Una de las pequeñas tuvo que ser trasladada al Hospital Álvarez-Buylla.

El árbol era un frondoso laurel con historia. Los vecinos de Cabañaquinta le quitaban un puñado de hojas cada domingo de Ramos para bendecirlas en la iglesia. Llevaba más de un siglo vigilando el parque desde la altura y, ayer, cayó en el peor momento posible. Era la hora de mayor afluencia al mercado semanal de Cabañaquinta, que se celebra todos los miércoles en una parcela anexa a la zona de juegos. Los niños acababan de terminar sus clases y había reunión de los docentes con los padres. Cerca de medio centenar de escolares, según la Policía Local, estaban jugando en el lugar. Haciendo tiempo hasta la hora de comer.

Sergio Afonso, de veintiún años, fue al parque para cuidar de su prima. Estaba subida al balancín. "Hubo un poco de aire y, a continuación, una ráfaga", señaló. Vio cómo el árbol caía cerca de él. También cómo el padre de un niño de tres años, que estaba en un columpio, lo apartaba rápido para protegerlo. Fue el lugar que recibió todo el impacto pero, afortunadamente, el pequeño no resultó afectado. Su padre lo llevó a casa minutos después, según testigos presenciales. "Estaba llorando mucho, muy asustado", aseguró Accard.

Afonso registró todo en su mente a cámara lenta. No se dio cuenta de que estaba herido porque "sólo pensaba en encontrar a mi prima, no la veía y la busqué por todas partes". La pequeña estaba fuera del parque, detrás de una valla. Miraba la escena atónita. Su primo la abrazó, respirando aliviado: "Cuando estaba allí no me di cuenta, pero la verdad es que podría haber pasado algo mucho más grave", aseguró. Ya más calmado, con su prima en brazos, Sergio Afonso notó el dolor en la cara y fue atendido por los sanitarios.

La intervención fue rápida. Un testigo llamó al Centro de Coordinación del 112-Asturias y dio aviso al ambulatorio. Un equipo de sanitarios y el pediatra de la localidad, Luis Díaz, acudieron en el acto y evaluaron la situación: tres niñas y Afonso presentaban heridas leves, abrasiones en espalda y cara. Pero había una pequeña atrapada parcialmente. La liberaron y fue trasladada al hospital. Tenía un brazo dañado. El pediatra afirmó ayer por la tarde que las radiografías no reflejaron una fractura.

Los médicos llegaron al lugar casi al mismo tiempo que los padres que estaban en la reunión del colegio. Fue la madre de una de las niñas heridas la que dio la voz de alarma. "Cayó un árbol, cayó un árbol donde los columpios", gritó en la sala de juntas. Las familias abandonaron en tropel el centro escolar y corrieron al parque para encontrarse con los pequeños.

Hubo otro momento de tensión. "Una de las mamás no encontraba a su hijo y pensó que estaba debajo de las ramas, la ayudamos a buscarlo", aseguró Pelayo Martínez, de siete años. Él fue testigo de todo lo ocurrido porque estaba jugando al fútbol en el parque. Escuchó un "ruido grande" y vio el árbol caer sobre el columpio. El arco quedó destrozado, pero paró el golpe. Ataviado con su traje del Real Madrid, Pelayo Martínez colaboró en las labores de búsqueda del pequeño. Estaba, sano y salvo, en un establecimiento cercano al parque. Lo habían llevado allí para que se calmara.

La calma volvió pronto a Cabañaquinta. La Policía Local, cuya ágil intervención facilitó las labores, colocó una cinta para evitar el acceso hasta la zona de juegos. Un agente salió de las dependencias del cuerpo municipal, ya a media tarde, y miró al suelo. Allí estaba la comba con la que saltaba Jaëlle Accard sólo unas horas antes. "Esto podría haber sido una de esas desgracias que te cambian la vida", sentenció.

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