Cuentan los veteranos del lugar que hubo un tiempo en que los lunes de mercado en Sama eran un acontecimiento. Cientos de personas procedentes de toda la comarca e incluso de otros puntos de la región llegaban al distrito langreano atraídas por su pujanza comercial y la calle Dorado era una concurrida zona de paseo y compras en la que los jóvenes se echaban el primer vistazo antes de iniciar oficialmente el cortejo. Han pasado los años y el escenario ha cambiado de forma radical como consecuencia de la caída de la actividad económica y el despoblamiento. Esa misma calle Dorado, antaño escaparate de la prosperidad del Valle, ha ido perdiendo fuelle, en una deriva similar a la experimentada por el conjunto de las comarcas mineras en los últimos años.

En la actualidad, una veintena de locales de la calle Dorado y su entorno lucen carteles de venta, alquiler o traspaso. Los comerciantes que han logrado resistir hasta ahora reconocen que ven "con inquietud" el futuro de sus negocios y del conjunto de la comarca. Francisco Javier Alonso es propietario de la perfumería y droguería Alonso, un negocio abierto en los años treinta que antes regentaron su abuelo y su padre. "Desde los años noventa, la falta de trabajo y el éxodo se está notando irremediablemente en el comercio de proximidad, todo ello sumado a la expansión de las medianas superficies", explica Alonso.

Este comerciante expone que la calle Dorado fue tradicionalmente el "gran eje comercial de la comarca, junto a los grandes almacenes del textil próximos a la iglesia como El Mapa, Castaño o Escudero": "Ahora sigue siendo el centro neurálgico de Sama, aunque el problema es la cantidad de bajos comerciales que están quedando vacíos, por cierres o jubilaciones. A los que nos tocó ver el auge comercial que tenía esta zona nos da mucha pena ver cómo ha cambiado todo".

José María Rodríguez pertenece a la segunda generación de pasteleros de la confitería Betty, que lleva dos décadas en su actual emplazamiento de la calle Dorado. A juicio de Rodríguez, el declive de la calle es "un reflejo de lo que está pasando en el pueblo y en las Cuencas en general, que cada vez van a menos. Ahora quedamos un puñado de locales y estamos a la espera de lo que va a pasar con el posible traslado de los juzgados".

Rodríguez afronta el porvenir "trabajando con alegría e ilusión", pero también con inquietud. "El futuro se ve con mucha incertidumbre porque la población va menguando. Hay mucha gente que se marcha y a eso hay que sumar la pérdida de actividad industrial y minera, y la crisis económica. La solución es que haya más trabajo para que todo el mundo pueda gastar un poco en ocio, en regalos o simplemente en vivir. Si no hay ingresos los comercios y la hostelería lo tenemos complicado".

La administración de loterías el "León de oro" es otro de los negocios veteranos de la calle Dorado. Desde 2007 ocupa su actual emplazamiento, pero antes estuvo en otro local, a escasos metros de distancia, durante otros 26 años. Carlos de León regenta el negocio familiar. Reconoce que "ahora hay mucha menos gente y se vende mucho menos". "Ha bajado muchísimo el volumen de población y las prejubilaciones no dan para todo el mundo. Los meses de invierno son espantosos; no hay un alma", esgrime De León, para añadir a continuación: "Esto ya no es la calle Dorado como fue en su día. Hoy en Sama hay menos comercios y está más repartidos por otras zonas como Manuel Llaneza".

Para este comerciante, Sama "se está convirtiendo cada vez más en una ciudad dormitorio. Esto se está muriendo y no se hace nada por evitarlo. Parece un decorado; hay algo de vida por la mañana, sobre todo los lunes de mercado, pero por las tardes y los fines de semana baja muchísimo". De León pone como ejemplo de ese declive lo ocurrido con las fiestas patronales. "Sólo hay que ver lo que pasa con las fiestas de Santiago. Eran algo tremendo, venía gente hasta de Oviedo y ahora tienen que organizarla los propios hosteleros porque no hay sociedad de festejos. Lo mismo pasa con el Carnaval; de niño recuerdo que esto parecía la calle Uría y ahora son cuatro personas las que se disfrazan".

Entre los comerciantes de la calle Dorado también hay recién llegados. Rosa Fernández vive en Sama desde hace 27 años y el pasado 1 de febrero abrió su tienda, que era "la ilusión de mi vida". El negocio es una tienda de ropa infantil llamada "El armario de Jany". "Estoy en la calle principal de Sama y se nota. Desde que abrí las cosas me van bien y creo que influye mucho el hecho de estar aquí; creo que la gente no se anima a poner más negocios porque los alquileres están muy caros y en la tienda tienes que invertir mucho. De momento, lo que he sacado lo he reinvertido".

Uno de los problemas, en opinión de Fernández, es que la gente de Sama "va a comprar fuera y a pasar el día en los centros comerciales. Es una lástima; pienso que tendría que haber más iniciativas para que la gente se quedara aquí".