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20 años de LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas

La comarca del Caudal, sin rumbo fijo

Las mejoras urbanísticas y las nuevas comunicaciones y equipamientos conviven con una reindustrialización incompleta y una sangría demográfica que no cesa

Imagen nocturna de Mieres, con el nudo de comunicaciones de la zona del Batán en primer término. MIKI LÓPEZ

La comarca del Caudal ha experimentado en los últimos años una transformación marcada por la indefinición. El territorio ha evolucionado, pero sin saber muy bien el destino. La reindustrialización se ha estancado debido a la endémica doble crisis que se viene arrastrando desde que los pozos empezaron a quedar en silencio. Los planes urbanísticos no se han modernizado y los concejos siguen sujetos a viejas planificaciones obsoletas que son más un lastre que una herramienta de definición de futuro. El medio rural se está quedando yermo en vecinos, en parte por el envejecimiento, en parte por el éxodo, pero también por el efecto imán que ejercen los núcleos urbanos de los valles. Las capitales de Lena y Mieres absorben actualmente a la mitad de la población de toda de la comarca del Caudal.

A pesar de ello, las fortalezas son tan evidentes como las debilidades. Las millonarias inversiones, sobre todo las vinculadas a los fondos mineros, han llenado de equipamientos las zonas urbanas. Las infraestructuras viales han crecido y desde ellas se ven los ríos limpios. Se han construido nuevos complejos sanitarios y un niño puede ser escolarizado desde el mismo momento de su nacimiento, formándose hasta obtener una titulación universitaria sin tener que salir de casa.

No obstante, los indicadores sociodemográficos están reñidos en el Caudal con cualquier lectura entusiasta de la situación actual. Las cifras son tozudas.

La caída poblacional avanza sin tregua, con cientos de pueblos vacíos. Mieres cayó el año pasado por debajo de los 40.000 habitantes, muy lejos de los 70.000 que tenía hace medio siglo. Lena, según el Instituto Nacional de Estadística, tiene 11.949 vecinos. Un total de 8.189 personas residen en la Pola. Es decir, el 68 por ciento de los vecinos ya viven en la capital del concejo. Un ejemplo de que la zona rural acumula sin cesar casas abandonadas. Tan sólo Morcín ha logrado vitalizar su padrón, gracias al desarrollo urbano de Santa Eulalia durante la pasada década de los noventa. Un hecho aislado y coyuntural marcado por la cercanía con Oviedo.

La comarca del Caudal tiene demasiados planes urbanos pendiente de desarrollo. La hoja de ruta que deberá regir los destinos urbanísticos del concejo de Mieres lleva más de una década estancada. Mientras, el emblemático barrio de Requejo se desmorona. Los vecinos llevan más de veinte años sin poder abordar reformas estructurales. La mitad de las casas están vacías, muchas en ruinas. Peor suerte ha corrido Oñón, un espacio fundacional que ha sido borrado del mapa. Por el contrario, en el ensanche urbano de Mieres ya viven alrededor de un millar de personas. Ese es el recuento aproximado que hacen las constructoras. Son 321 las familias que desde octubre 2010, fecha en la que se ocuparon las primeras viviendas, se han instalado en la Mayacina. A lo largo del último lustro, coincidiendo con la crisis y el estallido de la burbuja inmobiliaria, se han construido en el nuevo barrio un total de 425 pisos, de los que se han vendido el 75 por ciento. El desarrollo de esta zona residencial estuvo bloqueado más de veinte años. El PGOU de Aller también necesita una renovación. El Ayuntamiento reconoce "muchos errores" en el documento, aprobado a finales de los noventa, y busca medio millón de euros para afrontar la elaboración de un nuevo proyecto.

Zonas como Felechosa deben adaptarse a la creciente demanda residencial que genera el auge de los deportes invernales. El concejo se ha beneficiado en los últimos años de la apertura de Fuentes de Invierno, una estación de esquí inaugurada en 2007 tras una inversión de 15 millones y cuya rentabilidad no ha sido pocas veces puesta en tela de juicio.

Hay pocos vecinos, pero también hay poco trabajo. Mieres, por ejemplo, ha perdido durante el último cuarto de siglo más de 10.000 empleos. Las administraciones públicas y el sector servicios se han convertido en los principales empleadores. Actualmente en Mieres sólo hay en activo unos 300 mineros, que sacan carbón en el pozo Nicolasa, el último que sigue activo.

La expansión universitaria que floreció sobre las galerías de Barredo es muy posiblemente el proyecto más ambicioso abordado con los fondos mineros. La inversión llega hasta los 132 millones de euros. El campus fue engendrado para dar cobijo a 6.000 alumnos, que estudiarían en las instalaciones más modernas y mejor dotadas de Europa. Ni en sus mejores años pasó de los 1.500 alumnos. Además, proyectos ilusionantes como el centro de Soft Computing han fracasado. Su plantilla, que llegó a superar el medio centenar, se redujo a unos treinta investigadores en su última etapa. Ahoya ya no queda ninguno.

Sin apenas minería, con un tejido industrial alternativo anoréxico y con un desplome demográfico imparable la comarca afronta un incierto futuro. Cuenta, no obstante, con notables atractivos que ofrecen sombra donde cobijarse. El municipio está vertebrado por unas potentes comunicaciones viales. También tiene buenos equipamientos, con el nuevo Hospital Álvarez-Buylla como punta de lanza. De hecho, el territorio se puede permitir el lujo de tener cerrados polideportivos, museos e incluso explotaciones mineras rehabilitadas en las que se invirtieron más de un millón de euros, como es el caso del pozo San José.

Durante los últimos veinte años se han producido hallazgos inesperados, demostrando que el dinero no es imprescindible para alcanzar objetivos. Riosa se sacó de la manga a finales del pasado siglo el Angliru, convirtiendo el desconocido puerto ganadero de La Gamonal en un referente internacional gracias a su presencia en la Vuelta Ciclista a España. El turismo es uno de los anhelos del territorio. En este sentido se han producido avances significativos. El parque natural de las Ubiñas-La Mesa fue declarado en 2012 Reserva de la Biosfera. También está el paisaje protegido de las Cuencas, que incluye montes de Mieres.

Las estaciones invernales de esquí, Las Ubiñas, el Angliru, el Montsacro, el Camino de Santiago, la Ruta de la Plata o el patrimonio de arqueología industrial. Son muchos los atractivos que en teoría tiene la comarca, pero no se cuenta con un plan conjunto de promoción.

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