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LAURA CASTAÑÓN | Escritora

"La fibromialgia no es algo bueno, pero no llegó en mal momento y yo tiendo a la felicidad"

"Dar talleres literarios vampirizó mi deseo de escribir: estaba tan pendiente de las historias ajenas que abandoné las mías"

La escritora Laura Castañón, con su paraguas multicolor contra la lluvia. ÁNGEL GONZÁLEZ

-Vivo un momento extraño, pero muy bueno.

La escritora Laura Castañón (Revallines, Santa Cruz de Mieres, 1961) sufre fibromialgia y disfruta "Dejar las cosas en sus días", su novela, bien recibida por crítica y lectores. Dice que su vida es muy convencional.

-Me casé a los 20 años con Félix Manuel, geólogo, mayor que yo, muy mono y deportista, ahora jubilado de Telefónica. Es el mejor compañero que se pueda tener porque está y te entiende.

Hizo Magisterio y tiene dos hijos: Sofía, escritora y cabeza de lista de Unidos Podemos por Asturias, y Sergio, licenciado en Ciencias del Deporte, que ejerce en Alemania. Dio talleres de escritura en la Universidad Popular, trabajó en la radio, la tele, la jefatura de prensa de la "Semana negra". Llevaba ocho años de relaciones externas en El Corte Inglés de Gijón cuando...

-Empecé a sentir tal cansancio que los fines de semana no me quitaba el pijama. Pensé que mi neurótica autoexigencia me había llevado al estrés. Luego vinieron un dolor como de víspera de gripe y los problemas de sueño. Siempre he leído tres libros a la semana y me costaba concentrarme para leer y trabajar. En enero pedí al psiquiatra algo que me permitiera aguantar el trabajo de la programación cultural hasta junio. Me dio pastillas y me dijo que volviera en tres semanas.

-¿Funcionaron?

-Como si hubiera tomado caramelos de menta. Me aconsejó: vete al médico de familia, puede ser fibromialgia. En dos meses estaba diagnosticada y todos los médicos entendieron el proceso.

-¿Pueden no entenderlo?

-No es una enfermedad demostrada, no jubila ni da invalidez. En casa y en el trabajo también tuve suerte y no me afectó la incomprensión de "estarás mal, pero tienes una cara estupenda" o "yo también estoy cansadísima". Concluí que no iba asociarme ni a peregrinar de terapia en terapia.

-¿Qué hizo?

-Dejé de trabajar y así puedo organizar esfuerzos y descansos. Pasé de estar muy activa en muchas cosas al ámbito de lo sereno y de la casa y a depender de mi marido. Me advirtieron de que estos procesos se asocian a depresiones porque piensas en lo que nunca más podrás hacer. Cuando mi hijo Sergio se graduó en Ciencias del Deporte pasé la mañana en casa llorando porque no podía afrontar el viaje a Cáceres.

-¿Qué hizo para no caer?

-Patchwork, coser trocitos de tela y lograr un todo armónico. Exige dedicación, tiempo, tranquilidad, como escribir novelas.

La leyenda familiar cuenta que el juguete favorito en la cuna de Laura Castañón era un papel. Escribió su primer cuento antes de ir al cole, ganó el primer premio de relatos de LA NUEVA ESPAÑA en 1981, un libro para niños...

-Hasta los 20 años iba a ser escritora. Trabajar en talleres literarios vampirizó mi deseo de escribir. Estaba tan pendiente de las historias ajenas que no me dedicaba a las mías. Lo importante era la creación y lo editorial dejó de interesarme. La escritura era un lujo para cuando no tenía que hacer: primero los deberes escolares; luego, atender a la familia.

-¿Los talleres la ayudaron?

-Sí, la novela es formalmente complicada, pero no reflexioné cómo escribirla porque tenía interiorizados los conceptos técnicos.

En 2008 su amigo Diego (del dúo "Víctor y Diego") le dio a leer un original que le despertó las ganas de escribir por el placer de contar y cuando le apetecía.

-Estoy como Onetti. Escribo en una mesa de Ikea que va a la cama. La compré antes de la enfermedad, para desayunar. Si canso, me echo hacia atrás. Soy repunante y nunca estoy contenta con lo que escribo, pero me sorprendió que sorprendiera a los demás. Escribo rápido y fluido y corrijo poco. No quería publicar: el peregrinaje editorial me daba repelús. Un amigo la mandó a la editorial. Sentí extrañamiento al ser tratada por la directora de la editorial como una escritora. Aún me noto algo rara, a veces.

-¿Y ahora?

-Me siento feliz. No esperaba la forma en que escritores y lectores se apropiaron de la novela. Un lector de Bermeo me mandó una foto de sus dos gatos que se llamaban "Efrén" y "Camino", como dos personajes de la novela.

Destino sacará el año próximo la segunda parte. Iba a ser una trilogía, pero serán cuatro.

-Estaba atascada. Le conté a Paco García Pérez qué me pasaba, le relaté la historia y me dijo que tenía para dos o tres novelas. Llegué a casa y repartí las tramas.

-Su hija, Sofía, publicó antes que usted.

-Y lleva ocho libros. Eso me libró del efecto "Lola Flores presenta a Lolita, que tan bien canta". A Sofía le gustaba fabular y leer desde niña. A los 12 años me pedía que la llevase al taller. Escribía mejor que los otros, aunque yo no podía decirlo. Ella me reprochaba que era más benévola con los demás. Vamos turnándonos: ella era la hija de Laura y luego yo pasé a ser la madre de Sofía. Cuando salió la novela, decía que volvía a ser la hija de Laura. Por la política, vuelvo a ser la madre de Sofía.

-¿Cómo llevan la política?

-Bien. Estamos en dos planos diferentes: yo opino, ella ejerce.

-¿Vota a su hija?

-Sí. Lo paso mal si me pongo en su piel. Me incomodan los desacuerdos y cuando dudaban si pactar con el PSOE, donde tengo muchos amigos, me decía "si yo lo estoy pasando mal, ¿cómo estará la madre de Pedro Sánchez?".

-Parece feliz.

-La fibromialgia no es algo bueno, pero no llegó en mal momento: con mis hijos pequeños habría sido un drama. Tiendo a la felicidad, lo que mi hermana considera una tara mental. Dos ventanas me hacen vivir: la del ordenador me asoma al mundo, y la de casa, al mar. Tengo los afectos de familia y amigos y un nieto de 3 años que descubre el mundo. "Nona, shopresa, eshtoy aquí".

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