Más de 11.000 kilómetros de distancia, un continente y un océano separan a Siria y Colombia. Son dos países muy diferentes, dos mundos diversos que, sin embargo, están unidos por el mismo drama. Muchos de sus ciudadanos se ven obligados cada día a escapar de las bombas y de las balas, a enfrentarse al dilema de elegir entre conservar su hogar o salvar la vida. Refugiados y voluntarios que trabajan con ellos estuvieron ayer en Langreo para narrar su experiencia, en dos actos organizados en el Ayuntamiento y en el cine Felgueroso. Andrés Narváez, campesino colombiano, contó como recibió cuatro tiros cuando reclamó que le devolvieran sus tierras. Xandru Fernández, informático de Laviana, relató cómo 1.500 refugiados se las arreglan para sobrevivir en condiciones infrahumanas en el campo de Katsikas, al norte de Grecia.

Fernández participó en el cine Felgueroso en una mesa redonda sobre la crisis de refugiados sirios organizada por el colectivo Red de Madres Sin Red en la que también estuvieron Aby Atham, experto en el Sáhara; Noel Pruneda historiador; y Toni López, secretario de Red de Madres sin Red. Xandru Fernández estuvo diez días, de 2 al 12 de abril, en Katsikas. "Había 1.500 personas, la tercera parte de ellas niños, que tenían que dormir en tiendas de campaña y apañarse en unas condiciones higiénicas lamentables, con 30 inodoros y 12 duchas, de agua fría por supuesto, para todos. Había kurdos, sirios, afganos, iraquíes..."

Informático natural de Candás y residente en Laviana, Fernández no pertenece a ninguna ONG. Decidió hacerse voluntario y marcharse a Grecia cuando veía la televisión. "Ponía la tele, veía las noticias con lo que estaba pasando y se me rompía el alma. Por eso decidí irme". En el campo de Katsikas, este lavianés conoció de primera mano la historia de tres sirios que tuvieron que escapar de su país a golpe de bomba. "Había un chico, estudiante de Económicas, que de la noche a la mañana tuvo que elegir entre alistarse en el Ejército o pagar a las mafias para escapar a Europa. También había un gerente de una escuela de turismo que perdió su casa en un bombardeo y un hombre que tenía bares y tiendas y se quedó sin nada por la guerra; pagó 15.000 euros a las mafias con la promesa de llegar a Alemania". Fernández ya prepara un nuevo viaje para volver a Katsikas a finales de julio.

No sólo los sirios tienen que abandonar su casa por la amenaza de las armas. Desde hace años, sindicalistas, dirigentes de movimientos campesinos, indígenas y defensores de los derechos humanos han tenido que dejar Colombia tras ser amenazados de muerte o sobrevivir a atentados allí. Cuatro de ellos -que forman parte de las estancias de medio año en Asturias enmarcadas en el programa de atención a víctimas de la violencia en Colombia- fueron recibidos ayer por el alcalde de Langreo. "En Colombia hay una campaña de exterminio, por parte de paramilitares y la fuerza pública, de los dirigentes sociales, campesinos y los opositores que reclaman la devolución de las tierras arrebatadas y el respeto de los derechos humanos. Pedimos un pronunciamiento contundente sobre lo que está pasando de la Unión Europea y del Gobierno de España", demandó Javier Orozco, coordinador del programa asturiano de acogida temporal.

Los refugiados recibidos por el regidor, todos ellos amenazados de muerte, fueron José Manuel Espinosa, dirigente sindical; Euclides Chirimía, de la Organización Indígena de Colombia; Darwin Gómez, del Congreso de los Pueblos; y Andrés Manel Narváez, dirigente campesino tiroteado en 2014. "Me pegaron cuatro tiros, dos en el pecho y dos en los brazos, por reclamar que nos devolvieran las tierras que nos quitaron. Se persigue y asesina a los más vulnerables", explica Narváez. En una línea similar se expresó Darwin Gómez, que denunció que "se está abriendo la puerta a las multinacionales mientras entra la pobreza y se exprime al país".