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El futuro de los territorio carboneros

"Tras tantas mentiras, no nos han dejado alternativa, estamos desesperados"

Los cuatro mineros leoneses encerrados en el pozo Aurelio mantendrán la protesta "lo que haga falta" para pedir las ayudas para el plan de cierre

Sócrates Fernández. FERNANDO GEIJO

Los cuatro mineros de la Hullera Vasco-Leonesa que desde las cinco de la tarde del lunes están encerrados en el interior del pozo Aurelio del Valle, en Santa Lucia, se encuentran "bien de ánimo y con fuerzas para mantener la protesta el tiempo que haga falta". El ayudante minero Elías Ortega, con 18 años de experiencia, está casado y tiene dos hijos, de 5 y 11 años. "Estamos aquí abajo porque no nos han dejado otra alternativa; el Gobierno nos ha dicho demasiadas mentiras y estamos en una situación desesperada", explicó ayer a LA NUEVA ESPAÑA desde las entrañas de la mina y a través de los sistemas de comunicación interna del pozo. Con la explotación ya condenada a muerte, en fase irreversible de liquidación, lo que piden los mineros de la Vasco es que se ejecute el plan de cierre ordenado aprobado en su momento, pero para el que ahora no hay financiación.

La Hullera Vasco-Leonesa agoniza y el futuro laboral de algo más de 200 mineros está en el alambre. La empresa tiene en su unidad de producción de interior cerca de 290 trabajadores. Tal y como están las cosas ahora mismo, el 31 de julio el pozo echará el cierre. En principio, será como el que baja la persiana de un comercio cualquiera. Se echará el pestillo, sin más, y la explotación quedará abandonada a su suerte. Unos 80 trabajadores, aproximadamente, podrán acogerse a los programas de prejubilación. Al resto les espera la extinción del contrato y el desempleo. Lo que reclaman es el plan de clausura comprometido en su momento para la mina. Durante 36 meses se realizarían los trabajos necesarios para acondicionar toda la infraestructura de la explotación de cara a garantizar que la definitiva inactividad no tenga consecuencias ambientales en el entorno. La actuación garantizaría la seguridad dentro del pozo, desactivaría adecuadamente todos los equipamientos auxiliares y protegería todo el territorio a nivel ambiental. El coste es de 20 millones de euros, pero el Instituto de Carbón no asume este desembolso.

"Lo único que pedimos es exactamente el mismo trato que recibió, en Asturias, La Camocha, pero resulta evidente que hay comunidades de primera y de segunda", reclamó ayer Julio Gómez, presidente del Comité de Empresa. La situación de los mineros leoneses es tan desesperada que perciben que el carbón asturiano es un privilegiado. Están de pronto al borde de un precipicio al que los valle mineros del Caudal y del Nalón llevan lustros acercándose lentamente, pero sin llegar a sufrir por completo la sensación de vértigo ante el vacío, aunque la póliza de vida caduca dentro de dos años y medio.

"Está claro que el pozo tiene que cerrar, lo asumimos, pero el proceso debe ser ordenado, según lo establecido en el plan", sostiene Elías Ortega, que fue el minero que mejor pasó la primera noche bajo tierra. "Yo pude dormir bastante bien, pero alguno de los compañeros no pegó ojo". Han bajado a la mina esterillas y sacos de dormir. "Hemos colocado maderos para protegernos de las corrientes e intentar acondicionar un poco el lugar", explicó el ayudante. Los cuatro encerrados son de la provincia de León. Álvaro Rodríguez es vigilante, también esta casado y tiene un hijo de 2 años. Lleva 19 años arrancando carbón. Daniel Garduño y Sócrates Fernández están solteros. Llevan menos tiempo de actividad, ocho y tres años, respectivamente.

El pozo donde están encerrados lleva algo más de un año sin actividad. Se les adeudan seis mensualidades y cinco pagas extras. Los sindicatos sostiene que con tres años adicionales de actividad, los que recoge el plan de cierre, casi todos los mineros podrían evitar el desempleo: "Entre prejubilaciones, bajas incentivadas e incorporaciones a la corta a cielo abierto casi la totalidad de los 290 trabajadores tendrían una salida", afirma Julio Gómez.

Los encerrados tiene asumido que pueden estar mucho tiempo bajo tierra: "Intentamos caminar mucho para cansarnos, ya que lo más complicado es poder dormir", señalan. Los mineros leoneses aún se sienten fuertes para librar su última batalla.

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