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Historiador

La mala suerte de Gaspar Esquerdo

El novillero, elegido para torear en Mieres en 1913, fue cogido por su primer toro y en su reaparición en Madrid tuvo que volver a la enfermería

La mala suerte de Gaspar Esquerdo

Solo he asistido a una corrida de toros una vez en mi vida. Fue la tarde del 24 de junio de 1972, en plenas Fiestas de San Xuan. Se anunciaban en la plaza de Mieres -portátil, por supuesto-, el colombiano Rafael Palacios y Pablo Alfonso "El Norteño", calificado en el cartel como "el torero de más arte que ha dado el norte de España".

Acudí con la fascinación de los adolescentes de la época por este tipo de espectáculos y no salí hasta el final, aunque después del primer puyazo lo único que mantuvo mi atención fue el sonido de chapoteo de la sangre tras los puyazos de los picadores en el lomo de los animales.

No hará falta aclararles que la llamada "Fiesta nacional" no es lo mío, pero tampoco me gustan las guerras ni los sucesos truculentos y, como historiador, debo escribir sobre ellos. En esa línea les voy a contar el percance que tuvo en esta plaza un novillero, que entonces estaba empezando, porque fue el primero de una serie de cornadas que lo empujaron a convertirse en rejoneador y alcanzar la fama por su habilidad con el caballo.

La historia de los festejos taurinos en la Montaña Central da para mucho y cuenta con una peculiaridad que ha cobrado actualidad en los últimos años, ya que los movimientos en su contra, que ahora parecen una novedad, aquí se dan desde comienzos del siglo XX, cuando a cada espectáculo le correspondía siempre la protesta dirigida por el llamado movimiento "antiflamenquista", que impulsaron los primeros socialistas. Cada tarde de corrida -siempre en fiestas y con gran asistencia de público- se contrarrestaba con giras campestres, bailes o actividades teatrales, dividiendo así a la población en dos bloques, que siempre se respetaron sin que llegase al río más sangre que la de los morlacos.

Pero de eso escribiremos otro día. Hoy nos vamos a otra tarde de 24 de junio, la de 1913, esperada con mucha expectación porque aquel año se había fundado la denominada "Tertulia Taurina" dirigida por el doctor Pedro Fernández Miranda con el objetivo de levantar un coso permanente en los terrenos de El Batán, que debía estar dotado de todo lo necesario y tener el aforo suficiente para acoger a los vecinos y los forasteros que entonces se acercaban hasta Mieres.

Para ayudar a la financiación del proyecto estaba previsto que actuasen aquí Juan Belmonte y Fernando Rosales "Rosalito" con una novillada de Marqués del Pozo, pero aquel cartel no se arregló y hubo que sustituirlo por otro formado por "Carbonero", Mariano Merino y Gaspar Esquerdo, con ganado de Pablo Torres.

Es a este último a quien voy a referirme. Los más entendidos conocían que Esquerdo, apoderado en aquel momento por don Saturnino Vieito, era sobrino del conocido político y eminente psiquiatra José María Esquerdo y que incluso había nacido en el sanatorio mental que este había abierto en Carabanchel Bajo, pero poco más se sabía de sus condiciones, ya que había tomado la alternativa como novillero el 3 de noviembre de 1912, cuando le faltaba un mes para cumplir los 23 de edad y su recorrido era todavía muy corto, aunque contaba con algunas cornadas.

Aún así, a pesar del descuelgue de Juan Belmonte, que en aquel momento era el novillero más buscado por el público, sabemos por el corresponsal de El Noroeste que los aficionados respondieron bien a la nueva propuesta: "La corrida empezó a las 4 y 30 en punto, con todo el aparato y bullicio propio del caso. Coches y autos, en veloz desenfreno, acudían al taurino anillo conduciendo aficionadas y hermosas mujeres, algunas ricamente ataviadas y tocadas con la clásica mantilla española, que prendían con gracia sevillana? Aunque Oviedo, Gijón, Aller, Langreo y Lena tuvieron aquí una nutridísima representación, especialmente Oviedo, la plaza no se llenó. Es natural; la plaza se hizo para Belmonte".

Las crónicas cuentan que abrió el espectáculo "Carbonero", quien entró a matar al primero con un pinchazo a paso de banderillas, que hizo al animal buscar el abrigo del callejón, colándose entre las tablas y allí, a instancias del público, fue descabellado. Le tocó también el tercero, al que pasaportó sin haberle dado ni un pase de muleta; el cuarto, con palmas y vuelta al ruedo; el quinto, con bronca después de haberle dado seis pinchazos y al último, para resarcirse le cambió de rodillas.

Mariano Merino fue el triunfador de la tarde. Le tocaron en suerte el segundo y el quinto; a uno le arrancó una ovación y al otro una vuelta al ruedo, que le valió ser contratado nuevamente para la segunda corrida de Fiestas que se celebró el día 29.

Lo de Gaspar Esquerdo fue visto y no visto. Según la revista taurina Palmas y Pitos, "al pretender fijar al primer morlaco, que era un regalito, salió volteado sufriendo un puntazo en el tercio inferior de dos trayectos, uno de cuatro centímetros de profundidad por seis de extensión y otro de cinco por ocho".

La cosa no parecía grave, pero a instancias de su tío Jaime Esquerdo, quien al parecer desconfiaba de la sanidad mierense, después de una primera cura fue trasladado en el coche familiar hasta el sanatorio de Carabanchel, donde se completó el parte médico añadiendo que la cornada interesaba "piel, tejido celular y aponeurosis muscular" y el doctor Ruíz Albéniz explicó a la prensa que si no había complicaciones el novillero estaría curado en 20 días.

No se equivocó: el 4 de julio ABC comunicaba que "el novillero Gaspar Esquerdo, que resultó con una herida en el muslo en la corrida del 24 en Mieres se encuentra muy mejorado y parece que podrá torear el 13 en la Plaza Nueva de Barcelona." y el viernes 25 de julio de 1913, el novillero volvió al coso en Madrid? y también volvió a la enfermería.

Esta vez fue un torito cárdeno, gordo, abierto de pitones y romo del izquierdo el que jugó con él dejándolo como un acerico con una herida de seis centímetros en el muslo izquierdo; otra más grave en la región axilar, de doce centímetros de profundidad; otra de seis en la región clavicular y un fuerte varetazo en el muslo.

Esquerdo estaba haciéndole una gran faena, con bravura y un buen repertorio de pases, pero cuando preparaba uno de pecho, el mucho viento que soplaba descubrió al matador, se le arrancó el bicho y le alcanzó en una cogida aparatosa y larga: lo enganchó primero con el cuerno chato, se lo echó sobre el otro, más afilado que un puñal, y tuvo a Esquerdo un instante en el asta, colgado del costado izquierdo, zarandeándole "dándole la vuelta como a un dominguillo". Se lo pasó después a la otra arma y le volvió a tirar y recoger, y al arrojarle al suelo, todavía supo darle dos cornadas.

Cuando lo llevaban, dejando un reguero de sangre "con esa rabia ciega de las cornadas grandes que no duelen, se levantó chorreando sangre, roto, reventado, y quiso ir hacia el bicho. Fue necesario luchar con él a manotazos, para poder arrancarle del coso. Y agotada su fuerza en esta pelea loca, se le llevaron por el callejón, sin sentido, sin alma". Luego lo trasladaron al domicilio de un amigo, que estaba cerca, acompañado por numeroso público, y allí lo atendieron los mismos doctores que habían curado al novillero tras el percance de la tarde de San Juan en Mieres. Una vez adecuadamente vendado, por fin -escribió un cronista- "con una fuerte inyección de morfina pudo amodorrársele."

Lo cierto es que desde aquel momento el novillero se replanteó su carrera y después de otros contratiempos acabó siguiendo el consejo de quienes le recomendaron dedicarse al toreo a caballo. Mano de santo. Reapareció como rejoneador "a la andaluza" y durante la Dictadura de Primo de Rivera fue de éxito e éxito.

Doña Emilia Pardo Bazán escribió que todos tenemos esperando nuestro propio toro negro y que ese morlaco, que casi nunca tiene cuernos, puede adoptar cualquier forma para quitarnos la vida. La pista de Gaspar Esquerdo se perdió con la Guerra Civil.

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