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Historiador

Un mal actor llamado Manuel Llaneza

El popular sindicalista formó parte en su juventud del grupo de teatro del centro obrero de Mieres y escribió numerosos cuentos de temática social

Un mal actor llamado Manuel Llaneza

En 2006, la profesora María Antonia Mateos Menéndez presentó un trabajo de Memoria para aspirar al grado de doctora en el Departamento de Filología Española de la Universidad de Oviedo sobre el tema "Verdad en la farsa. Teatro social en los Centros obreros de Asturias (1900-1937)", donde explicaba las motivaciones de esta actividad en los locales sociales del proletariado, deteniéndose individualmente en la historia de cada uno, citando los actores, las actuaciones, los autores elegidos y las obras representadas.

Lógicamente, en este campo la Montaña Central da para mucho y si ustedes quieren conocer con detalle lo que ocurría en las agrupaciones repartidas por los concejos de Langreo, Laviana, San Martín del Rey Aurelio, Mieres, Lena o Aller, pueden encontrarlos en esta exhaustiva investigación, encontrando la sorpresa de que, al margen de las localidades más pobladas en aquellos días como La Felguera, Turón, Ujo o Ablaña, también en pueblos como Tuilla, Tiraña, Vegadotos o Siana, existieron cuadros artísticos integrados por los jóvenes socialistas del momento, que encontraban en los ensayos y las representaciones una alternativa a las tabernas.

Nos llama la atención encontrar entre los actores del cuadro de Mieres a un joven Manuel Llaneza, que aún no soñaba con convertirse en el más popular de los líderes mineros. Cuenta en sus memorias Andrés Saborit que aunque Manuel Llaneza había nacido en Lada en 1879, al cumplir los dos años, su familia se trasladó hasta Barruelo de Santullán (Palencia) y allí comenzó él a trabajar en la mina apenas cumplidos los once. Luego, en 1902, decidió cambiar de horizontes y llegó a la villa del Caudal, donde el socialismo ya estaba implantado y levantaba en Requejo su Centro Obrero.

Sin embargo, Saborit se equivoca cuando escribe que la Juventud Socialista se organizó aquí en 1905, ya que lo hizo un año antes y Llaneza formó parte de la misma desde su constitución, como se deduce de un texto publicado con su firma en La Aurora Social el 4 de enero de 1904: "Un año solo hace que estoy en vuestras filas; pero en este año han arraigado tanto las máximas de nuestras doctrinas en mi corazón que ellas son las que alimentan mi vida, y las que existirán en el fondo de mi pecho mientras quede un átomo de mi existencia. Y por eso, compañeros, al formar en el seno de nuestra Agrupación la nueva sociedad "Juventud Socialista" mi entusiasmo no tiene límites."

Manuel Llaneza, que ha pasado a la historia como buen político y excelente sindicalista, también consideró la cultura como uno de los aspectos que debían cultivar los obreros socialistas para lograr su emancipación y por eso no nos extraña su participación en las actividades que organizaba la Agrupación Socialista local de Mieres. Así, sabemos que en el concurso literario que se convocó el 12 de diciembre de 1903, ya obtuvo uno de los tres premios que se disputaban.

Luego resultó un escritor prolífico publicando numerosos cuentos de temática social con el seudónimo de "El minas", que para mi gusto son más que mediocres, aunque debemos tener en cuenta los esfuerzos que tuvo que hacer, aprendiendo por su cuenta, para intentar suplir el poco tiempo que pudo dedicar en su infancia a la primera enseñanza, lo que le llevó incluso a empezar el preparatorio para ingresar en la Escuela de Capataces.

Según otra biografía suya, publicada por Avance el 27 de marzo de 1932, parece que al menos en algunas ocasiones el gran propagandista tuvo problemas para expresarse en público. Al menos eso fue lo que sucedió durante una intervención en un mitin en un pueblo del concejo -seguramente Cenera- cuando "no pudo hacer otra cosa más que el acto de presencia en la tribuna, pues una vez allí comenzó a palidecer de tal forma y fue tan honda la impresión que le produjo el enfrentarse con el público, que fue necesario retirarle de aquel sitio donde no pudo articular ni una palabra".

Sin embargo, su afán por acercar la cultura a la clase obrera le hizo sobreponerse a la timidez y participar como actor en el grupo teatral que se formó en el Centro Obrero, con una dilatada trayectoria.

En el texto de la profesora se narra una anécdota sobre la experiencia de Manuel Llaneza como actor en el cuadro artístico mierense, recordada también en Avance el 24 de febrero de 1933: "En la escena hay una compañera (que allende el mar aún sigue entusiasta del Teatro) embargada de amor, ternura y dolor, clama a lo humano y divino porque vuelva a la vida el ser querido, yacente al fondo. El protagonista (Llaneza) no puede resistir los vehementes requerimientos de su amada, e incorporándose un tanto temeroso de no conocer bien su papel, interroga airado: Vamos a ver; ¿para qué tanto insistes en que me levante si tengo que hacer el muerto?

Según María Antonia Mateos, la compañera a que se refiere la anécdota se llamaba Balbina Campo y vivía en un cuarto habilitado en el Centro Obrero junto a su pareja José Roca, otro de los actores del grupo, ya que ambos eran los conserjes del local.

En el mismo capítulo, se añade otro simpático episodio que la también socialista Alicia Roca de Goyeneche envió vía e-mail, poco antes de la conclusión del trabajo de Memoria: "No recuerdo muy bien por qué, cayó Llaneza en la trampa que había en todos los teatros para escenas especiales y no había nada mullido para amortiguar el golpe; aparentemente era responsabilidad de Valdaliso que esto estuviera listo y siguió en escena como si nada hubiera ocurrido y se oye como de ultratumba el vozarrón de Llaneza que dice: "¡Me cago en D?, Valdaliso, cuando salga de aquí te rompo el alma!".

Este Saturnino Valdaliso -del que desconozco más datos- era también actor del grupo y a la vez autor ocasional, como Fernando Camacho. Nada extraño, ya que los aficionados solían compaginar varias actividades. Así lo hicieron también Fausto Eduardo, encargado de los decorados y de obras, que sería nombrado maestro de la escuela nocturna del Centro Obrero de Ablaña, y Alfredo Campomanes, el director de la sección artística de la Juventud Socialista de Mieres.

Aquel año la actuación de la compañía obrera se había programado para contrarrestar una novillada anunciada dentro del programa de Fiestas de San Juan. Ya en el mes de mayo la Agrupación Socialista había hecho público un documento protestando por la concesión apoyada por concejales monárquicos y republicanos desde el Ayuntamiento de Mieres de 6.500 pesetas a la Comisión de Festejos, en vez de dedicarlas a otras necesidades más perentorias y cuando llegó el día de la corrida, los socialistas reaccionaron con una actuación barata y prometedora en protesta por "el bárbaro e inhumano espectáculo de los toros". La novillada costaba tres pesetas y la entrada al teatro un real.

Además de los que ya hemos citado, el amplio elenco del Centro Obrero de Mieres se completaba en cada actuación con otros nombres, entre los que alguno de ustedes a lo mejor puede reconocer a un antepasado: Rosario Ríos; el matrimonio formado por Esperanza Braga y Segundo García; el concejal Manuel Álvarez y más militantes de los que solo nos ha llegado el primer apellido y son más difíciles de identificar.

En cuanto a las obras que se representaron en aquellas fechas, figuraban en el programa "Perro 3, 3.º izquierda", de Ramos Carrión y Campo Arana; el monólogo cómico "La buena crianza o tratado de urbanidad", de Joaquín Abatí; "Los asistentes" y "Las codornices", esta última original de Vital Aza, que siempre fue un autor recurrente, gracias a su amplio repertorio de comedias, fáciles de interpretar y escritas para un público poco exigente, sin más pretensión que la de hacer pasar un buen rato a los espectadores.

El pequeño mundo del teatro proletario en las cuencas mineras no fue ajeno a las contradicciones que afectaron al mundo obrero con la convocatoria de la III Internacional y la escisión comunista. En Mieres los actores aficionados también tomaron partido y a partir de 1922 hubo compañías de las dos tendencias que rivalizaron en atraer al mismo tipo de público, pero siempre con éxito, ya que las funciones eran uno de los pocos entretenimientos originales en aquella época

En este sentido, el buen trabajo de María Antonia Mateos se detiene en los enfrentamientos que se vivieron en los cuadros artísticos de las Cuencas, aportando fechas y nombres interesantes para conocer la historia de nuestros mayores. Está en Internet, pero no se asusten cuando vean que son casi 1.000 páginas, porque tiene un buen índice para que cada uno busque lo que quiera con comodidad.

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