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Historiador

El renglón suelto de Bustiello

La historia del francés Félix Parent y del madrileño de ascendencia vasca José Revilla, que diseñaron y dirigieron las obras del poblado minero

El renglón suelto de Bustiello

En 1881, don Antonio López y López, primer marqués de Comillas por la gracia de Alfonso XIII, vivía el mejor momento de su vida. Aquel año, el flamante aristócrata y financiero enriquecido en los negocios del mar y ultramar, entre ellos el tráfico negrero, bautizó con su nombre al más moderno de sus barcos y enriqueció su pedigrí con la dignidad de Grande de España, otorgada por su majestad, quien además le hizo el honor de a pasar unos días de descanso en su casa de Cantabria.

Le iba tan bien que estaba ampliando y diversificando las inversiones y entre sus proyectos más urgentes pensó en hacerse un hueco en el mundo de los empresarios mineros para abastecer los motores de su flota con carbón propio y de paso ir tomando posiciones en el negocio ferroviario, dos actividades que entonces simbolizaban el progreso y abrían un horizonte para engrosar su cartera.

Con este objetivo emprendió la compra de acciones en el coto minero de Aller y se dispuso a contratar a los mejores técnicos e ingenieros para desarrollar en este concejo su novedoso proyecto empresarial; aunque ya se sabe que una cosa son nuestros deseos y otra los designios de la Providencia, porque en enero de 1883 la muerte lo visitó en Barcelona interrumpiendo sus planes.

Dicen que la Negra Señora actúa de igual forma con todos los mortales, pero tampoco es cierto, ya que los humanos más poderosos han conseguido a lo largo de la historia burlar a la naturaleza, de modo que ahora vemos con normalidad que el último tránsito se lleve a las personas, pero no pueda hacer lo mismo con su legado; de forma que don Claudio, el segundo marqués de Comillas, heredó junto a su título los proyectos iniciados por su padre y respetó la elección del hombre que debía encargarse de diseñar el poblado desde que se iban a regir sus negocios en Asturias.

Se trataba de Félix Parent, un 1846 ingeniero nacido en París y formado en la prestigiosa Escuela Central de Artes y Manufacturas de aquella capital, que a sus 37 años ya contaba con un dilatado historial. Había llegado a España en 1873 llamado por la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España, creada en Madrid en 1858, y además destacaba como diseñador de espacios y edificios, como lo prueban las magníficas aguadas realizadas en su juventud, que se conservan en la colección de la Biblioteca Nacional.

En 1876 la compañía ferroviaria lo destinó a las minas de carbón de Barruelo de Santullán, en Palencia, que había adquirido en 1877 a la Sociedad de Crédito Español para abastecer a sus locomotoras, comprometiéndose a la vez a suministrar el combustible para la Compañía de Gas de Madrid y desde allí Parent pasó en 1882 a desempeñar el puesto de director administrativo de la Compañía de Águilas, que estaba establecida en Almería y Murcia y entonces era detrás de Riotinto la empresa minera más importante del país.

Este historial convenció a Don Claudio para confiar al francés la dirección de sus minas asturianas y el planteamiento del poblado de Bustiello, que después de ser durante décadas el corazón de la Sociedad Hullera Española y un modelo práctico de la doctrina social de la Iglesia, ahora permanece convertido en la mayor joya patrimonial de Mieres y está a un paso de ser declarado Bien de Interés Cultural.

En 1890 comenzaron las obras del emplazamiento, con un diseño que combinaba las experiencias francesas que Parent conocía bien y el esquema de ciudad jardín, entonces de moda, pero teniendo en cuenta que las viviendas estaban destinadas a albergar familias obreras y la condición de que el conjunto debía representar simbólicamente los rígidos esquemas sociales y religiosos adquiridos por el segundo marqués de Comillas en el contacto con la camarilla de jesuitas que habían acompañado los últimos años de su padre.

Para abordar con éxito la complejidad de este proyecto era lógico que Monsieur Félix buscase algún apoyo de otros expertos y lo encontró en la sabiduría de otro ingeniero veinte años más joven, José Revilla Haya, quien llegó hasta Asturias aquel mismo año, como lo hicieron también los técnicos mineros Julio Monreal o Manuel Fernández Garrido, este último reclamado desde el Nalón por Luis Adaro, cuando el carbón había despegado definitivamente y los propietarios asturianos recorrían España buscando los mejores expedientes para sus empresas.

José Revilla, de sangre vasca, pero nacido en Madrid, tenía una formación humanística que contrastaba en el entorno de Bustiello. Antes de ser ingeniero de minas y geólogo había coincido en el Bachillerato con algunos compañeros que luego destacaron en el mundo político y cultural y que tuvieron en común las contradicciones que marcaron sus vidas en la época más convulsa de la historia de España.

Así, el Premio Nobel Jacinto Benavente, burgués y conservador, pero a la vez discreto homosexual y simpatizante de la URSS, lo que le llevó a ser uno de los fundadores de la Asociación de Amigos de la Unión Soviética en 1933. O el Conde de Romanones, aristócrata y al mismo tiempo jefe de una de las facciones del Partido Liberal. Pero sobre todo Alejandro Lerroux, el más exaltado de los oradores anticlericales, líder el Partido Republicano Radical y que tras la Guerra Civil acabó manifestando su apoyo a Franco.

Todos ellos fueron sus compañeros de aula, pero él mismo tampoco parece cuadrar con la rigidez cristiana de quien lo contrató. Su evolución posterior lo dice todo: cuando concluyó su colaboración con Félix Parent en Bustiello, en 1896, se incorporó al Distrito Minero de León; allí fue Ingeniero Jefe entre 1909 y 1916 y a la vez contribuyó al trazado de los ferrocarriles de la zona hasta que con la llegada de la II República el ministro de Fomento Álvaro de Albornoz lo nombró presidente de la Sección de Tecnología y Estadística del Consejo de la Minería.

En su perfil biográfico figura también su amor por la música y su condición de estudioso del esperanto, que ya saben que es una lengua artificial creada con el intento de hacer posible la comunicación de todos los hombres y mujeres de la Tierra con el objetivo de contribuir a la igualdad de la Humanidad, lo que habla de su carácter abierto.

Es un hecho que Félix Parent y José Revilla Haya se entendieron perfectamente en lo profesional y parece que sucedió lo mismo en sus relaciones personales, ya que acabaron emparentando cuando el joven ingeniero se casó en 1898 con Suzane Weens, sobrina del francés, con la que tuvo cinco hijos: Felisa, María, Margarita, Lucía y Enrique.

Pero además en la familia hubo otro personaje que merece nuestro interés, Francisco Rived Revilla, hijo de una hermana de José y también ingeniero de minas y vinculado a Asturias, donde estuvo trabajando algún tiempo. Como su tío, fue un estudiante brillante y siguió sus pasos graduándose en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Madrid y desarrollando su inquietud cultural como inventor y en el ambiente de la fotografía y el cinematógrafo; pero le tocaron tiempos aún más convulsos, en los que no cabían las medias tintas y había que posicionarse.

Lo hizo militando en Izquierda Republicana y cuando cayó la monarquía fue nombrado Secretario General y Director General de Minas. Luego, como tantos otros intelectuales, tomó el camino del exilio y ya en América trabajó como catedrático de Geología en la Universidad Autónoma de Santo Domingo y después dio sus clases en la Universidad de Guanajuato.

En México siguió participando en la vida política contra el franquismo y allí pasó a decorar el Oriente Eterno el 11 de febrero de 1955, despedido por sus compañeros de logia que le acompañaron en su ceremonia fúnebre. Por su parte, José Revilla Haya que había establecido su residencia en Madrid, solo sobrevivió a su sobrino ocho meses y falleció el 9 de octubre de aquel mismo año en su casa de la localidad vascofrancesa de Ascain.

Félix Parent, una vez concluida su labor en las minas de Aller, fue Jefe de almacenes generales de la Compañía del Norte en Valladolid y vicepresidente de la Liga General de los Intereses Hulleros de España, también residió habitualmente en la capital de España, pero murió repentinamente durante una de sus estancias en Ujo el 17 de julio de 1898. Desde allí su cuerpo fue trasladado a Francia en un vagón funerario escoltado por guardias de minas y ahora reposa en San Juan de Luz. Curiosamente, aunque el señor marqués no hubiese tenido más que mover un dedo para conseguir los permisos necesarios, por alguna razón Bustiello no llegó a tener su propio cementerio.

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