En estos tiempos de lances materialistas de interés personal y colectivo, el contenido de este reportaje parece un cuento de hadas. Y es que se trata de la historia de un mierense preparado y especializado, que hubo de buscarse otros horizontes para terminar en Málaga, con una de sus pequeñas aficiones, la de limpiabotas, para ganarse la vida. Eso sí, desarrollando una generosidad sin límites en uno de los modernos sistemas de la época actual, tal es el caso de las redes sociales, ofreciendo de forma gratuita a varios grandes núcleos del planeta sus registradas cuentas de Twitter para uso de las instituciones oficiales; y así evitar lo que pudiera convertirse en un tráfico más de contenido crematístico porque, como bien dice , "vale más un gramo de dignidad que unas cuantas bolsas de billetes de curso ilegal".

A Javier Castaño Fernández casi todo el mundo lo conocía en Mieres. Primero por el renombre de su propia familia, padre Benjamín, con un importante taller en la entonces calle Ave María, forjador de grandes soldadores; y luego por su propia iniciativa de formar con la tuna de la Escuela de Ingeniería Técnica de Minas y de iniciarse en una formación personal de delineante, así como diseñador, que le llevó a formar parte de varios proyectos, entre ellos la creación del periódico "Las Comarcas".

Pero está visto que la crisis galopante para la juventud y ya en sus comienzos hace más de dos décadas iniciada en las cuencas centrales de Asturias, le obligó a buscarse las habichuelas por otros lares españoles. Recaló hace dieciocho años, con treinta y dos, en Málaga donde al principio encontró ciertas oportunidades de actividad acorde a su formación, logrando destacar en ciertos frentes. Lo malo es que también en esta zona andaluza -quizás por ser esa tierra- llegó el efecto iracundo de un desempleo y un desfonde vocacional que a punto estuvo, o aún está, de llevarse por delante un par de generaciones.

Este Javi Castaño, como muchos lo conocíamos, se acordó de que en sus ingenuidades infantiles existía una especie de interés, inclinación o asomo vocacional por el trabajo de los limpiabotas. Hasta incluso cuando se iba con su padre al bar Asturias se quedaba mirando los lances de habilidad, así como el manejo de herramientas rudimentarias y betunes o cremas del profesional de turno. Ni corto ni perezoso se lanzó al ruedo público malagueño, es decir, a sus calles con la maleta específica que le había regalado el mierense Senso Poliar y su arte por bandera, tras comprobar, sentado y reflexionando en las cercanías del embarque, el regreso de la gente que visitaba en puerto de la ciudad en obras, y volvían con su calzado cargadito de polvo. Lo malo es que en el ámbito urbano de la capital malagueña no estaba permitida la actividad de oficios artesanos. Claro que esta pega no fue óbice para que Javi continuase con su aventura y merced a la disposición de los rectores del café Central encontró un hueco para desarrollar su trabajo a base de tres euros por limpieza que en muchos casos se convierten en cinco para llevarse una media de treinta diarios a sus cuarteles de invierno, que es su modesta casa. Y así logró una posición respetable que, de golpe y porrazo saltó por los aires para multiplicarse por la infinidad hasta elevarlo al estrellato. Y es que Javier Castaño estaba llamado a los abates de la genialidad.

Muy afín a los comienzos de la redes sociales y con motivo de la entrada en juego de las cuentas, misteriosas cuentas con las que se puede llegar al infinito, su instinto ligado a la más estricta legalidad y disposición hacia el concepto de ciudadanía le llevó a registrar varias de esas cuentas y a realizar la llamada cesión de dominio a favor de unas cuantas comunidades, en forma de ciudades, capitales, villas e incluso naciones, antes de que el duende dominador de intereses materialistas entrase de lleno en el juego de la compraventa, que dicho sea de paso, era y es de uso ilegal. Y fue la corriente de Twitter donde se cimentó el gran fenómeno de la operación de Javier Castaño, llegando gentilmente a instituciones oficiales que, paulatinamente un buen número de ellas, fueron recibidas con todos los honores y hoy funcionan a satisfacción, sin que eso redunde en compensación crematística para el autor, salvo algún detalle como regalo honorífico. Así ocurrió con la cuenta "@asturias", al recibir de su presidente, Javier Fernández, el agradecimiento que correspondía acompañado de un excelente lote de quesos de la tierra que el beneficiario compartió con sus amigos y clientes.

Esa realidad tangible ocurría hace diez años, cuando se ponía en marcha la máquina gigantesca de estas redes de comunicación. "@madrid", "@roma", "@canada", "@malaga", "@riodejaneiro", "@japan", "@gijon", "@asturias", "@oviedo", "@mieres" y "@andalucia" fueron registradas y cedidas con todo rigor y fidelidad. Las siete primeras están funcionado al completo con pleno éxito, mientras que el resto no han respondido en toda su expresión al ofrecimiento.

Ello da pie para que Javier se pregunte, por ejemplo, cuál es el motivo por el que, tras el remite de agradecimiento del presidente asturiano, su tierra no responda debidamente. Ni tampoco lo hace el propio pueblo que lo vio nacer. Cuestiones más o menos para reflexionar.

Cierto día, tras llegar a la conclusión de que su acción se había convertido en viral, recibió un enorme "gracias Javier", de la ciudad de Río de Janeiro, donde la cesión generosa de nuestro personaje caló de lleno y sirvió de guía a grandes acontecimientos sobre todo los deportivos desarrollados a escala mundial. Ahora Javier espera de la cuenta "@japan", que está compartiendo actividad con una de propia cosecha en Twitter, se emancipe y logre situarse a la altura que merece.

Con su negro atuendo de pantalones, cazadora, zapatos, gorra y guantes, Javier Castaño se ha convertido en un personaje de altos vuelos. Por supuesto que no solo a nivel de sus amigos y clientes, sino en fuentes internacionales donde han sabido recoger el guante de su ofrecimiento, sin que les costara ni la sombra de un euro, para recibir, en exclusiva, el uso y disfrute del nuevo invento. Y esa realidad se traduce en su afirmación categórica de que "no he recibido ni un solo duro por ceder las cuentas que había registrado anteriormente" y que lo único obtenido a cambio han sido "detalles" como el del presidente de Asturias o el del alcalde de Roma a través de un libro dedicado.

Como los sabios -y así se le considera- Javier Castaño junta en uno solo todos los tiempos, precisamente para adelantarse al tiempo. De esa forma comenzó a concebir la idea de reunir nombres de ciudades cercanas a él o con alguna significación, para registrarlas en Twitter con el firme deseo de evitar que, en un futuro cercano, recibiesen el mal uso de convertirse en mercancía de pago. La verdad es que de principio los destinatarios no acababan de comprender lo que les llegaba de aquella forma tan especial. Hasta que hace poco y ya considerado con el sello viral, fue encontrando compensaciones y acciones de reconocimientos juiciosos que este "sabio del betún" ha sabido suministrar con el sentido justo de la generosidad que le caracteriza.

Javier Castaño Fernández ha vuelto a su tierra con el fin de disfrutar unos días solamente -nada de vacaciones pagadas- con su familia y amigos de Mieres. Ha sentido el aleteo de la admiración, sobre todo de aficionados a las redes sociales que consideran su acción como un ejemplo lejos de la realidad viviente. Y regresó a Málaga llevando tras de sí el petate de saber que deja aquí nuevos amigos que, con toda seguridad, ahora sabrán encontrarse de nuevo con él a través de las nuevas vías que, al fin y al cabo, son la tecnología punta de las nuevas generaciones. Eso sí, desea agradecer a quiénes le facilitaron las fotografías que ilustran este reportaje.