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El hielo en cables y poleas, el peor enemigo de los remontes

Alan Muñiz quita la nieve de un cable con un gancho. J. R. SILVEIRA

Más abajo, los compañeros de Juan Bayón siguen vareando y quitando hielo de los remontes. Saúl Magdalena es otro de ellos. "Hay que tenerlo todo listo para cuando venga la gente a esquiar, es un trabajo duro que tiene que gustarte", dice el joven mientras sacude con fuerza una vara contra las sillas de un remonte para eliminar el hielo.

En la caseta de ese mismo telesilla está Ángel Suárez, al que todos conocen como "el chispas". Explica que su tarea durante la temporada, en el equipo de mantenimiento, es la de acudir a la llamada de los responsables de los remontes para arreglar cualquier tipo de incidencia. En días como el de ayer, de preparación de temporada, toca arrimar el hombro para deshacer el "manguito". "La gente e incluso muchos esquiadores, desconoce el trabajo que hacemos o no lo quieren ver, y es muy duro", asegura este operario, que también lleva tres décadas en la estación, y aún así no queda harto del esquí. "Nosotros aprovechamos y cogemos los mejores días", bromea. "El chispas", al igual que Javier Bayón, también se ha llevado algún golpe de hielo o alguna caída durante sus años en Pajares. "Físicamente, con este frío, todo te pasa factura", señala, para agregar que la tarea más dura a la que su departamento se enfrenta es la de subir por las columnas o pilonas para arreglar las poleas. "Tienes que subir agarrado con un arnés, con todo helado, abriéndote hueco a veces con el piolet, llegar arriba, desnudar las malos a 15 bajo cero para reparar la avería, y luego bajar", relata. Según termina de explicar su trabajo, llega la hora de la práctica. Se sube a una de las pilonas del Valle del Sol para arreglar una polea.

Día tranquilo

La de ayer fue una jornada medianamente tranquila. Hacía frío pero no llovía. El martes, "fue un infierno", relata la plantilla, que se tuvo que cambiar hasta tres veces de ropa en un turno por el fuerte diluvio que les cayó mientras adecentaban la estación.

El director del complejo, Javier Martínez, es uno más entre sus trabajadores. Pasa horas en las pistas supervisando e incluso echando alguna mano cuando es necesario. "La verdad es que se hace un trabajo que muchas veces no se ve y que es bueno que se conozca, porque para poder poner en marcha la estación con las mejores condiciones, la plantilla se deja mucho cada jornada", valora el responsable de Valgrande-Pajares, que hace apenas dos meses que llegó al complejo y cuya metodología de trabajo ya va calando en la plantilla.

Cuando los periodistas nos retiramos a la base de la estación, después de cuatro horas recorriendo las pistas y en algunos tramos bajo la nieve que cae de los cañones, el frío se acentúa, en ocasiones es difícil de soportar. Al turno que en ese momento trabaja en Pajares aún le faltan cuatro horas en esas condiciones, aunque solo es una jornada más. Valgrande-Pajares seguirá latiendo gracias a ese corazón oculto que la impulsa cada jornada.

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