El frío y húmedo clima de Londres perturba el ánimo incluso de aquellos visitantes, como los asturianos, que saben convivir con la lluvia y la niebla. El apático desazón que provoca el plomizo tiempo norteño había invadido a Guillermo Fernández una tarde de enero de 1983, mientras fumaba un cigarro en los accesos a un conocido hotel de la capital inglesa. El empresario mierense, propietario de la compañía de autobuses Pullmans Llaneza, titubeaba sobre qué hacer mientras esperaba a su esposa, con la que por entonces apenas llevaba un año de matrimonio. Ojeando unas revistas, encontró un folleto del Museo del Transporte y cuando su mujer se reunió con él y le preguntó dónde irían esa tarde le señaló rápidamente el impreso. Para allá se fueron bien abrigados. No sabemos si fue una sensación compartida, pero Guillermo Fernández disfrutó con placer de la visita. Antes de regresar al hotel, se pasó por la tienda del museo y compró un par de figuras de autobuses en miniatura. Sin saberlo, acaba de plantar el primer árbol de un bosque que ha crecido sin parar durante más de tres décadas hasta convertirse en una reserva nacional, en este caso, del coleccionismo.

Guillermo Fernández Llaneza ha dado forma a lo largo de más de tres décadas a una antología de autobuses, tranvías y otros vehículos del transporte de viajeros por carretera. Lo pequeño se ha hecho mayúsculo en el transcurso de un viaje por el tiempo que ha tenido paradas en más de ochenta países. Entre juguetes y figuras de modelismo, la colección suma casi 6.600 piezas. Una recopilación única en toda España, tanto cuantitativa como cualitativamente. Este tesoro, repleto de joyas pequeñas, pero en muchos casos tremendamente valiosas y escasas, se custodia en unas amplias salas que se encuentran en el edificio de oficinas de la empresa Pullmans Llaneza.

"Uno de los autobuses que compré en Londres no lo saqué de la caja hasta que regresé a Mieres y me encontré con una desagradable sorpresa. Resulta que había de montarlo y, pese que apenas mide unos 10 centímetros, contaba con más de cien piezas". Guillermo Fernández no sabía nada en 1983 del mundo en el que se metía. Ahora lo sabe todo. Ha montado cientos de figuras tras escudriñar por todo el mundo en un constante rastreo en busca de nuevas adquisiciones: "Montar algunas me han llevado más de 30 horas de trabajo". Conoce a casi todos los anticuarios que España que trabajan en este campo. Su sobrino, con el que comparte nombre y apellido, también participa en su afición y ya ha tenido ocasión de calibrar hasta qué punto la colección de su tío es conocido entre los expertos: "No hace mucho estaba en Roma y entré en una pequeña tienda de juguetes antiguos. Le pregunte al dependiente si tenía autobuses en miniatura antiguos. Se me quedó mirando y me contestó que no tenía nada que me sirviera". A continuación el anticuario le dijo que le había reconocido y que sabía todos los detalles de la colección de su familia. Por sus indicaciones y el acento rápidamente le había relacionado con Pullmans Llaneza.

La colección se divide en dos bloques. Por un lado están los juguetes y por otro las figuras de modelismo. "Lo que realmente hace único el conjunto son los juguetes. En toda España no hay nada parecido y el mundo muy pocas similares. La recopilación permite hacer un viaje por los carruajes, tranvías y autobuses de todo el siglo XX. Incluso desde un poco antes. "La pieza más antigua que tenemos es un carruaje de 1830", señala el propietario mientras sonríe mirando un autobús repleto de viajeros de no más poco más de medio metro de longitud. "Estuvo en el pabellón de Guatemala en la Expo de Sevilla. No quiero saber cómo acabó en la tienda en la que yo lo encontré". La colección está plagada de piezas únicas. Por ejemplo, un pequeño tranvía diseñado por el orfebre Pedro Molina: "Sólo se hicieron dos. Uno lo tengo yo y el otro lo tiene el rey Juan Carlos, al que se lo regaló la Generalitat de Cataluña".

Guillermo Fernández prefiere no hacer cálculos sobre el dinero invertido en su colección, aunque es fácil estimar que se trata de una fortuna. De una de las figuras, no de las más antiguas ni singulares, aún cuelga una etiqueta con su precio de venta al público: 27,5 pesetas costaba. "Ahora rondará los 3.000 o los 4.000 euros", apunta su dueño. Entre las miles de figuras que decoran las estanterías se encuentran varias piezas de hojalata de las compañías españolas pioneras en la comercialización de juguetes, como Jorge Rais o Hispana. "Los juguetes españoles de principios del siglo pasado tienen una gran demanda, ya que son de gran cantidad y, además, han sobrevivido relativamente pocos", subraya Fernández Llaneza.

El gerente de Pullmans Llaneza, empresa familiar que inicio su actividad en Mieres a principios de la década de los cuarenta, tiene publicado un libro que repasa lo más destacado de la colección. Se trata de una ventana de papel que permite asomarse a un espléndido decorado que parece salido de un cuento. Su propietario lamenta que los mierenses no puedan disfrutar de la colección. No hace mucho el Ayuntamiento ofreció el chalé de Figaredo para poder abrir al público la muestra. El proyecto no cuajó. "No hubiera sido una iniciativa mala, sobre todo si, como llegamos a plantear, se hubiera recuperado el antiguo trazado del trolebús de Turón, poniendo en funcionamiento una recreación que permitiera hacer un pequeño trayecto turístico". Y es que, aunque haya quedado en el olvido, el valle de Turón, en sus años de esplendor minero, llegó a contar con este tipo de transporte, con un servicio que llegaba hasta Mieres. Fue un proyecto fallido. "Había muchos baches y el trolebús se soltaba del tendido cada poco", apunta Fernández. "Hay constancia de que en una ocasión el viaje desde Mieres hasta San Andrés se prolongó durante ocho horas" . Poca eficacia para un trayecto que se puede hacer caminando en unas tres horas.

La denominada Colección Llaneza de autobuses y tranvías en miniatura ofrece la posibilidad de afrontar un viaje inusual a bordo de minúsculas preciosidades en las que es agradable acomodar la vista y dejarse llevar. La historia empezó en Londres una tarde fría sin nada que hacer. Dar un paseo en un autobús siempre puede ser una opción.