Los alumnos del colegio Teodoro Cuesta podrían estudiar a Simone de Beauvoir para conocer el origen del feminismo. Pero más de uno empezaría a bostezar en la tercera página de "El segundo sexo". Es mucho más emocionante escuchar cómo una maestra mierense que empezó a ejercer en los setenta, Julia Álvarez, tuvo que escapar de "los grises" en una protesta. Es así: cuando la historia habla, sobran todos los libros del mundo. Es por eso que el colegio de Mieres ha puesto en marcha un proyecto educativo que consiste en conocer distintos episodios de la historia (especialmente de la región y de Mieres) a través de sus protagonistas. Las elegidas para este curso son cinco mujeres del centro social de mayores: Tere del Busto, Avelina Fernández, Margarita Suárez y Manuela García, además de Julia Álvarez. Los chavales tendrán que elaborar las biografías de sus personajes históricos y estudiarlas durante el curso.
-¿En qué año naciste?
La alumna Elena Solís no se anda por las ramas con su entrevista a Tere del Busto. Hay cinco grupos de alumnos, uno por cada protagonista de la historia. "Están todos muy ilusionados con este proyecto", explica el director del centro, Juan Miguel Molinero. Se nota en la rapidez con la que apuntan, mientras Del Busto explica anécdotas de su infancia: "Mi madre tuvo que ir al Ayuntamiento a pedir que me dejaran ir a la escuela con tres años. Iban a trabajar y no tenían con quién dejarme". Se lo permitieron porque era una niña muy lista. Aún recuerda el primer verso que recitó en clase: "¡Alto el tren! Parar no puede. ¿Ese tren a dónde va? Por el mundo caminando en busca del ideal" (Manuel de la Revilla, 1875).
La que no pudo aprender mucho en la escuela fue Avelina Fernández. "Un día iba y otro no. Porque había que ir a 'lindiar' la vaca...". La sala se llena de caras de pasmo. Cuesta creer que una niña no fuera a clase para cuidar del ganado: "Pero es que entonces era así, para poder comer teníamos que trabajar todos. No había nada, teníamos que buscárnoslo todo".
Y lo duro de su vida aún estaba por llegar. Se casó con quince años, tuvo tres hijos, y su marido enfermó. Tuvo que coger las riendas, sacar el carné de conducir y dedicarse a vender pescado y fruta por los pueblos. "El marido tenía 1.500 pesetas de paga, que es como nueve euros", apostilla una de las chicas que la ha entrevistado.
-¿Y no echabas de menos jugar, o hacer cosas de joven?
-No echas de menos lo que no conoces.
Los chicos le piden un consejo. Ella les regala una lección: "Nunca penséis sólo en vosotros". Manuela García, al mismo ruego, les recomienda que sean siempre "honrados y fieles". Y explica a los chavales del Teodoro Cuesta, lo difícil que es vivir sin libertad: "Cuando yo era nena no podías pensar lo que quisieras, tenías que tener una ideología. Además, los castigos eran muy duros". Un poco más fácil fue la infancia de Margarita Suárez: "Es que sólo éramos tres hermanos, y mi padre era minero y tenía ganado. Así que apuros no pasábamos".
Julia Álvarez también tuvo una infancia "fácil". "Yo hacía lo que quería, dentro de unas normas, pero mis problemas empezaron cuando estudié la carrera", explica. Quería trabajar y no había plazas, así que se unió a los movimientos de protesta que había en Oviedo: "No me cogieron los grises porque Dios no quiso", ríe.
Pronto fue a trabajar a Tineo y, después, a Santiago de Sierra (Cangas del Narcea). Aún ahora da clases de informática en el centro social: "Maestro eres hasta que mueres". Dice, eso sí, que tuvo que "rogar mucho" para conciliar su carrera con el cuidado de sus dos hijos: "En eso estamos igual, y si nadie lucha nunca se va a arreglar". Las chicas que la escuchan toman buena nota.
