Música e igualdad. Son dos conceptos que Laura Viñuela (Gijón, 1976) une como nadie. Estudió Musicología, su especialidad académica es la música pop y el feminismo. En 2005 puso en marcha la empresa Espora, una consultoría de género para empresas y administraciones. Ahora es la encargada de impartir el taller "Desmontando el amor romántico" en los institutos de Mieres. Acuden todos los alumnos de primero de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) del concejo. Las sesiones son entretenidas y el objetivo ambicioso: lograr que los chicos y las chicas adquieran las herramientas necesarias para reconocer conductas "peligrosas" en las relaciones y prevenir así la violencia de género.

-¿Cómo están resultando los talleres en Mieres?

-Veo a los chicos con muchas ganas de aprender y muy interesados en las materias que tratamos en las actividades. Son temas que, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera pensaron. Cuando les dices "vamos a hablar del amor" se mueren de risa. Pero hay veces, cuando los haces pensar, que ves que se les abren mucho los ojos. Piensas "vale, ya lo pillaron". Me parece genial que se estén desarrollando. Nunca había estado en un programa tan largo y la relación que estableces es diferente. Es mucho más efectiva y hace mucha falta. Tenemos mucho trabajo por delante, tenemos que ir desmontándoles ideas que aceptan sin más y sin pensar si son ciertas o no.

-¿Tenemos también los adultos interiorizados algunos estereotipos del amor romántico?

-Algunos no, muchísimos. Muchísimas veces pienso que me encantaría tener también a los padres y a las madres en los talleres. Estamos igual o peor que los adolescentes, a nosotros tampoco nadie nos hizo pensar muchas veces en este tema. Son cosas que vas aprendiendo sobre el terreno y muchas veces a las malas. Al final, los conocimientos que tenemos del amor los sacamos de donde los sacan ellos: de la tele, del cine, de las revistas antes y ahora ellos de internet. No importa el medio, las ideas que se transmiten siguen siendo las mismas, son difíciles de cambiar.

-¿Es lo que ocurre con el mito de la media naranja?

-Sí, uno de los mitos más arraigados. Esa idea de que hay un amor verdadero y único. Y, además, que es algo que todo el mundo necesita y quiere. Y es un mito peligroso. Ese estar continuamente buscando esa media naranja te impide muchas veces disfrutar de la persona que tienes al lado. Porque estás intentando proyectar sobre esa persona con la que estás tus ideas sobre cómo debería de ser la pareja ideal. Y, claro, eso no existe. Hay parejas que te acompañan o no, y a veces no por siempre. A veces hay alguien con quien estabas bien en un momento determinado, y luego ya no.

-¿También impide aceptar el final de una relación?

-Claro, es así. La idea de la media naranja hace que la ruptura de una pareja sea considerada un fracaso muy grande en la vida de una persona. Porque te está hundiendo muchas ideas sobre cómo debería ser tu vida. Eso impide que veas la ruptura como un momento más de tu vida, y la convierte en una catástrofe.

-¿Qué es lo que más le preocupa de las ideas preconcebidas entre los asistentes a los talleres?

-El tema de los celos. Que, además, es recurrente. Cuando les preguntas qué tiene de malo el amor, siempre responden "que te ponga los cuernos". Si ya se parte de esa angustia, de que te va a poner los cuernos, se desarrollan una serie de mecanismos para asegurar que eso no vaya a pasar. Los celos son parte de esos mecanismos. Ese amor pasional a lo bestia, con tantos estereotipos relacionados con el control, es lo que tenemos que desmontar de las mentes de los jóvenes.

-¿Ven necesario controlar a la pareja?

-Sí, porque no entienden el amor como dos personas individuales, con sus luces y sus sombras y su vida íntima, que se acompañan un rato o todo el camino, sino como un entregarse totalmente, y para demostrarlo dan acceso a todo su ser. Ahora se junta, además, con las redes sociales. Y como mucho se vuelca ahí, en internet, al ofrecer tus contraseñas das acceso a toda tu vida. Muchas veces tienen todo ese poder y no están preparados para gestionarlo. Todavía no tienen el control para medir el daño que pueden hacer a la otra persona, no saben decirse 'yo estoy cabreado pero hay cosas que no se pueden hacer". Así que, sumar ese control y falta de gestión, a las nuevas tecnologías es muy peligroso. El cabreo que antes quedaba en casa, ahora llega a Nueva Zelanda. Cuando llega al mundo virtual, cuando compartes tu cabreo con miles de personas, ya perdiste tú el control.

-¿No es difícil hablar de amor con chicos que aún no lo han experimentado?

-Hay gente que sí, que ya se enamoró. Y esos ya vivieron ese amor que te da al principio. Hay otros que no, en estas edades hay algunos que son muy neninos y neninas. Sobre todo los chicos, van un pelín más inmaduros. Ellos cuando ponen ejemplos siempre son de fútbol (ríe). Pero todos tienen ya una serie de estereotipos interiorizados en torno al amor.

-Los hay, entonces, que sólo han vivido el amor en los libros de Federico Moccia y en las series de "Netflix", ¿Deben las familias controlar los mensajes que reciben los jóvenes?

-Sobre todo, es importante conocerlas. No pueden prohibirlo, eso está claro. Pero yo creo que el papel de las familias es ser una referencia. Si los chavales van a ver "A tres metros sobre el cielo", seguro que a su familia les parece un rollo, pero lo mejor es verla con ellos y con ellas. Que lo puedan hablar y darles una visión alternativa. O ponerles otra peli que ofrezca otro mensaje. El peligro que tiene el acceso de los críos a ver películas o series desde el ordenador, es que lo ven sin ninguna interpretación alternativa. Ellos van a hacerse su refrito de lo que significa lo que están. Y, además, son productos que están muy bien hechos, para que tú te sientas de una forma determinada.

-¿Están diseñadas para que las chicas se enamoren del malo?

-Sí, pero eso es de siempre. Ahora es Mario Casas en una moto y antes era el canalla de "Melrose Place". Se nos enseña a buscar al malo, a nadie le gusta "el buenín". Pero claro, lo que no se nos dice es que el canalla es canalla para todo.

-¿Y ellos en qué se fijan?

-Ellos también se fijan en el "malo guapo". Se fijan en cómo se tienen que comportar para triunfar con las chicas como el protagonista. En qué tienen que hacer para ser el "gallu la quintana", como decimos en Asturias. A ellos les viene el amor como de rebote, aprenden lo que tienen que hacer. Lo duro es que muy rara vez se les enseña a comportarse cuidando a la gente que tienen a su alrededor, salvo que sean sus colegas. Lo que les enseñamos a ellos está menos centrado en la parte del amor, y más centrado en cómo conquistar.

-¿Considera que el reggaeton es una mala influencia?

-Gran parte del escándalo que suscita esta música llega desde el desconocimiento y desde un punto de vista racial. Esa idea preconcebida y dañina de que los latinos son más machistas. Las mujeres cargan con el estereotipo de fogosas y ellos de macarras. Hay mucho prejuicio a la hora de acercarse a este tipo de música. Las letras son subidas de tono, sí. Pero tenemos ejemplos más cercanos.

-¿Como cuál?

-Tenemos a Joaquín Sabina, que le hacemos la ola cada vez que asoma por esta región. Pero tiene letras que son machistas y peligrosas, tanto o más, que el reggaeton. Un buen ejemplo es la canción "Contigo". La música tiene lo bueno y lo peligroso, a la vez, de que nos filtra muchos mensajes. Otro ejemplo es "Every breath you take", de The Police, es supuestamente de amor pero en realidad es un psicópata que te está vigilando hagas lo que hagas. O los "Rolling Stones" o "The Beatles". Los cantautores también patinan bastante.

-¿Entonces no merece tanta atención el "twerking"?

-Me parece muy curioso que, en estos tiempos, el componente sexual siga escandalizando muchísimo. Es verdad que esa forma de bailar, el "perreo", es como muy sexual. Pero es la misma reacción que hubo cuando Elvis salió bailando en televisión. Es el mismo discurso. No deberíamos prestar tanta atención porque, cuando eres adolescente, te quieres poner en contra de todos. Y bailar reggaeton es una forma muy fácil de escandalizar. Me parece un género con mucho por conocer y no lo despeciaría sin más.