Carlos Miranda, director de Cáritas en la parroquia de Pola de Lena, no olvidará nunca ese día que abrió la puerta de la sede y encontró a una pareja con cinco hijos. Eran niños pequeños, todos menores de seis años, y le miraban atentos. "Venimos porque hemos recibido una ayuda de alimentos, pero es mucho y queremos ayudar también a otros. Todo esto no lo podemos gastar", le dijeron los padres. Es un recuerdo recurrente, que estos días no se quita de la cabeza. Y todo por la aparición de un contenedor lleno de comida, posiblemente donada (no llevaba sello de ninguna institución), que descubrió una vecina en la calle Vicente Regueral. Un hecho que, apunta Miranda, no ensombrece a la gente buena: "Confiamos en las personas que siempre ayudan, incluso desde la necesidad". Gente que hace posible la labor de Cáritas Lena; una de las pocas sedes que aún reparte alimentos y no vales (como impulsa la entidad a nivel estatal). Entrega cada mes más de 300 kilos entre 87 familias, con la necesidad como única vara de medir.

Un contenedor lleno de alimentos no perecederos. Kilos y kilos de comida, cantidad suficiente para alimentar a una familia durante meses. Jessica García, la chica que vio los paquetes en la basura, pudo recuperar sin esfuerzo más de treinta kilos. "Nos afecta porque aquí vemos con más claridad lo difícil que es la vida para muchas personas. Hay familias que lo están pasando fatal", explica Carlos Miranda, preguntado por el polémico hallazgo. Habla de parados de larga duración, de madres que ruegan por un bote de leche y pañales. De familias con tres hijos que van tirando con 400 euros al mes. Y de tantos otros que miran al futuro sin nada.

Cáritas Española considera, según Miranda, que el reparto de alimentos "puede ser una caridad mal entendida". No hay ninguna imposición, pero recomiendan ofertar vales o hacer llegar la comida a través de otras fórmulas. En la parroquia de Pola de Lena resisten con el método tradicional. "A nosotros nos va bien así, entendemos que cubrir la necesidad de la alimentación es asegurar la vida", explica el director. Más de 300 kilos de alimentos al mes son muchos kilos. Los consiguen con donaciones del Banco de Alimentos y, sobre todo, con la solidaridad de los vecinos. "Son muchos los que nos traen un carro, o nos dejan un ticket para canjear en un supermercado". También hay ayudas económicas, que recaudan cada mes. "Agradecemos mucho todas las ayudas".

Los beneficiarios las agradecen aún más. "Nadie que llega aquí con necesidad se va con las manos vacías", señala Miranda. Los que se acercan a Cáritas mantienen una primera reunión con el responsable, que en determinados casos decide ya la adjudicación de un "paquete de emergencia" (un lote de alimentos de primera necesidad u otros productos según la solicitud). Los solicitantes tienen que entregar luego una serie de documentos: empadronamiento, justificante de prestación social (si la hubiera), libro de familia... "Los documentos más básicos. No miramos religión, raza, ni nada que no sea la persona", matiza.

Cada día son más. Carlos Miranda se sorprende al consultar los datos actuales para ofrecer una cifra de beneficiarios: "Solemos atender a unas 76 familias", dice, mientras busca las gafas. Pero ahora mismo, según consta en el balance, son 87 familias. Y más del setenta por ciento son españoles: "Gente que llevaba una vida acomodada y, de un día para otro, se vieron sin nada". Muchos son trabajadores del sector de la construcción que se quedaron sin trabajo al inicio de la crisis. Otras, mujeres mayores que ya no tienen nada.

Desmontan prejuicios. Según Carlos Miranda, "todos los inmigrantes a los que ayudamos están perfectamente integrados en la parroquia". La mayoría proceden de Sudamérica, también de Europa y África. "Nos ayudan mucho, especialmente cuando hay que descargar cajas o transportar alimentos", señala el responsable de la entidad. Miranda llama al fin de los prejuicios y las conjeturas: "No sabemos quién tiró esa comida a la basura, ni siquiera sabemos si procedía de una entrega de Cáritas. Pedimos a los vecinos que no señalen a ninguna persona".

Las puertas de la sede, justo al lado de la iglesia de San Martín, están siempre abiertas. Además de la entrega mensual, hay dos paquetes extra: el de la fiesta de Les Feries del Rosario y el de Navidad. También entregan dos veces al año vales para el ropero de Mieres, el único que hay en el arciprestrazgo. "Un ropero requiere mucho trabajo, mucho espacio y mucho personal". Si algo piden, son más manos para ayudar.