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Crónicas Desde La Infiesta

El Padre Ángel y la paloma

El religioso mierense es un ejemplo de trabajo a favor de los demás, de saber hacer y de bondad, al igual que el ave es el emblema de la paz

El Padre Ángel y la paloma

Desde La Infiesta . Casi en la cima del mundo. Rodeado de majestuosas y escarpadas montañas, a veces cubiertas por el dulce y gélido manto del agua convertida en nieve. Recluido en La Infiesta y envuelto por mis ensoñaciones, quizás me resulta más difícil percibir la dura realidad de la vida. Sin embargo saber de la existencia de ciertas personas me sosiega la conciencia y veo que mi retirada no lo ha sido tanto y que allí, abajo en la urbanidad, aún hay esperanza.

El personaje. Hoy tengo el honor de presentaros a Ángel García, al Padre Ángel, un ángel que envió el Padre. O de cualquier otra de las acepciones con las que podáis nominar a tan excepcional personalidad. Es un sacerdote diocesano, nacido el 11 de marzo de 1937 en La Rebollada, en el concejo de Mieres. Es el fundador de la Asociación Cruz de los Ángeles, de Mensajeros de la Paz y de la Asociación Edad Dorada.

Desde los inicios de su ordenación el Padre Ángel ya estaba destinado a socorrer a los más desfavorecidos. En este caso, a los residentes del antiguo orfanato de Oviedo, del que fue capellán. Él les procuraba el cariño y la atención necesarios para que padecieran mínimamente la falta de una familia. Su preocupación más acuciante era transmitir a los niños la sensación de encontrarse en casa.

Estos fueron los inicios de los primeros Hogares Mensajeros de la Paz, que aunque nacieron aquí, en nuestro país, pronto se fueron diversificando por el resto del mundo. Si esto no fuera suficiente, el Padre Ángel responde a las necesidades más acuciantes que demanda la sociedad. Sobre todo a los sectores más vulnerables, discapacitados, víctimas de la violencia domestica e inmigrantes.

Últimamente ha favorecido la integración de las personas mayores, creando residencias de ancianos en los que son prioridad mejorando sus condiciones de vida, su integración, la mitigación del olvido social y familiar que padecen.

También ha respondido a las demandas urgentes de ayuda humanitaria que surgieran en cualquier parte del mundo, como desastres naturales o crisis humanas como el Huracán Mitch, y los terremotos de El Salvador, Irán, Haití, Nepal, el Tsunami del Sudeste Asiático y las guerras de Irak, Líbano, Siria.

El Padre Ángel ha sido reconocido con múltiples galardones y condecoraciones por parte de otras tantas instituciones, nacionales e internacionales. Pero sobre todo el premio que más le ha motivado ha sido la sonrisa y mirada de agradecimiento que sus apadrinados, durante todos estos años, le han profesado. El Padre Ángel siempre estará ahí. Pendiente de cualquier injusticia para acudir en tu ayuda.

Gracias, Padre Ángel.

El cuento. Hace miles de años, tantos que casi nadie recuerda cuando sucedió, un hombre bueno, el único quizás que quedaba en la Tierra, tuvo un sueño, una visión o un mandato divino. Y decidió, ante la inminencia de un gran desastre global, salvar una pareja de cada animal de la Tierra. Los cobijó en un arca y allí compartió con ellos todo lo que poseía.

No se detuvo a pensar si tendría suficientes víveres para abastecerse el, su familia y toda aquella ingente cantidad de animales No le importó el peso, ni siquiera se paró a calcularlo, de elefantes, hipopótamos, rinocerontes y tantos y tantos animales voluminosos. Los acogió sin ningún temor a zozobrar.

No distinguió entre especies, más o menos dañinas o peligrosas, allí recibió a serpientes, leones, lobos, arañas y mil variedades más que bien podrían haberle causado algún daño, incluso la muerte, y no dudo un momento en recibirlos en su casa.

Tampoco pensó en la cantidad, nunca se le ocurrió calcular cuántos animales habitan el planeta, el solo tenía un burro y alguna cabra, nunca necesitó saberlo, sin embargo allá fue que los recibió a todos.

Tampoco distinguió si estaban enfermos, si eran de buen carácter o malvados, él los acogió sin más, sin querer averiguar su vida anterior.

Y allí esperó días y días hasta que una paloma arribó con una ramita de olivo dándole la buena nueva de que el mundo ya estaba preparado para acoger a tan variopinto pasaje.

Hoy, un hombre real y vivo, se acuesta cada noche y se duerme acariciando un sueño. Cada mañana se levanta y a través de su pequeña ventana al mundo, contempla abstraído el horizonte con una esperanza: la llegada de una paloma que le anuncie por fin, que la Tierra ya está preparada para recibir a sus protegidos. Ese hombre es nuestro Noé contemporáneo. Ese hombre "Sie" nuestro ángel.

La paloma bravía: Columba Livia. Se trata de la paloma ancestral, de la que desciende la paloma doméstica que conocemos en todos los parques y jardines de las ciudades. Sus colores grisáceo-azulados con iridiscencias metalizadas son más llamativas en los machos y lo diferencian de la hembra.

Una característica muy descriptiva de esta especie es su extraordinaria orientación, basada en sus migraciones. Este animal es capaz de llegar a su objetivo, normalmente el palomar donde nació, con una efectiva exactitud, aunque fueran soltadas en medio del mar, sin ningún punto de referencia terrestre.

La paloma bravía fue uno de los primeros animales domesticados por el hombre, sobre todo por su exquisita carne, desde hace miles de años, primero por persas y egipcios y después griegos y romanos, hasta nuestros días. Símbolo del amor eterno, las parejas se unen de por vida.

Conclusión. Existen hombres que deciden dedicar su vida a mejorar la de los demás.

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