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IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA | Profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Carlos III

"La abstención del PSOE con el PP fue un error tremendo, condonó la corrupción"

"Vargas Llosa está en las alturas de un Nobel, pero precisamente por esa posición ha reducido su rigor y a veces cae en opiniones casi cómicas"

Ignacio Sánchez-Cuenca. FERNANDO RODRÍGUEZ

"La desfachatez intelectual. Escritores e intelectuales ante la política" es la última parada, hasta el momento, en la obra de Ignacio Sánchez-Cuenca. Se trata de un ensayo en el que el autor, sociólogo y filósofo, que es profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Carlos III de Madrid, analiza la baja calidad del debate público en España como consecuencia, entre otros factores, de la "impunidad y frivolidad" de los grandes intelectuales a la hora de lanzar sus opiniones sobre temas de actualidad. El libro se presentó en un acto en Langreo organizado por Cauce del Nalón en colaboración con el Club LA NUEVA ESPAÑA en las Cuencas. Sánchez-Cuenca también aprovechó su paso por Asturias para analizar el estado del marco político nacional e internacional.

- En su libro critica el papel de los intelectuales "estrella" que esgrimen verdades inamovibles.

-Es la tesis principal del libro. Es lo que a veces llamo machismo discursivo. Es una mezcla de frivolidad en los contenidos y una forma de expresión muy prepotente y tajante. Son gente que lleva décadas interviniendo en la vida pública desde su posición de intelectuales como escritores, ensayistas o filósofos y no están acostumbrados a que se les cuestionen sus argumentos. Están acostumbrados a la descalificación ideológica, el insulto o la ofensa, pero no al intento de argumentar en contra de lo que ellos dicen. Esto es algo insostenible. Tenemos que tener un debate público más abierto y constructivo, y donde todo el mundo pueda criticar a todo el mundo sin necesidad de tirarnos los trastos a la cabeza.

- ¿El debate político actual es entonces sólo una guerra de trincheras?

-Es lógico que el debate político en cualquier país sea un debate bronco y haya posiciones duras y las posiciones sean intransigentes y dogmáticas. Lo que no están lógico es que los intelectuales adopten esas posiciones porque cabe exigirles un plus de responsabilidad por el crédito social que tienen y la posición que ocupan. Muchos de ellos han ido evolucionando hacia el tertulianismo y hay una confusión entre su reputación intelectual y su reputación en las intervenciones públicas. Y no están a la par. Muchos de ellos son grandes escritores o filósofos, pero cuando hablan de asuntos políticos parecen un tertuliano de baja categoría que un intelectual.

- ¿Han tenido un efecto contraproducente las tertulias radiofónicas y políticas a la hora de estimular el actual debate público?

-Las tertulias llevan muchos años en la radio y en la televisión algo menos, y es cierto que dejan mucho que desear. Sin embargo, sabiendo lo que son, creo que es mejor que haya esos formatos a que no haya ningún debate político. A mí me gustaría un debate más elevado y racional, argumentado, pero mejor esto, la furia y el ruido de las tertulias, a lo que había antes de la crisis, cuando parecía que el país estaba completamente anestesiado.

- ¿Forma parte del problema la falta de espíritu crítico del ciudadano?

-El problema no sólo está en los que opinan sino también en los que reciben la opinión. No obstante creo que la cosa está cambiando y cada vez hay un público más crítico y exigente. Por ejemplo, Félix de Azúa lleva diciendo barbaridades sobre política desde hace muchos años y no ha provocado reacciones más que recientemente cuando hizo aquellas declaraciones sobre Ada Colau (afirmó que la alcaldesa de Barcelona "debería estar sirviendo en un puesto de pescado"). Entre el público más joven se ha roto esa especie de adoración incondicional que había hacia los intelectuales.

- En su exposición también alude a otras figuras de renombre, como el escritor Vargas Llosa.

-Vargas Llosa está en las alturas propias de un premio Nobel y por lo tanto todo lo que digamos los que estamos muy por debajo criticando sus opiniones le resbala. Pero justamente por estar en una posición tan elevada ha ido reduciendo sus niveles de rigor y a veces cae en opiniones que casi son cómicas. Su entrevista en la que dijo que Podemos era lo peor que había pasado en España para la libertad de expresión, exceptuando a ETA, es algo que no te puedes tomar ni en serio.

- En el análisis de la situación política actual, ¿cree que la corrupción acabará por quebrar la entente entre PP y Ciudadanos?

-No lo sé. Es algo incierto. A mí me desconcertó mucho que Ciudadanos se plegara tan rápidamente a las demandas del PP. Hay que recordar que se había comprometido a investir a Mariano Rajoy. Podían apoyar al PP, pero no a Rajoy. Era una promesa fácil de cumplir y la rompieron sin más explicaciones. Eso ha abierto una tensión entre Ciudadanos y sus votantes y no sé cómo van a reaccionar. Su electorado eran votantes jóvenes liberales y conservadores que no les seducía el PP. Pero si Ciudadanos se limita a recibir las bofetadas del grupo parlamentario del PP esos jóvenes dejarán de apoyarlos. Están en una encrucijada difícil y corren un peligro serio de quedar reducidos, como le pasó a UPyD.

- A su juicio la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy fue un perdón implícito a los casos de corrupción.

-Fue un error tremendo. Había dos bienes en juego: la gobernabilidad y la impunidad por la corrupción. Y el PSOE, estando en la oposición, asumió como responsabilidad propia garantizar la gobernabilidad cuando esa responsabilidad era del PP. El PSOE terminó absteniéndose y olvidándose de la anomalía más grave de nuestra democracia, que es tener un presidente que aparece en los papeles de Bárcenas treinta y tantas veces cobrando sobresueldos fiscalmente opacos. Eso es muy difícil de sostener en una democracia avanzada. Es algo profundamente anómalo. El PP no tiene mayoría absoluta y creo que la prioridad en España era que todas las fuerzas políticas alternativas se hubieran puesto de acuerdo como medida de higiene democrática para expulsar al PP del poder y, a continuación, tener un gobierno provisional y dar paso a unas nuevas elecciones. Lo que se ha hecho es, al final, mirar hacia otro lado y condonar la corrupción.

- Ese posicionamiento ha colocado al PSOE en una de sus mayores crisis internas, ¿podrá sobreponerse a ella?

-El PSOE ha tenido históricamente una capacidad de regeneración tremenda. En el año 2000 nadie daba un duro por el PSOE y cuatro años después llegó al poder. En lo orgánico, en la elección de líderes, sí puede recuperarse. Lo que es más difícil es que se recupere en lo referente en la credibilidad que ha perdido para muchos votantes de izquierda y centro-izquierda.

- ¿Cómo valora la evolución de Podemos tras la pérdida de peso del ala afín a Íñigo Errejón?

-Tengo una perspectiva un poco sombría sobre Podemos porque creo que lo que sale de Vistalegre II es un partido que tiene demasiados tics de la estrategia de Julio Anguita. Eso le va a condenar a ser un partido fuerte en las posiciones más radicales de izquierda, pero sin posibilidades de victoria.

- ¿Considera que el efecto Trump tenderá a diluirse o ganará fuerza?

-A mí me pareció un poco alarmista cuando venció Donald Trump y a continuación todo el mundo dijo que el siguiente sería Holanda, después Francia y a continuación se iría al garete toda la Unión Europea. Eso no tiene mucho fundamento. Estos partidos antisistema de la derecha han crecido mucho como consecuencia de la crisis y de la confusión en la que se encuentran amplias capas del electorado de los países ricos, pero no creo que tengan la fuerza para gobernar en casi ningún país. Lo de Estados Unidos es una excepción provocada por tener un sistema institucional obsoleto y disfuncional que no refleja bien lo que quiere la opinión pública.

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