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Las historias que guarda El Batán

Jóvenes del centro llenan con sus relatos el túnel que acondicionaron varias alumnas para la puesta en valor de la comunicación sin móviles

Lara de Lillo, Paloma Labajos, Sergio Donaire y Catarina Alexandra, en el túnel de "Historias embotelladas". FERNANDO GEIJO

Todo el mundo tiene una bonita historia que contar. Sólo hay que pararse a escucharla. Eso es lo que pensaron las alumnas del Instituto de Educación Secundaria (IES) El Batán de Mieres que han puesto en marcha la iniciativa "Historias embotelladas". Han recuperado un túnel que conecta el entorno del IES con la senda de La Peña y han acondicionado el lugar para que los vecinos les dejen mensajes en botellas de vidrio. La única norma es escribir "lo que salga": valen citas literarias, mensajes para un ser querido o la historia más bonita que hayas vivido. Ya tienen toda una colección, la mayoría escritas por alumnos del centro. Como el emocionante reencuentro de Catarina Alexandra con su madre, los veranos felices de Sergio Donaire o el día que Paloma Labajos descubrió su vocación.

Resulta asombroso encontrar el túnel de las "historias embotelladas" en la senda peatonal. Un paso pintado en colores vivos y decorado con mimo. "Lo pasamos bomba pintando, lo difícil fue ponerse de acuerdo sobre qué queríamos hacer", afirma Lara de Lillo, una de las alumnas promotoras del proyecto. El reto empezó cuando la empresaria Beatriz Rodríguez les propuso, dentro de un programa de Valnalón, la recuperación de un espacio en desuso. Bajo la coordinación de la profesora Paz Fernández, alumnas de Formación Profesional decidieron arreglar ese túnel tras un paseo de una hora y media por el entorno del centro. "Pero no sólo queríamos que fuera algo estético, queríamos darle un sentido", señala Paz Fernández. Así que llegaron más horas de creatividad, de sentarse en clase a pensar y unos cuantos "brainstorming".

Historias. Entre todas decidieron que lo mejor era recuperar las cartas, las letras a mano. Olvidar los teclados, buscar un boli y escribir. La respuesta no se hizo esperar. "Cuando yo tenía seis años y todavía vivía en Portugal, mi madre se marchó para Alemania donde estaba su nuevo trabajo", cuenta en su carta Catarina Alexandra, alumna de segundo de Bachillerato. Así empezó el que fue, hasta el momento, el año más difícil de su vida: "La verdad es que me gustó escribirlo, me resultó de ayuda expresarlo por escrito", explica, con una sonrisa, la joven. Su historia termina con un final feliz: "Después de un año, mi madre volvió para buscarnos a mis hermanos y a mí, para irnos todos a España con mi padre. Cuando la vi, sonreí y corrí hacia ella. Le di un abrazo muy fuerte".

Para historias felices está la de Sergio Donaire. Un chaval de segundo de ESO que narra en su "historia embotellada" los veranos en Robledillo de Trujillo (Extremadura). Días que "huelen a campo" y tienen el tacto del abrazo de los abuelos. "Yo creo que a veces buscamos la felicidad en cosas grandes pero, en realidad, está en cosas pequeñas", afirma el chaval. Como la alegría que sintió Paloma Labajos cuando descubrió su verdadera vocación. Ella quería estudiar Derecho, pero su admiración por sus profesoras Elena y Fini la hicieron cambiar de idea: "Ahora quiero estudiar Filología Clásica, lo tengo clarísimo", asegura.

Objetivo conseguido. Los chicos están emocionados con la idea de dejar sus historias escritas de puño y letra, aunque no quieren perder el contacto con las redes. Es por eso que publicarán los mensajes en distintos perfiles de "historias embotelladas". Las cartas pueden ser anónimas, como las que recogieron ayer; un relato sobre la guerra civil y un mensaje de ánimo de una vecina para que sigan adelante con su proyecto. Es un trabajo con recompensas, como las letras que el abuelo de la alumna Lydia Rodríguez le escribía a su abuela en la juventud: "Porque aunque té lejos, sigo echándote de menos igual que cuando taba ahí a dos cases de ti. Nun tardaré mucho en volver, así que espérame unos meses más. Un besu muy apretau. Ángel". Después de esa postal, tardaron cinco años en volver a verse. Cuando se encontraron, ya no se separaron más.

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