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Velando el fuego

El abecé político

La moción de censura que Unidos Podemos presentará contra Mariano Rajoy

El abecé político

Quienes alguna vez han formado parte de la política como representación, como espectáculo sanador (dejo a un lado la burda opereta a la que asistimos todos los días), saben bien que habrían de respetarse unas reglas de juego, que, en algunos casos, constituyen el principio y el fin de la función. O lo que es lo mismo, que saltarse esas directrices adultera la ceremonia hasta convertirla en otra cosa absolutamente distinta.

Puestos a hurgar en las grafías que forman la gramática de las organizaciones políticas, hay una que destaca entre todas, cual es la de su utilización como herramienta al servicio de las causas justas. Lo que es tanto como que su propósito debiera limitarse a ser sólo un instrumento para modelar mejor la sociedad, pero nunca un mecanismo que tuviera la finalidad de convertirse en la única referencia de trabajo. En el idioma que se usaba en la época destacaba la importancia del corte, la hendidura precisa en el bosque público, sin importar, precisamente, quién hiciera ese trabajo de poda. O por decirlo de otra forma, que los partidos políticos no eran un fin en sí mismos.

Sin embargo, el río de la vida nos fue mostrando después que el imperio del intelecto y del buen juicio había sucumbido víctima de distintos avatares (sobre todo económicos), y que los ilustrados habían fracasado en su empeño de disipar las tinieblas de la humanidad. Más bien, por el contrario, desde el siglo XVIII esas luces de la razón se han ido apagando, y tal parece que el progreso se limite a la acumulación de dinero y de poder, un binomio que siempre ha ido de la misma mano.

Son múltiples las veces que mis reflexiones semanales forman cuerpo a la hora del descafeinado en el bar de costumbre, de modo que en esta ocasión volvió a suceder lo mismo. Tomé nota en una servilleta de los asuntos que más parecían preocupar a los clientes, y durante estos días no hubo la menor duda sobre que la moción de censura que va a presentar Unidos Podemos aglutinó las preferencias de casi todos. Si bien, hay que decir que en esta ocasión no hubo grandes divisiones entre los tertulianos, pues de los doce primeros que tengo contabilizados en el papel, sólo uno de ellos mostró su oposición, y no precisamente por motivos partidistas, sino porque -son palabras literales- la política le traía al pairo. El resto, escasamente contaminados por el tablero ideológico (ventajas de conocerlos a todos), daban su asentimiento a la citada moción, lo que basaban en una regla simple de higiene.

Mientras tomaba notas, iba atando la cuerda de mis reflexiones anteriores, hasta que, de un modo inevitable, llegué a toparme con la postura del Partido Socialista. De modo que me hice una pregunta sencilla: si la razón es el triunfo de la claridad, la luminaria de lo evidente, ¿cómo era posible que quien había presentado dos mociones de censura a gobiernos con mayoría absoluta, y, por tanto, sin ninguna posibilidad de prosperar, pudiera ahora oponerse a una que, en función del reparto actual de fuerzas, puede servir para conseguir los objetivos que pretende?

Cantaba Bob Dylan que la respuesta estaba en el viento. En este caso, está en la adulteración, una vez más, del abecé político. Con estos comportamientos el Partido Socialista se revela no como un útil de trabajo, sino como una máquina bien afilada para perpetuarse en el poder. A menos, claro, que lo impidan los engranajes de las bases, que son siempre la parte más noble de cualquier herramienta.

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