Emotiva tarde de reencuentros en el auditorio "Teodoro Cuesta" de Mieres con ocasión del homenaje a Constantino Alonso González, "Tinín", un acto organizado por la asociación Amigos de Mieres, con la colaboración de la Fundación Juan Muñiz Zapico, el Ayuntamiento de Mieres y el Club LA NUEVA ESPAÑA de las Cuencas.

El acto, conducido por Alberto Vázquez, mezcló las imágenes, la memoria y la palabra de Tinín con los recuerdos de familiares, amigos y camaradas. No faltó la visión histórica de expertos. El alcalde de Mieres, Aníbal Vázquez, expresó el deseo de que "este homenaje a alguien bueno, cariñoso, con la sonrisa permanente en la cara, sirva también para acordarnos de los muchos compañeros que sufrieron lo más oscuro de este país". La primera parte del acto se dedicó a la infancia de Tinín, marcada por la pobreza y las privaciones, el penoso trabajo en las minas y el exilio en Francia. "Un corazón blando de convicciones férreas", dijo el historiador Ernesto Burgos, que lamentó que el reconocimiento llegara con cuarenta años de retraso. "Tinín superó el hambre, las torturas y hasta las traiciones de los compañeros", remarcó Burgos. Por su parte, el concejal Faustino Zapico dio unas pinceladas del escenario político español y europeo vivido por el homenajeado, "un hombre que supo ser actor principal de su vida y de la clase trabajadora". El veterano Aquilino Fernández recordó a los presentes que "Tinín renunció a todo por ayudar a los demás" y llamó a recuperar su espíritu reivindicativo, pues "el pueblo que no lucha no tiene nada".

La segunda parte del homenaje se centró en las huelgas del 62 y 63 y en los años de destierro. El historiador Rubén Vega hizo referencia a la deportación de Tinín y sus compañeros en Soria y la Virgen del Camino. "Los deportados se convirtieron en referentes morales, tanto en Asturias como en los lugares a los que fueron enviados", afirmó. Anita Sirgo, Vicente Gutiérrez Solís y José Ramón Puente alabaron la lealtad, el espíritu rebelde y luchador y la determinación aún en los peores momentos de Tinín.

El último bloque del acto estuvo dedicado a la etapa de Constantino Alonso al frente de las reivindicaciones de los pensionistas, los encierros en las iglesias de Gijón y las Cuencas, en la denominada "huelga de misas". La historiadora Irene Díaz explicó que "el movimiento de los pensionistas surgido a partir de 1965 no reivindicó sólo mejoras económicas, sino también mayores espacios de libertad". "La historia la hacen personas como Tinín" concluyó Díaz, opinión compartida por Nuria Vila: "porque Tinín sabía que la suya era la historia de una época".

El final del acto estuvo marcado por el amargo sabor de la traición. Olga Alonso, hija de Tinín, recordó que "los auténticos luchadores son apartados. A mi padre y a esta familia nos masacraron". "Conocí pocas actitudes más miserables que la persecución y acoso sufrido por Tinín", manifestó Paco Faraldo. Y Roberto Quiroga relató el daño causado a su padre y Tinín por sus propios compañeros de partido.

La historia del turonés Constantino Alonso, el inolvidable "Tinín el pensionista", es el compendio del siglo XX asturiano y español. Pobre, minero, enfermo de silicosis, exiliado, desterrado, encarcelado, torturado, pero siempre fiel a sus convicciones y principios, firme en la reivindicación de los derechos de la clase trabajadora. Un luchador que se enfrentó al régimen franquista y al que su propio partido acabó dejando en la estacada.