La hija de una mujer enferma de alzhéimer, ingresada desde principios de año en la residencia La Minería del Montepío, en Felechosa, ha denunciado a la Policía en la Comisaría de Oviedo el robo sufrido por su madre: un cordón y una cruz de oro que la anciana llevaba al cuello, siempre oculto y pegado al pecho, y del no se había desprendido en décadas.

Si bien el robo es importante por la cuantía, dado que las joyas estaban valoradas en 3.500 euros, es aún más penoso por lo que supone para Ana González, la denunciante. Supone la desconfianza final hacia un centro al que ella asegura que llevó "la verdadera joya de mi corona: mi madre". En la residencia de Felechosa ha sentido que no se garantizaba adecuadamente ni la integridad física de la mujer, ni el respeto por sus cosas, ni el cuidado que exige una enferma de alzhéimer en el grado más alto que reconoce la ley de dependencia.

"Me robaron la joya más especial y a la que más apego tenía mi madre. Un elemento tan importante para ella como su alianza y la de mi padre, que también lleva siempre. Pese a su enfermedad me pidió expresamente que no se las quitara. Y aunque sé que en la residencia, cuando ingresó, me sugirieron que para evitar disgustos las metiera en una caja fuerte, no tuve valor de separar a mi madre de esas pertenencias que tanto significaban para ella. Me pidió llorando que no se las quitara y lo respeté. Y no puedo entender que me digan, para zanjar el tema, que 'esas cosas pasan'", dice la hija en referencia a las palabras que le dirigieron desde la dirección de la residencia tras el robo.

Pero el tema de las alhajas es sólo una gota que colmó el vaso del descontento de una hija que, tras mucho buscar, llegó a Felechosa creyendo que iba al "mejor lugar posible para que cuidaran de mi madre, cuando ya su indefensión es enorme, tanta como mi incapacidad para mantener mi vida laboral y su cuidado en casa", explica Ana. Ni le importó buscar un refugio a kilómetros de Oviedo, donde vivían, lo que a ella le iba a implicar muchos desplazamientos. "Miré mucho, y confié en un centro donde me aseguraron que iban a crear una unidad especializada en alzhéimer. Eso es lo que buscaba para mi madre, pero eso no lo he visto", relata.

Una infección de orina a las pocas semanas del ingreso, algo que no le había ocurrido antes y que hacen sospechar a la hija -y así se lo dijo el médico de Urgencias- que puede deberse a pasar demasiado tiempo con los absorbentes húmedos; y una complicación con el antibiótico que le suministraron para atajarla, fueron los primeros disgustos. "Son personas con una situación de gran vulnerabilidad y una complicación médica, en el caso de una mujer como mi madre, con su alzhéimer, puede suponer un retroceso brutal", relata González.

Pasadas unas semanas, cuando a su madre le tocaba una consulta rutinaria en el HUCA, a la que la llevó su hija, ésta vio con pesar que "había pegado un bajón enorme; hablaba incongruencias, casi no caminaba, me costó la vida meterla en el coche... estaba irreconocible", recuerda. Tan mal la vio, que "decidí que esa noche la pasara en mi casa ". Al desvestirla, se percató de que su madre, a la que con periodicidad hay que poner parches para el dolor, llevaba dos apósitos de narcóticos, uno en la espalda y otro en el pecho. "Era el doble de dosis que tiene pautado y para ella podría ser mortal", recuerda. Por semejante negligencia a Ana le pidieron disculpas en el centro, "aunque no lo hizo el director", apunta, sino algunas trabajadoras.

Urgencias

A mediados de abril a Ana le avisan de que su madre está en urgencias en el Álvarez Buylla por un golpe en la cabeza por una caída. Le pusieron puntos y volvió a la residencia. Días después, se percató de la falta del cordón de oro y la cruz que su madre ya no llevaba al cuello. "No se lo pudo quitar porque tiene un cierre de seguridad imposible para que ella lo abra en su estado; indagué en la residencia, y obtuve versiones contradictorias sobre si se acordaban o no se acordaban de haberle quitado las joyas para ir a urgencias el día que se cayó; pregunté en el hospital y me certificaron que para coser un cuero cabelludo no hace falta quitar joyas a nadie; y de nuevo obtengo la respuesta a mis preguntas de que 'estas cosas pueden pasar', dicho por el director".

Ana se niega a admitir la excusa. "Llevé a mi madre a un centro para que me la tratasen como oro bendito y no lo he visto. Tengo un disgusto tremendo por todo, por mi madre, por su situación, porque no veo que se hagan cargo como se debería del cuidado de una persona que está absolutamente indefensa, y también, porqué no decirlo, porque me han privado de una joya que es especial para mi madre y lo sería siempre para mí". Su determinación es enorme: "quiero que se investigue todo hasta sus últimas consecuencias y tengo claro que la defensa que no puede hacer de sí misma mi madre la voy a hacer yo por ella. Está internada porque no puedo renunciar al trabajo para dedicarme a ella, pero eso no significa que esté sola o sin defensa". La Consejería de Servicios Sociales, la junta del Montepío y la Policía ya tienen noticia de su denuncia "y seguiré hasta donde sea necesario", advierte.