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FRANCISCO TRINIDAD | Autor de una investigación de referencia sobre el pozo San Vicente

"San Vicente es el primer y único caso de socialización de una mina en España"

"El fundador del SOMA, Manuel Llaneza, hubiera podido hacerse rico, pero cuando murió se tuvo que abrir una suscripción para pagar el entierro"

Francisco Trinidad, en el pozo Sotón de Hunosa. FERNANDO RODRÍGUEZ

El pozo San Vicente, gestionado por el SOMA durante diez años, de 1926 a 1936, es el único caso de socialización de una mina en España, destaca Francisco Trinidad, responsable de una investigación de referencia sobre la simbólica explotación carbonífera situada en El Entrego. Manuel Llaneza "hubiera podido hacerse rico", pero cuando murió el fundador del sindicato "se abrió una suscripción para pagar el entierro", dice el autor del libro "Biografía de la mina San Vicente".

-San Vicente es mucho más que una experiencia pionera de autogestión de una mina, es el primer y único caso de socialización de un pozo en España. En Langreo hubo un par de efímeros intentos: El Campanal y La Justa que apenas duraron unos pocos meses. En Reino Unido, la Tower Colliery, comprada por sus trabajadores, sobrevivió a la liquidación del sector por Margaret Thatcher hasta 2008.

- ¿Cuáles son los orígenes de San Vicente?

-Antes de esos diez años, de 1926 a 1936, de gestión del SOMA, San Vicente fue una mina de monte que Gaspar Martínez, de Laviana, registra por primera vez en 1883 y que al morir pasa a su mujer e hijos, quienes la alquilan a un tal Victoriano García, de San Martín. Posteriormente, Carbones de San Vicente aparece inscrita en 1916 como la sociedad mercantil dedicada a su explotación.

- Ahí aparece Víctor Felgueroso Figar.

-En 1916 la compra, la profundiza y la empieza a explotar con muy buenos resultados. Ingeniero de minas, Víctor Felgueroso tenía ventipocos años y estaba situado en la sociedad de Gijón. Hijo de Constante, uno de los hermanos Felgueroso, se casó en Covadonga con una Suardíaz y pasó por la presidencia del Sporting.

- Es de una familia de renombre.

-El Víctor de Carbones San Vicente no tenía nada que ver con los hermanos Felgueroso. Ellos llevan una trayectoria impecable y él es un zascandil. Entre sus parientes se le conoce por "Víctor Felgueroso el malu" para distinguirlo del tío que se llamaba igual. Muere en 1966 en un asilo de Madrid, que pagaba su hermana Sara. La exalcaldesa socialista de Gijón, Paz Fernández Felgueroso es sobrina nieta de él.

- En 1925 la mina entra en una grave crisis.

-Ante el riesgo de cierre el SOMA renuncia a la huelga y entrega a Felgueroso Figar un préstamo de 95.000 pesetas a cambio de mantener la actividad y abonar los salarios adeudados, un acuerdo con el propietario en el que la titularidad de la mina era el aval. En vez de pagar los atrasos, el patrón deja colgados a sus 200 trabajadores y huye con el dinero a San Vicente de la Barquera donde invierte en otro tipo de explotación. En 1926 al sindicato no le que otra que asumir la propiedad del pozo. El empresario acaba en Madrid donde la pasa la guerra disfrazado de miliciano. En los años cuarenta reaparece para recuperar la mina y pierde todos los juicios.

- ¿Quiénes llevan adelante la aventura autogestionaria?

-Manuel Llaneza pone al frente a Belarmino Tomás y a José Iglesias. La buena marcha del proyecto se atribuye a la gestión económica de Amador Fernández Montes, administrador del SOMA. Utilizó San Vicente como fuerza empresarial para conseguir los créditos con los que se levantaron casi todas las Casas del Pueblo de la Cuenca, mantener "El Avance" y adquirir las armas del "Turquesa" para la Revolución del 34. Era brillante. Nacido en La Invernal, a los 18 años aprende a leer y escribir y sólo dos o tres años después ya publica artículos que yo sería incapaz de hacer hoy. ¿Dónde aprendió tan rápido si su única universidad fue la mina?

- ¿Tiene algún reconocimiento público Amador Fernández ?

-Ni biografía. Menos mal que Javier Rodríguez Muñoz está preparando una. Trabajaba en El Fondón, cuando lo llama Llaneza. En la etapa San Vicente tenía unos treinta años, estaba casado y era padre de cinco hijos, uno de ellos minusválido. La figura de Amador aparece oscurecida, porque Belarmino Tomás, un político metido a sindicalista, posee otro relieve. Era todo un personaje, un autodidacta con una cintura política importante. Nunca está en ningún follón, pero sí en todas las soluciones. Su capacidad financiera la aprendió en los trueques de aldea. En un congreso del SOMA se pidió que le doblaran el sueldo.

- ¿No le pillaron en la guerra?

-Era muy hábil. La Revolución del 34 sorprende al diputado Amador Fernández en Madrid y, desde allí, organiza un plan de fuga para él y los demás implicados. Así sacaron del país a Belarmino Tomás y compañía. Él estuvo en el extranjero hasta que en 1935 regresa y se recluye en un manicomio de Oviedo. Desde ahí se dedica a organizar la campaña para las elecciones de 1936. Lo llamaban "El loco de la máquina de escribir" porque pasaba el día elaborando panfletos y programas. Lógicamente nadie iba a buscar a un líder obrero en un frenopático. Después de la contienda civil, Amador huyó con su familia al exilio y murió en México. Sus parientes de La Invernal padecieron represalias en la postguerra. Apenas hay fotos de él, querían borrar su memoria.

- ¿Los resultados de San Vicente hubieran sido otros sin la ayuda de Primo de Rivera?

-Víctor Felgueroso Figar había dejado la mina con más de 600.000 pesetas de deuda. Financiera y técnicamente San Vicente era insostenible, pero, aún así, con el SOMA salió adelante. El general Primo de Rivera concede un anticipo de 150.000 pesetas, que deben devolver con intereses, para hacer frente a los salarios impagados por el patrón huido. El Gobierno les compra una única partida de carbón para la marina por doscientas y pico mil pesetas, pero jamás se hace cargo de la producción. Sus mineros de San Vicente los mejores sueldos y la jornada más corta.

- Llaneza se volcó.

-Desde 1923, el fundador del SOMA iba cada semana a Madrid a entrevistase con ministros y con el propio Primo de Rivera. Con lo de la mina echó toda la carne en el asador y acudió a hacer gestiones en persona, convencido de que, si fracasaba San Vicente, entonces adiós al sindicato minero. Llaneza hubiera podido hacerse rico. Primo de Rivera le ofreció ser ministro de Trabajo. Cuando murió, se abrió una suscripción para pagar el entierro. Él y Amador ganaban cuatro duros. Como tenía buenos destajos en El Fondón, Belarmino Tomás, al igual que José Iglesias, no quería ir a San Vicente. Llaneza los obligó.

- ¿Por qué no hizo el SOMA lo mismo en otros lugares?

-Porque cuesta un huevo. Antes de la guerra, en los años treinta, el propietario de Hulleras de Riosa les ofreció la mina Después, San Vicente pasa a ser del sindicato vertical, una organización de administrativos y cuadros políticos que admite su incapacidad para salir del atolladero. Fíjate lo difícil que es gestionar una mina que en 1967 los empresarios del carbón de Asturias le dicen al INI (Instituto Nacional de Industria): "Toma, las explotaciones para ti" y se crea Hunosa. Bastante tenía el SOMA con San Vicente. El sindicato nunca renunció a su propiedad de la mina, pero después de la guerra no fue suya, porque jamás escrituró aquel acuerdo con Felgueroso Figar. Las Casas del Pueblo se recompraron. Con San Vicente no lo hicieron y su último propietario fue Hunosa, que la vendió hacia 1980 por una peseta al Museo de la Minería.

- ¿Quién era Ramón Gutiérrez, el que mató a Iglesias?

-Un hombre que tuvo mala suerte en la vida. En la plantilla de San Vicente había descontentos, uno era Ramón, minero muy significado del PC y, en un momento determinado, se equivocó. Todo se torció para él cuando provocó en el pozo un problema técnico y, en asamblea, se dictaminó que había sido un sabotaje y lo despidieron. Se le acusó de enterrar carbón para que la producción no subiera. En aquellos años, en El Entrego, no había otro modo de subsistencia y un día se levantó con los cables cruzados, cogió una pistola, fue a San Vicente y se lió a tiros.

- Hay otro hecho violento, el asalto de José Mata.

-Sucedió en 1939. Él y otros dos, pistola en mano, se llevaron el dinero de las nóminas, unas 40.000 pesetas. Un golpe simbólico en una mina que consideraban suya. Parte del dinero lo dieron a gente necesitada y el resto, para munición. Una bala costaba entonces una peseta.

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