Anita Argüelles, Rosario Blanco, Joaquina Coto, Samuel Díaz, Fermín García... y así hasta 140. Estos son los "niños de la guerra" de Mieres, quienes fueron enviados hace ochenta años a la Unión Soviética huyendo del horror y la guerra. La villa les rindió ayer un sentido homenaje enmarcado en el amplio programa de actividades que organizar la asociación "Lázaro Cárdenas" y el Ateneo Obrero de Gijón para conmemorar este suceso.

"La mayoría eran huérfanos, me atrevería a decir que un 70 por ciento de ellos estaban en esta situación, y por eso su historia es poco conocida por la población en general o le suena de muy lejos", aseguraba ayer Luis Felipe Capellán. El realizador firma los documentales "Maximino Roda, un Niño de la Guerra" y "Pablo Miaja, Maestro de Maestros", que también se proyectaron ayer durante el homenaje celebrado en la Casa de Cultura de Mieres. A pesar del desconocimiento que parece haber, el caso afectó a la villa en gran medida, siendo casi 150 los niños que se fueron del concejo. Y no todos volvieron. "Los primeros regresaron en los años cincuenta, pero la inmensa mayoría se quedó allí", señalaba Capellán, asegurando que "ya habían hecho su vida en la Unión Soviética y tampoco querían que a sus hijos les ocurriese lo mismo que a ellos, tener dos patrias pero ser extranjeros en ambas".

Junto al realizador, también participaron en el acto José Manuel García Villar, presidente de la asociación "Lázaro Cárdenas"; Leonardo Borque, secretario del Ateneo Obrero de Gijón; Marisol González y María Amparo Sánchez Monroy, de la asociación "Archivo, Guerra y Exilio"; y Faustino Zapico, concejal de Memoria Democrática en Mieres. Ambos ofrecieron su visión de lo que había ocurrido entonces e, incluso, cómo lo vivieron. Éste es le caso de Sánchez Monroy, que también se consideró "una niña de la guerra, aunque yo tuve que irme a Francia". Esta mujer daba cuenta de que lo ocurrido "fue una gran tragedia nacional la que nos cayó encima, y nos sigue afectando ochenta años después"; y lamentó que los sucesivos gobiernos españoles no se hubieran hecho cargo del censo de los niños exiliados. "Aún no se han preocupado por ellos, ni por otras tantas personas que se encuentran enterradas en cunetas y otros lugares", sentenció.

En total, fueron más de un millar los niños que salieron en un carguero francés desde el puerto de El Musel en la madrugada del 24 de septiembre de 1936 huyendo de la guerra. La evacuación fue organizada por el Gobierno de la República y el destino era la ya extinta Unión Soviética. Los niños fueron acompañados por educadores españoles y rusos durante su travesía, que ejercieron como padres. Ya en Francia fueron recogidos por el buque soviético "Kooperatchia", que también les facilitó ropa limpia y comida, en dirección a Leningrado, hoy San Petersburgo.

Ya en la Unión Soviética los chiquillos fueron repartidos por 16 casas infantiles e incluso hubo familias rusas que se ofrecieron a acogerlos en sus casas. Algunos volvieron en los años cincuenta, pero otros, con España siempre en el corazón, prefirieron quedarse de forma permanente en el país de acogida. Su historia sigue viva hoy gracias a jornadas como la que se celebró en la Casa de Cultura de Mieres.