Dalila da Asunção recuerda el olor de la tierra que trabajaba con su madre hace más de sesenta años. Puede ver las manos de aquella mujer, surcadas de tanto trabajar, rebuscar para encontrar hasta la última patata y asegurar la comida del día. En cambio, Dalila tuerce el gesto cuando alguien le pregunta cómo se llama el hombre que hoy la acompaña. Ella es una de las personas que padecen alzhéimer en la comarca del Caudal y que ayer, con motivo del día mundial de la enfermedad, participó en el acto que organizaron los centros de día en el entorno del hospital Álvarez Buylla. Personas que padecen alzhéimer, familiares, vecinos y amigos escribieron en piedra los recuerdos que no quieren perder. Nacimientos, "flechazos" en el instituto, risas en la escuela. Fragmentos de vida a salvo de todos y de todo, también del alzhéimer.

La enfermedad intenta borrar todos los recuerdos de Dalila da Asunçao, que va a diario al centro de día de Turón, y de otros 10.400 asturianos. "La concienciación es importante. Como ocurre en el caso de Dalila, en ocasiones el olvido de hechos cotidianos y recientes, como la comida o dónde están las cosas de casa, pueden ser un síntoma pero debe ir acompañado de otras señales", explicaron psicólogos asistentes al acto.

"Recuerdo cuando iba a la tierra a trabajar con mi madre", escribe Dalila en su piedra. La idea de "poner a salvo" los recuerdos surgió en los centros de día de la comarca. Lo mismo que el proyecto "El hilo de tu vida", cuyos trabajos también se expusieron ayer. "Se trata de talleres de punto, porque tejer es una actividad que los usuarios recuerdan", explicó Nedi García Durán, del centro de día de Turón. A su lado Gema Suárez, directora del centro social de personas mayores de Mieres, destaca que "la idea es que puedes tejer un jersey y, aunque falte algún punto, consigues un jersey precioso".

Pero el tapiz de la vida tiene puntadas demasiado valiosas. "El nacimiento de mis tres hijos" es la costura que Elena Terán (voluntaria del centro social de personas mayores de Mieres) no quiere perder. Y así lo escribió ayer en la piedra del recuerdo: "No lo olvidaré jamás, son lo más maravilloso de mi vida". Han pasado 52 años desde que nació Severino, el mayor. Luego llegaron Pedro y María Elena. Elena Terán recuerda con nitidez el tacto de la piel de sus bebés.

El recuerdo más valioso de Veli González (también voluntaria), en cambio, se siente con el oído. Estaba en el Palau (un bar de Mieres) y pincharon "Mi calle" (Lone Star). Al otro lado de la pista vio a Francisco. "Flechazo" instantáneo, una vida juntos y tres hijos que les han dado tres nietos. "Somos realmente felices", sonrió ella. Y así lo escribió en una piedra, para no olvidarlo nunca: "Juntos y felices desde el 12 de abril de 1969. Te quiero".

Recuerdos grandes, con los que empieza la vida, o recuerdos pequeños que se graban para siempre en la memoria. "El primer día que mi padre me llevó a ver a los mineros salir de la mina, todos cubiertos de carbón", escribió un joven que salía de una consulta médica. Y cogió el rotulador Miguel Gómez, que estaba esperando para entrar en rehabilitación: "El día que empecé a trabajar en Hunosa". "No fue ilusión por entrar en la mina, fue la ilusión de saber que daría siempre una estabilidad a mi familia", afirmó este allerano, que estaba acompañado por su mujer.

Cien deseos escritos en piedras apiladas, que adornarán desde ayer el entorno del hospital. "Yo voy a escribir el último", dice Corona González. Una mano temblorosa escribe: "El primer día que vine al centro de Santullano". Su hijo, Amador García, la mira desde lejos y sonríe. "Animo a todos los familiares a que pidan ayuda, mi hermano y yo no podíamos con todo y la llevamos al centro de día. Fue la mejor decisión de nuestra vida".

- ¿Y un recuerdo para guardar?

-Hoy, ahora mismo. Ver a mi madre seguir disfrutando de la vida