"Había cuatro hombres en la habitación y no podían sujetar la cuna, que se balanceaba con fuerza de un lado al otro de la habitación sin que el bebé se inmutara". No es una escena de la secuela de "Los otros". Es uno de los episodios, documentado a través de una denuncia ante la Guardia Civil, de un "poltergeist" allerano. Ocurrió hace un siglo en "la casa del miedo de Rayán", como bautizaron los vecinos a la vivienda sin saber que hacían historia: fue uno de los primeros casos de fenómenos paranormales que recibió atención mediática y de las autoridades en España. Las manifestaciones cesaron después de que Concepción González, la madre de ese bebé que dormía en la cuna, pagara unas misas por una fallecida y guardara un secreto de por vida. Un misterio que ni siquiera conoce la familia.

La historia de lo que allí pasó la sabe bien José Manuel González, bisnieto de Concepción. "Mi abuela nos lo contaba a mí y a mis primos. Pero nunca tuvimos miedo, crecimos aquí y nosotros nunca vimos nada", afirma tranquilo, sentado a la mesa en la misma cocina en la que empezó todo.

Sin moverse del espacio, hay que retroceder cien años en el tiempo para ver a Concepción González en esa cocina. Iluminada por un candil y fregando los platos de la familia. Acababa de mudarse desde Camplongo (León) con su marido y sus hijos, uno de ellos recién nacido y de nombre Juan. Los testimonios de la época aseguran que todo empezó con una botella lanzada hasta la habitación desde la parte alta de la casa (con dos pisos y un desván). Aunque la botella estaba llena de polvo, no quedó marcada ninguna huella de la mano que la había sostenido. "También se escuchaban ruidos en el desván, como golpes o muebles que alguien arrastraba, pero cuando subían nunca había nada", explica José Manuel.

La familia decidió callar. Sufrían, de puertas para adentro, los desvelos que les ocasionaban aquellos fenómenos que no sabían explicar. Quizás temían cargar con un estigma que, como luego se supo, nunca nadie les pondría. "La historia de 'la casa del miedo' es muy conocida y en el concejo todo el mundo sabe qué familia vivía en esta casa, pero nadie se ha burlado nunca de este relato. Puedes creerlo o no, pero la verdad es que todos los vecinos que había entonces en el pueblo fueron testigos de que algo raro pasaba", señala González.

Los fenómenos se volvieron más violentos y se centraron en el pequeño Juan. Una noche, Concepción González despertó sobresaltada por los lloros del bebé. Antes de llegar a la habitación, el llanto cesó. Cuando abrió la puerta, se encontró con que la cuna se mecía para calmar al niño. Nadie la estaba sujetando. "El niño lloraba a menudo a gritos, como si alguien le estuviera haciendo daño", afirma José Manuel, siempre reproduciendo la historia que a él le contó su abuela.

La situación iba a peor y Concepción González, junto a su marido, decidieron pedir ayuda a sus vecinos. Muchos pasaron noches enteras en la casa, viendo cómo las puertas y las ventanas se abrían sin explicación. Uno de ellos, Juan Alonso, narró años más tarde cómo una fuerza invisible le había arrastrado por toda la habitación cuando él intentaba frenar el movimiento de la cuna. "Vinieron muchos sacerdotes, incluso el Arzobispo, para bendecir la casa. Pero nada parecía funcionar", explica el bisnieto de Concepción. Vecinos de la localidad afirman que llegó a visitar la vivienda un exorcista, extremo que la familia no confirma: "Si hubo eso, a mí nunca me lo contaron".

Los fenómenos cesaron años más tarde, y con un arreglo sorprendente. Narra la familia que Concepción escuchó una noche que la llamaba una voz. Se dirigió a la habitación y se encontró con "una figura" que le dijo que tenía que pagar unas misas por su hermana fallecida. También le contó un secreto, que no podría desvelar hasta su muerte. Dicen que Concepción cumplió su palabra y, en sus 103 años de vida, no soltó prenda. La noche de su muerte, cuando iba a confesar el misterio a una de sus hijas, quedó sin aliento antes de contarlo.

"Yo esta historia claro que me la creo, mi abuela era una mujer que jamás mentía", dice José Manuel. Recuerda que muchas tardes de invierno, la abuela reunía a todos sus nietos y dejaba la casa a oscuras para entretenerlos con el relato. Parece que no consiguió asustarlos porque en "la casa del miedo de Rayán" vive ahora uno de ellos.