Pocos viven tan cerca de la muerte como los vecinos de las cuencas mineras cuando los tajos bullían de actividad. Siempre había un niño sin padre en la escuela, mujeres de apodo "viuda de..." y un turullu que, a menudo, sonaba a malas noticias. Para todos los que un día no salieron al relevo y para los que quedaron arriba esperando, Hunosa organizó ayer el festival "En memoria de nuestros mineros" (acto incluido en el programa del 50º años de Hunosa)". Luces, color, palabras y canciones desgarradas en la plaza del Pozo Sotón. Participaron 187 artistas, todos con un propósito que resumió un muy emocionado Chus Pedro: "No olvidemos la memoria porque sin memoria quedamos sin identidad". Los más de 1.500 asistentes vivieron al máximo el festival e interpretaron, de forma espontánea, el "Asturias patria querida" al término del encuentro.

Dicen que en la casa de los mineros, no debería de haber teléfonos. Porque una llamada a deshora hace temblar las piernas de todos los que allí viven, incluso años después de que el trabajador haya salido del tajo. Sobre esta premisa, la del teléfono y las llamadas que anuncian la muerte, arrancó la narración del festival "En memoria de nuestros mineros". Era la voz del periodista Pachi Poncela, que llegó precedida de la primera interpretación de la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS): "Nife Réquiem" (Flores Chaviano).

La música sonaba a final. A esas noticias que parecen abrir la tierra y engullir a todos los que las escuchan. Como la que le dieron a la mujer de Juan Bautista, hace algo más de treinta años. Ella estaba embarazada de siete meses, cuando dos hombres llegaron a casa para decirle que su marido "se había mancao". Lo cierto era que Juan Bautista ya no respiraba. Y nunca conoció a su hija.

Hubo lágrimas en aquella casa, que luego dieron paso a una resignación dolorosa que aún perdura. La que esgrimió José García, suegro de aquel chaval que "se mató" antes de ver la cara de "la nena": "Fue triste, claro, pero la mina ye así. Nunca sabes dónde la debes", afirmó el hombre ayer, sentado entre el público. Acaba de cumplir 93 años, fue minero durante 43 años en el pozo El Entrego. Llegó convencido de que no iba a emocionarse, pero alguna lágrima le cayó con el "Santa Bárbara Bendita" y aplaudió a rabiar cada actuación que se iba sucediendo a lo largo del evento.

Historias narradas con el corazón encogido entre el público, y también sobre el escenario. Como el testimonio de la poetisa Vanessa Gutiérrez. Su casa de la infancia no tenía teléfono, pero hasta allí llegó la noticia de que su padre había muerto en la mina. Afortunadamente, fue una confusión. La poetisa tuvo palabras para las mujeres de la mina: "Llavanderes, carboneres, enfermeres o telefonistes que glayaron po la igualdá. Tantos nomes tantes veces silenciaos".

Más cómico fue el recuerdo de Maxi Rodríguez, en torno a la "inseparable" toalla de Hunosa que siempre acompaña a los hijos de mineros: "Nunca la tiramos, val pa secanos les lágrimes". Y el actor Alberto Rodríguez regaló al público muchas risas y algún momento de emoción: "Aquí están muchos hombres que murieron en la mina para que los sus fíos pobres estudiaran con los fíos de los ricos. Para que no tuvieran que bajar al pozu".

La narración siguió avanzando, bien hilada para que nadie se perdiera detalles: desde la industrialización de las comarcas mineras, que plasmó Armando Palacio Valdés en "La aldea perdida", hasta las movilizaciones "que dieron aliento y coraje al resto de Asturias". Sonidos de mina, vagonetas arrastrándose y un turullu infinito. Y la música siguió sonando, mientras el público aplaudía cada vez más fuerte.

Las gradas están llenas a rebosar, los asientos centrales se han reservado para las más de cien autoridades y representantes políticos que acudieron a la cita. En las primeras filas y en los extremos de la grada está el público general. No cuesta distinguir a los familiares: tienen el gesto contento, pero en el rictus queda la sombra del sufrimiento. Es ese reflejo de nostalgia, de pena, el que luce Rosa María Fernández. "Mi padre, Jesús, se enamoró de mi madre en Galicia y vino para aquí. Trabajaba en el pozo Nespral, y allí quedó en un accidente", lamentó. Estaba acompañada por su hijo, Ramón Llanes, que también siguió el espectáculo sin perder detalle.

Justo al final, cuando todas las luces se apagaron y los artistas habían acabado ya las actuaciones, los presentes se pusieron en pie y entonaron "Asturias patria querida". Alguien reconoció, tras la alegría, el rictus algo triste de Rosa María Fernández.

- ¿A quién perdiste en la mina, moza?

-A mi padre, hace 43 años. Todavía lo echo de menos.