Una piedra del tamaño aproximado de un caldero se convirtió ayer en un proyectil mortal al impactar contra un coche en el puerto San Isidro. La roca cayó por una ladera de gran pendiente próxima a la calzada. "Fue como una tremenda explosión". Alfredo Suárez, bombero jubilado, es uno de los tres montañeros gijoneses que viajaban en el vehículo de regreso a casa, tras desistir de su intención de hacer una ruta por las inmediaciones del Lago Ausente debido al mal tiempo. El conductor, José Luis Fernández Simón, de 60 años y director de una empresa ligada al sector farmacéutico, falleció en el acto.

El inesperado proyectil golpeó el coche justo entre el techo y la parte superior de la luna delantera. "Le aplastó la cara de lleno", explicaron ayer a LA NUEVA ESPAÑA los dos compañeros de la víctima, que salieron ilesos. "Nosotros tuvimos mucha suerte, ya que bajábamos muy despacio y el coche apenas se deslizó cincuenta metros hasta chocar con el quitamiedos. La verdad es que no nos matamos los tres de milagro". Tras la protección metálica, únicamente había abismo. Todo hace indicar que unas vacas causaron el deprendimiento.

El accidente se produjo sobre las diez y media de la mañana. Los montañeros, todos ellos expertos y miembros del grupo Torrecerredo, se habían desplazado al puerto San Isidro para hacer una pequeña ruta: "Al estar el tiempo tan malo teníamos pensado dar una vuelta por el Lago Ausente". El grupo llegó hasta el inicio del camino, pero no llegó a salir del coche: "Estuvimos du- dando si salir o no, pero al final decidimos dar la vuelta debido a lo desapacible del día". Así, sobre la marcha, dieron la vuelta y procedieron a bajar del puerto. Había niebla y circularon con mucha precaución. "Íbamos solos y muy despacio", apunta Alfredo Suárez, que durante veinte años perteneció a la unidad de rescate del servicio de emergencias del 112. Ya estaban casi llegando a Cuevas, muy cerca de Felechosa, cuando la tragedia les sacudió de improviso.

La piedra cayó desde la ladera que se encuentra a la derecha de la calzada según desciende el puerto. Justo antes de llegar a la carretera, el corte existente en la pared, la hizo volar unos 15 o 20 metros, con tan mala suerte que fue justamente a impactar brutalmente contra el parabrisas. "No la vimos llegar. Fue como una explosión y no tienes tiempo a pensar nada. Cuando miramos para Simón ya le vimos con el golpe en la cabeza", apuntan los supervivientes del fatal accidente. Con el susto todavía latente, reconocen que en este caso no hay nada que lamentar más allá del enorme infortunio. "Ha sido un accidente terrible, un tremendo golpe de mala suerte. Cuando la debes, la debes".

El violento impacto de la piedra contra el coche acabó con la vida de Fernández Simón en el acto. La roca, tras golpear el vehículo, se detuvo a unos pocos metros de la carretera. El turismo, con su conductor fallecido y sus otros dos ocupantes ilesos pero desconcertados, siguió avanzado sin control por la vía cerca de cincuenta metros. La baja velocidad a la que circulaban los montañeros provocó que el quitamiedos frenara al coche casi con suavidad. El fatídico alcance del accidente fue inmediatamente asumido por los dos amigos de la víctima, que avisaron a los servicios de emergencias. Cuando los servicios sanitarios y los bomberos llegaron al lugar nada pudieron hacer. El cuerpo sin vida fue excarcelado del turismo y evacuado del lugar sobre las doce y media de la mañana.

La Guardia Civil dio paso alternativo a los vehículos. La carretera no quedó totalmente expedita hasta pasada la una de la tarde.

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