El fatal accidente que sufrieron el viernes tres montañeros de Gijón tras golpear una piedra el coche en el que viajaban -causando la muerte a uno de ellos, José Luis Fernández Simón- ha reabierto el debate sobre el peligro que entraña el tránsito de vehículos por el puerto San Isidro. Aludes y desprendimientos de rocas vienen generando problemas desde hace años. Se han hecho inversiones millonarias en la calzada para intentar proteger a los usuarios, pero garantizar por completo la seguridad en este paso montañoso parece poco menos que una quimera.

"Siempre se pueden adoptar más medidas de protección, pero hay que asumir que lo sucedido debe entenderse como una fatalidad, un golpe de pura mala suerte", apuntó el alcalde, David Moreno. El regidor entiende que todavía podría reforzarse la seguridad en la zona alta del puerto, con más sistemas antialudes, pero subraya que, en general, "se ha hecho un esfuerzo notable y es imposible evitar por completo que caigan piedras a la carretera".

La roca del tamaño de un caldero que el viernes mató a José Luis Fernández Simón cayó desde la ladera que se encuentra a la derecha de la calzada, según se desciende. El vehículo ya estaba negociando las últimas curvas del puerto, muy cerca de Cuevas. Los propios amigos del montañero fallecido que viajaban con él en el vehículo mantienen que fue un desafortunado accidente: "No se pueden poner muros al monte", apuntó Alfredo Suárez, experto montañero y amigo de la víctima.

José Luis Llamazares, responsable durante más de un cuarto de siglo del grupo de intervención en montaña (GREIM) de la Guardia Civil de Mieres, mantiene una opinión muy parecida: "La cuestión es hasta dónde hay que llevar las medidas de seguridad. Siempre puedes invertir más, pero lo cierto es que en San Isidro se ha trabajo mucho en este sentido".

El puerto San Isidro es especialmente peligroso por varios motivos: "Para empezar tiene mucha piedra suelta, no hay praderías como en Pajares, sino que todo es roca", remarca Llamazares. "Además hay que tener en cuenta que enseguida te sitúas por encima de los mil metros de altitud".

Ángel Fernández Ortega es un perfecto conocedor del entorno. "Es una zona muy peligrosa, como mucha piedra suelta y muchas canales". Este veterano montañero, responsable federativo en Asturias del área de senderismo, entiende que es muy complicado garantizar la seguridad en un puerto de las características de San Isidro: "Justo un poco por encima de la zona en la que ocurrió el accidente hay laderas con mallas de protección, pero es imposible envolver todo el monte en redes". Fernández Ortega tiene claro que evitar el trágico accidente del viernes es casi imposible: "Está claro que fue un infortunio terrible, sin más".

Piedras y nieve son una amenaza constante en San Isidro. En 2009, el Principado instaló tres viseras antialudes y vallas metálicas. El proyecto supuso una inversión de 948.000 euros y se ejecutó entre los kilómetros 20,9 y 21,5 del puerto, entre Puente Cimero y Riofrío, la zona "más conflictiva" de la calzada. En otras zonas se han colocado vallas y mallas metálicas para frenar las piedras: "Hay que tener en cuenta que se trata de un puerto con mucho tráfico, con paso de esquiadores en invierno, lo que aumenta el riesgo de accidente", subraya Llamazares. Además hay otra amenaza: "Hay mucho rebeco por la zona y fácilmente provocan desprendimientos", señala este experto. En el accidente del viernes todo indica que fueron unas vacas las causantes de la caída de la piedra: "No es normal que haya rebaños en esa zona, pero si mucha fauna salvaje", puntualiza Fernández Ortega.