Mercedes Caíñas lleva en la mano unos papeles. Hace unas semanas, denunció el robo de su primera hija: María del Carmen Hevia Caíñas, nacida el 6 de mayo de 1957, en el hospital Álvarez Buylla de Mieres. Ha abierto la puerta de su casa de Murias (Mieres) esa misma mujer, pero con el semblante cambiado. Ahora tiene un gesto de esperanza. Rastro de la fuerza que le dan el informe de nacimiento y los registros del parto de su hija. Acreditan que María del Carmen Hevia Caíñas permaneció ingresada en el Álvarez Buylla -entonces gestionado, en parte, por una congregación religiosa- después de que su madre recibiera el alta y la noticia de que su bebé había muerto. No consta certificado de defunción.

¿Quién somete a la memoria? Dice Mercedes Caíñas que "no puedo acordarme de cuánto me costó un bote de tomate ayer, pero nunca olvidaré cómo lloró mi hija cuando nació. Era un llanto fuerte, no el de una nena que está mala". Los documentos, que recibió tras solicitarlos en el hospital de Mieres, el Principado y el Ministerio de Sanidad, así lo acreditan: "Dio a luz normal, una niña viva", apunta el doctor que atendió el parto. La matrona también hizo anotaciones: "Mercedes Caíñas, primeriza, pasó a la S. de partos con dilatación completa, dando a luz normalmente una niña viva. Alumbramiento normal".

"Yo estaba nerviosa, pero sé que la nena estaba bien", insiste Mercedes. Estuvo un día sin verla, hasta que se la llevaron a mamar. Asegura que "estaba normal, comía con ansia...". Pero, y en este punto de la narración le tiembla la voz, "empezaron a decirme que si no veía que la niña estaba azul, que se estaba ahogando. Yo no veía nada". Ni rastro en las notas de esa presunta enfermedad, sólo un apunte de que la pequeña tendría que tomar penicilina durante 24 horas. "Era una niña grande y fuerte, como la que tuve después", afirma Mercedes Caíñas, mirando la foto de su hija Ana Isabel. Nació en 1958 y volvió a casa con ella.

Su primer bebé pesó 2,700 kilos y midió 51,33 centímetros. Tanto el perímetro torácico como las medidas cefálicas estaban dentro de la normalidad. De nuevo la memoria, un recuerdo que Mercedes Caíñas no olvida: "Al día siguiente de que mamara, entró la comadrona". Se sentó en la cama y le dijo que "la nena ya había muerto del mal azul". Cuarenta y tres horas después de su nacimiento: "Me dijeron que le pusiera nombre, para que no quedara mora (que el bebé no quedara sin bautizar)". La nombró María del Carmen, por una estampa que había en la mesilla del hospital. Sin embargo, los documentos apuntan a que la niña seguía ingresada cuando ya se había anunciado su muerte. Nunca se certificó ni hora ni lugar del fallecimiento.

Mercedes Caíñas, joven y asustada, vivió en un trance los días que siguieron. Sabe que su marido llevó al hospital una caja de zapatos para enterrar a la pequeña. Caíñas está convencida de que "nos dieron un feto para que lo enterráramos, la nena no cabía en esa caja". Su marido fue al cementerio y el enterrador se encargó de dar sepultara a la pequeña.

Y pasó el tiempo, pero a aquel puzzle le faltaban piezas en la cabeza de Caíñas. Un día, viendo en la televisión la denuncia de una familia por un presunto caso de "bebé robado", se volvió hacia su marido: "A la nena nos la robaron, Víctor". Pero él no quería ni oír hablar del caso. Quizás para no desenterrar un dolor que creía muerto. Cuando su marido falleció, Mercedes Caíñas inició la búsqueda de Mari Carmen. Así ha conseguido estos documentos, además de la confirmación de que no consta enterramiento el día en el que su marido entregó el cuerpo de la pequeña en el cementerio. "No tengo nada de ella, ya ves, pero no voy a dejar de buscarla. La recuerdo cada día". ¿Quién somete a la memoria?